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Crónica:Fútbol | 25ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Valencia paga su tacañería

El equipo de Quique Flores arriesga poco y empata en Mestalla ante un Getafe sin delanteros

La tacañería tiene estas cosas. A veces cuesta cara. El Valencia quiso gastar hoy tan poco, exponer un fútbol tan mínimo que, al final, acabó pagándolo. No porque el Getafe hubiera merecido ese punto que se encontró casi por casualidad a última hora en Mestalla. Casualidad que a punto estuvo de convertirse en premio gordo cuando Güiza, en el descuento, arrancó desde el centro del campo, inició un viaje hacia Cañizares con ventaja respecto al último defensa, pero llegó a la orilla desfondado, sin resuello.

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El cuadro de Quique actuó casi todo el encuentro armado atrás, sin soltar lastre, con mucha gente por detrás del balón, y sin intensidad, a pesar de que no había delanteros a los que marcar, puesto que Schuster no los había sacado. Cierto que el conjunto valenciano lanzó 16 córners y 11 faltas laterales, consecuencia natural de que el Getafe decidiera vivir toda la tarde en su madriguera, acumulando un gran número de centrocampistas, tal y como propone Schuster ante cualquiera de los grandes.

Ante la aislada y poco inquietante figura de Paunovic, el Valencia mantuvo su línea defensiva de cuatro en la que Moretti no pasó del centro del campo, ni se le esperaba. Y en la que Miguel, por el otro lateral, atravesó el túnel de los horrores y falló un pase tras otro, un regate tras otro. Hasta que fue sustituido. Vale que el de Quique sea el equipo compacto por excelencia y que tiene todo el derecho a presumir de ello. Gran trabajo táctico del entrenador. Ahora bien, si se enfrenta a un rival sin pegada, que sólo pretende defenderse, y que pierde, además, a uno de sus centrales por expulsión...

En medio de la vulgaridad, sólo Aimar tuvo el mérito de librarse, con su cambio de ritmo, de un marcaje duro y pegajoso de Diego Rivas, enfrentarse a un pelotón defensas azules y propiciar la expulsión de Aníbal, que lo cazó en sendas faltas, una en cada parte. Aimar y Villa fueron islas en el ataque, muy mal acompañados. La lesión de Baraja evidenció otra realidad muy palpable: no tiene sustituto para llevar el hilo valencianista. Hugo Viana fracasó en el intento. Y a las bandas les faltó calidad. Como de costumbre. Angulo, por la derecha, sigue en plena fase de indefinición: no se sabe si avanza, retrocede, o todo lo contrario. Y Regueiro ratificó que ofrece mejor versión fuera de casa, donde aprovecha los espacios y su velocidad, que en Mestalla, donde no sabe asociarse. En fin, que a Quique se le presentan carencias creativas muy alargadas ante adversarios sin intención de jugar el balón, como era el caso del Getafe.

El público empezó a impacientarse en el segundo periodo y con razón. Su equipo no sabía filstrarse hacia el ataque. No salía de la trampa que le habían tendido. Y su juego iba de mal en peor hasta que llegó un balón largo de Miguel hacia Aimar, que ganó la posición y recibió la posterior falta de Aníbal, que repetía en el derribo al argentino y también en la amonestación. Con uno más, Quique adelantó a Angulo a la segunda punta y Miguel asumió toda la banda. Pero Hugo Viana siguió perdiendo un pase tras otro. Y, mientras calentaba en la banda, Fabio Aurelio miraba al banquillo, por si llegaban noticias de su entrada. Que Quique tardó en decidir. Rígido ante el banquillo, tardó en darse cuenta de que Miguel necesitaba un descanso. Y de que hacía falta Fabio Aurelio, aunque sólo fuese por la calidad en el lanzamiento de las faltas, en un partido en que se sucedieron las jugadas a balón parado.

En la primera pelota que tocó Fabio, una falta enroscada al segundo palo, nació el tanto valencianista. Probablemente en falta de Regueiro, que empujó levemente a Pulido, al que desequilibró, antes de cabecear hacia el centro, donde David Navarro sólo hubo de embocar. Al ser concedido el tanto, los jugadores del Getafe se abalanzaron sobre el árbitro y su asistente, reclamándole la falta no señalada.

El partido parecía resuelto. Quique volvió a su defensa de cuatro con la entrada de Curro Torres. El Getafe no había dado ni medio susto en toda la tarde. Ni siquiera un grito al borde del área. Nada. Y, sin embargo, hubo un vuelco inesperado. El Valencia, el equipo más hermético, el más fiable en su retaguardia, el más impenetrable, practicó el hara-kiri.

En concreto su capitán Albelda, que, en posición de lateral izquierdo, envió un pase al centro. Buscaba a David Navarro, quizás, pero el receptor fue Nano, que pasaba por allí y acababa de entrar en el campo. Chutó con la pierna derecha y esperó a que a Cañizares, frío como el resto de sus compañeros, le flojearan los brazos. El balón, tras golpear en el portero, entró en medio del suspense y la decepción de Mestalla, irritada con la tacañería de su equipo.

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