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Crítica | Tu hijo
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rabiosa justicia de padre

Aguerrida película de Miguel Ángel Vivas, adictiva, quizá discutible, interesantísima, un gran 'thriller' social

Javier Ocaña
José Coronado, en 'Tu hijo'.
José Coronado, en 'Tu hijo'.

Películas de padres justicieros hemos visto muchas, pero no como esta: española, de producción y de ambiente; Sevilla, barrio alto, burgués, de casa de médico cirujano, fría, casi desabrida; pero también barrio bajo, de salita mínima atiborrada de cachivaches, mesa camilla, televisión perennemente encendida, niñas maquilladas como una puerta cantando copla en Canal Sur. Andalucía, la moderna, la del chanchullo, diversa.

TU HIJO

Dirección: Miguel Ángel Vivas.

Intérpretes: José Coronado, Pol Monen, Luis Bermejo, Ester Expósito.

Género: thriller. España, 2018.

Duración: 103 minutos.

Es Tu hijo, aguerrida película de Miguel Ángel Vivas, adictiva, quizá discutible, interesantísima, un thriller social sobre la indefinición de las clases sociales cuando se trata de algo tan propio, tan universal y tan impetuoso como la defensa de un hijo, y también sobre el machismo instalado, la violencia de género, y sobre la sideral distancia entre el universo de los jóvenes y adolescentes, y el de los adultos.

Un plano fijo de, a ojo, algo más de dos minutos, ejemplifica este último subtexto, el de jóvenes y adultos, y clarifica también el esencial, el de las clases sociales. José Coronado, magnífico en su papel, busca a los que han dejado a su hijo en el hospital al borde de la muerte tras una paliza. Cámara dentro del coche, a las puertas de una de esas discotecas de los suburbios, ancladas en medio de un par de naves industriales, donde igual toman copas, bailan, se drogan, fornican, hacen botellón, viven y se divierten los pijos que los poligoneros. Dos minutos que aterran, por el encuadre en contrapicado, el tratamiento de sonido, ruido ensordecedor para el padre, música para los oídos de los que están de marcha. También porque un adulto ahí es un bulto sospechoso con su mirada nerviosa.

Esa misma distancia, enorme, la hay en la casa familiar, cada uno con su móvil, con adolescentes cerrando la puerta en las narices a sus padres. Desconocimiento absoluto. Se nota la mano del coguionista, Alberto Marini, en la escritura y el tono de Tu hijo. Fusión entre toque social y puro entretenimiento, como en Mientras duermes, de Jaume Balagueró, y El desconocido, de Dani de la Torre, ambas escritas en solitario por Marini. Y Vivas, por su parte, articula un gran recurso de puesta en escena, de cámara, como metáfora externa de todo lo interno: la reducidísima profundidad de campo alrededor de Coronado, siempre presente. A apenas medio metro, todo está borroso, vive en su mundo.

Como en la reciente Searching, todo se graba, se fotografía y se difunde. Todo se sabe si se sabe mirar. Aunque la película, sobre todo en su primer tercio, tenga mucho más que ver con Padre coraje, la formidable serie de Benito Zambrano, que con un thriller americano. Y en ese ambiente destaca la presencia, puntual pero portentosa, del actor Ramiro Alonso.

Con un plano final relativamente abierto y, como película de tesis que es, por tanto, cuestionable, y un giro dramático perfecto antes del último trayecto del relato, que pueden ver venir los amantes de la complejidad en el cine pero que no deja de ser certero, Tu hijo es una obra que debe dar que hablar a la salida del cine. Te coloca en una tesitura de la que quizá sea imposible salir. Con una paliza mortal a un hijo, no hay matices. No hay clases sociales. Ni lumpen ni clase obrera ni intelectualidad. Ni salvajismo ni educación. Todos podemos ser animales, explotar, ser injustos. O quizá no.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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