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Un minuto maldito

La Real casi se despide de Europa con un autogol en el ‘Teatro de las pesadillas’

Iñigo Martínez anota en propia puerta observado por Bravo y Chicharito.
Iñigo Martínez anota en propia puerta observado por Bravo y Chicharito.Jon Super (AP)

Hay muchas maldiciones en el fútbol. La del penalti injusto, la del gol del cojo, la del gol en el tiempo de prolongación (antes llamado de descuento), la de la mano de Dios o el diablo, según la camiseta de quien hable. Maldiciones sobran para explicar casi todo. Pero hay una que requiere un tratado al por mayor: la del gol en contra en el primer minuto. Disposición primera: además en propia puerta. Vale, vale, no cayó un rayo, pero... Hay que suponer que encajar un gol en el primer minuto, cuando menos te cambia la actitud, te confunde la meta y te borra casi todo lo escrito por el entrenador en la pizarra del hotel. Entonces toca sobrevivir, autogestionarse con los gritos y gestos que llegan desde la banda tratando de superar el medio ambiente, generalmente electrizado. Y la Real acabó muda, sin lenguaje europeo, casi, casi sin papeles.

Pues he ahí la Real en Old Trafford. Obligada a ganar y perdiendo en el primer minuto. Vale que Rooney dio un discurso de diez segundos de cómo debe manejarse un delantero centro en el área: con sutileza y sin salir del salón, es decir, de las tres rayas blancas. El pequeño delantero disparó al poste. El resto lo hizo Iñigo Martínez, que sin que nadie le apretara, en un rechace manso de algo tan pálido como un poste, marcó en propia puerta. Que nadie le pregunte. Él tampoco sabe qué pasó. Pero ocurrió. Y en ese instante a la Real le cambió la vida. El sueño empezaba con una pesadilla y un apagón. Se fue la luz al encender el interruptor del partido, algo con lo que el Manchester United, en horas bajas, tampoco contaba. No recibe muchos regalos últimamente. Más bien los da. Y resulta que se encontró, sin romper a sudar, con una exquisitez de Rooney y un soliloquio de Iñigo Martínez que acabó en gol cuando aún el respetable no se hacía respetar porque estaba en el váter, en el pasillo, en los aledaños del fútbol.

M. UNITED, 1-REAL SOCIEDAD, 0

Manchester United: De Gea; Rafael (Smalling, m. 59), Jones, Evans, Evra; Carrick, Giggs; Valencia, Rooney, Kagawa; y 'Chicharito' Hernández (Young, m. 80). No utilizados: Lindegaard; Nani, Buttner, Fellaini y Januzaj.

Real Sociedad: Bravo, Carlos Martínez, Mikel González, Iñigo Martínez, De la Bella; Markel Bergara, Zurutuza (Chory Castro, m. 75), Xavi Prieto (Rubén Pardo, m. 68); Carlos Vela, Seferovic (Agirretxe, m. 74) y Griezmann. No utilizados: Zubikarai; Ansotegi, Cadamuro y Ros.

Gol: 1-0. M. 2. Iñigo Martínez, en propia puerta.

Árbitro: Bas Nijhuis (Holanda). Amonestó a Carlos Vela, Rafael, Markel Bergara, Kagawa y Xavi Prieto.

Unos 75.000 espectadores en Old Trafford.

Porque la Real salió con lo que tenía que salir, con la extrañeza, acaso, de sacar a Rubén Pardo para meter a Xabi Prieto. Más extraño fue el United, que no contó con Van Persie y apostó por el veterano Giggs en el centro del campo para que hiciera de faro y vigía, dos aptitudes que no exigen correr, sino saber. Se suponía que Prieto haría lo propio en la Real, pero no había corriente eléctrica. Giggs juega andando, mirando, calculando. Es de los que caminan entre las líneas de su equipo y las rivales seguro de que no pisará una mina ni le caerá un obús. Lo suyo son una dosis de calidad (cuando asoma al área, pocas veces) y muchas de jerarquía facial: esa barba tupida sin crecer, ese número 11, que no es cualquiera. Quizás Giggs ya no es Giggs, o aquel Giggs, pero con que lo parezca al enemigo se le antoja un Cid galés, por extraño que parezca.

