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26ª jornada de Liga | Real Madrid-Barcelona
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Madrid manda al Barça a urgencias

El equipo blanco, con algunos suplentes, supera (2-1) por empeño a un rival sin alma, sin fútbol, sin Messi...

José Sámano
Benzema marca el primer gol del partido.
Benzema marca el primer gol del partido.juanjo martín (EFE)

El Barça está en urgencias. Hoy es una ruina, se ha desplomado en lo futbolístico, en lo físico y en lo anímico. Su eterno enemigo le hizo pagar su extrema indolencia y, para su espanto, sin necesidad de envidar con los titulares. Al Madrid le bastaron algunos secundarios para despachar a un adversario sin alma, sin tensión. Un equipo rutinario que primero se abanicó con la pelota ante un Madrid candado en defensa y luego dimitió en toda regla. Como cualquiera del pelotón, el Barça buscó una pésima coartada en un penalti no pitado de Sergio Ramos a Adriano en el último suspiro. Una burda excusa, por más que fuera penalti, que no puede camuflar su nulidad. Al equipo le falta un guía, alguien que apriete en cada entreno, alguien que tire de la hamaca a un grupo de jugadores al que sin timón le ha dado por la vida contemplativa. Messi, por más que anotara, es la foto del Barça actual: en Chamartín se dio todo un paseo, de puntillas, pasito a pasito. Si no hay intervencionismo desde la cúpula, si el Atlético aprieta y el Madrid acelera puede que ni la Liga la tenga ya tan cerca.

REAL MADRID, 2; BARCELONA, 1

Real Madrid: Diego López; Essien, Varane, Sergio Ramos, Coentrão (Arbeloa, m. 69); Pepe, Modric; Callejón, Kaká (Khedira, m. 58), Morata; y Benzema (Cristiano, m. 58). No utilizados: Adán; Carvalho, Özil e Higuaín.

Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Jordi Alba; Thiago (Tello, m. 86), Busquets, Iniesta; Pedro (Adriano, m. 77), Messi y Villa (Alexis, m. 67). No utilizados: Pinto; Puyol, Cesc y Song.

Goles: 1-0. M. 6. Benzema. 1-1. M. 18. Messi. 2-1. M. 82. Ramos.

Árbitro: Pérez Lasa. Amonestó a Alba, Piqué, Ramos, Thiago, Morata, Arbeloa, Alves, Iniesta y Valdés. Roja a Valdés (m. 94).

Bernabéu. Unos 83.000 espectadores.

Un poco de chispa le sirvió al Madrid, más intenso, más agresivo. Menos dado a la siesta de sobremesa propuesta por los azulgrana. De entrada, sin Alonso, sin Özil, con Cristiano bajo techo, el Madrid fue Pepe. El portugués, exiliado por la excelencia de Varane y Ramos en el centro de la defensa, se enquistó en el medio campo. Toda una declaración de intenciones de Mourinho, que ordenó un equipo cerrado, con Morata y Callejón a destajo por las orillas, con Kaká y Modric para nada, extraviados en un encuentro previsto para tapar y tapar, con la manta hasta el cuello. Un conjunto con la persiana bajada en su propio estadio. La hinchada, con tal de la victoria, lo perdona. De hecho, la gente se dio a la silbatina con el trámite del Barça. Un tostón hasta para Oriente. Los barcelonistas con el balón al trote para nada; los madridistas encantados en su guarida.

Un mal pase de Thiago para un Messi que quiso recibir sin chicha alguna, derivó en un robo de Ramos, para el que no hay bolo que valga, y la consiguiente jugada de Morata por el costado izquierdo. Su centro lo remató Benzema entre la parsimonia de Valdés y Mascherano. El Barça de estos tiempos: 14 partidos consecutivos encajando un gol. La presencia de Villa no dio profundidad a los suyos. Da la impresión de que el ataque ya es algo exclusivo de Messi, al que nadie se atreve a quitar ese foco. No hay apenas desmarques de ruptura. Hubo uno, sí, del propio Messi, claro, que se infiltró en área local tras un pase de Alves. Su remate bajo las piernas de Ramos superó a Diego López, que no protegió bien su poste más cercano. El empate fue un estrechón de manos, un beso entre ambos. Con la Champions a la vista, todo un armisticio. Tieso el anodino Barça y con la mente en Old Trafford su contrario. Un clásico somnoliento hasta el segundo acto. No es que llegaran las florituras, pero los azulgrana ya no quisieron ni la pelota y el Madrid se quitó algo las esposas. Irrumpió Cristiano Ronaldo y los de Mourinho tuvieron otra marcha. Morata, en un partido muy completo, no solo sujetó a Alves, sino que flirteó con el gol. Primero en un cabezazo al lateral de la red; luego, en los mejores momentos del Madrid en un mano a mano con Valdés tras un excelente servicio de Pepe. Roura movió ficha. Alexis por Villa. Busca y busca el Barça quien escolte a Messi y no da con la tecla. Alexis pasó de la grada en la Copa a ser el revulsivo. Sin noticias de Tello, un agitador, alguien con descaro, profundo, picante. Hasta Adriano se le anticipó en el cambio. A todo esto, ni un plano de Messi.

Con más ahínco, con más empeño, solo el Madrid le puso garbo. Animado por Cristiano y blindado por Varane, que crece y crece sin parar, los blancos jugaron con comodidad, aupados por la pachorra visitante. Una falta de concordia entre Piqué y Alves provocó un córner. Lo ejecutó Modric y Ramos cabeceó a la red. En los tres últimos clásicos, tres goles de centrales madridistas a balón parado. Otra evidencia de este Barça distendido, aflojado, sin apetito. Poca cosa para un Madrid en combustión copera y hasta para un Madrid con las miras en Manchester. La jugada final con Ramos zancadilleando a Adriano no debiera valerle como excusa. El victimismo nunca es una buena receta. Y, frustrado, lejos de mirarse el ombligo, el equipo apela ahora al rollo arbitral. Se le vio a Roura en la previa copera y en el Bernabéu a Valdés, descompuesto en su arrebato final con Pérez Lasa. Este Barça necesita remedios inmediatos. Al club le toca mover ficha y tomar decisiones. Sin alguien que le devuelva el colmillo, la desidia le puede condenar al destierro absoluto. Ya no es suficiente ir a rebufo de lo que fue.

Para el Madrid, una semana de rearme emotivo que le devuelve a la senda que perdió al inicio del curso. Volará a Inglaterra fortalecido. Su paisaje es otro y el descalabro liguero no solo tiene corrección, sino mucho más. En su horizonte hay esplendor. Llega entero al momento culminante de la temporada. Al revés que este Barça sin brújula, empecinado en verse por el retrovisor, como si el presente fuera episódico.

Messi, como Di Stéfano

Al marcar por decimosexta jornada liguera consecutiva, el argentino Leo Messi consiguió igualar un récord más en su impresionante carrera: a los 25 años, La Pulga ha celebrado 18 goles en los clásicos que enfrentan a Real Madrid y Barcelona, tantos como el mítico Alfredo Di Stéfano, hasta ahora el líder en solitario de la lista. Les siguen Raúl González, con 15 goles; César, Gento y Puskas, que levantaron los brazos en 14 ocasiones; y Cristiano Ronaldo y Santillana, ambos con 12.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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