Entre mitos (el Teatro de los sueños y todo eso), maldiciones (primer minuto, gol en propia puerta) y autoridades (un tal Ryan Giggs, de casi 40 años), se enmadejó la Real en un hilo arrugado. Se empeñó Zurutuza en sacarle de la rueda del abatimiento: hizo de Prieto donde no estaba Prieto, de Bergara donde no llegaba Bergara, hasta de Seferovic, el delantero centro que miraba más al cielo que a la tierra.

Cierto es que noticias tan malas provocan un temblor de piernas solo equivalente a la euforia relajante del rival. Por eso Rooney parecía más Rooney que el de la Premier, más explosivo de lo que se esperaba. Y Valencia un extremo poderoso de esos que corren sin sufrir. Y Van Persie, minuto a minuto, en vez de ser un lamento era un ausente. Y por eso, y por todo, necesitó más de media hora para tirar a puerta (por medio de Seferovic), antes de que Griezmann tropezara con el poste en un libre directo.

A partir de ahí empezó su partido la Real, pero con un gol como una losa en la mochila. El Manchester vivía a la contra, por las travesuras de Rooney y la Real de la ansiedad de saber que una derrota te despertaba del sueño europeo. Que perder era lo más parecido a morir aunque las matemáticas sean un suero reparador. Pero de suero no se vive. Tiene razón la Real cuando se lamenta de haber perdido con el Shakthar y el Bayer Leverkusen por mala suerte. Cierto que la lotería le guiñó el ojo malo. Ayer no entró ni siquiera en el bombo, donde solo daban vueltas las bolitas rojas del Manchester. Una se le escapó a Rooney en una contra (cosa extraña), otra a Jones en un cabezazo. En ambas tuvo mucho que ver Claudio Bravo. Otra a Valencia, que también disparo al poste. Estaba claro que la madera era la materia prima del partido. Pero la que ardió, la que se quemó, fue la de la Real. El fuego de Europa ya no calienta.

Marea ‘txuri urdin’ en Manchester

Era una fecha marcada en rojo, una noche de etiqueta. Desde que las bolas del Foro Grimaldi de Mónaco encuadrasen en el mismo grupo a la Real y el United, el pasado 29 de agosto, la hinchada donostiarra puso el dispositivo en marcha. Vuelos, hoteles y puntos de reunión. Las redes sociales como nexo de encuentro. Todo a punto para una fiesta que no lo fue, o que se quedó en algo menos para aquellos que confiaban en completar la machada en un marco legendario.

Old Trafford, uno de los grandes templos del fútbol europeo, acogió ayer a 3.000 aficionados gipuzcoanos desplazados hasta Manchester. Otros 3.000, menos afortunados, sin billete para acceder al estadio, se quedaron a las puertas de una velada histórica para el club y su masa social.

Ya había respondido la marea blanquiazul en Leverkusen, adonde acudieron 2.500 seguidores en la primera cita europea a domicilio. En Manchester, de nuevo, las bufandas y las ikurriñas ondearon desde primera hora del día en las calles de la ciudad inglesa, brumosa e industrial. Alrededor de las 18.00, la serpiente txuri urdin se dirigió en procesión desde Piccadilly Gardens, en el centro, hasta el remozado recinto del United. Y una vez allí, pese a la bofetada inicial en el marcador, se hizo notar en la grada durante los 90 minutos.

La de anoche fue la segunda ocasión en la que la Real Sociedad pisó tierras inglesas. La primera se produjo en la temporada 1975-1976, cuando el equipo donostiarra visitó Anfield Road para medirse al Liverpool en un duelo enmarcado en la Copa de la UEFA. Entonces, el equipo vasco encajó un severo correctivo (6-0). El galés John Benjamin Toshack, expreparador de la Real, abrió la goleada de los reds.

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