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Crítica | Promesa al amanecer
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Película río de bajo caudal

La presente versión de Barbier tiene un problema de base que, en principio, debería ser definitivo: tarda en arrancar más de una hora

Un fotograma de 'Promesa al Amanecer'
Un fotograma de 'Promesa al Amanecer'
Javier Ocaña

El escritor y diplomático francés de origen polaco-lituano Romain Gary, amigo de André Malraux y de Albert Camus, único doble ganador del premio Goncourt, criado en Vilna, cuando aún era Polonia, por una madre sobreprotectora con tendencia a la excentricidad y a la sobreactuación, judío perseguido, casado con la escritora británica Lesley Blanch y después con la mítica actriz francesa Jean Seberg, y héroe de la aviación británica durante la II Guerra Mundial, tuvo una vida de película, no necesariamente en este orden.

PROMESA AL AMANECER

Dirección: Eric Barbier.

Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Pierre Niney, Catherine McCormack, Didier Bourdon.

Género: drama. Francia, 2017.

Duración: 130 minutos.

Una existencia en el filo de lo creíble de puro estrambótica, que acabó plasmando en buena parte en La promesa del alba, volumen autobiográfico que el francés Eric Barbier ha llevado por segunda vez al cine, tras la versión de 1970 dirigida por Jules Dassin, de aires más grotescos. Tituladas ambas Promesa al amanecer, ofrecen un desarrollo algo distante y tonos distintos, quizá porque el texto de Gary, sus andanzas y, sobre todo, el peculiarísimo personaje de la madre, admiten cualquier tipo de interpretación.

Tiene la presente versión de Barbier un problema de base que, en principio, debería ser definitivo: tarda en arrancar más de una hora. Toda la parte infantil y juvenil, compuesta a través del cliché fotográfico de los colores con bajo contraste para las películas de época, entre el sepia, el gris y el marrón, es demasiado plomiza porque, además del menor interés de los acontecimientos, el guion del propio Barbier nunca fluye como la película río que debería ser. Así, su naturaleza episódica se acrecienta en una narración que abusa de la voz en off, y va convirtiéndose, paradójicamente, en una historia contada discretamente narrada.

Sin embargo, llegada la contienda mundial, Barbier se luce en las secuencias bélicas y, ya con menos saltos en el tiempo, por fin acabamos de centrarnos en el personaje y en sus modulaciones, en la tremenda influencia de su madre, para bien y para mal, aunque ya sin su presencia o con ésta reducida al mínimo. Algo en lo que puede que también tenga que ver la discutible interpretación de la excelente actriz que es Charlotte Gainsbourg: falsamente histriónica, en lugar de histriónicamente falsa, que no es lo mismo, y que es justo como se dibuja el personaje ya desde su primera secuencia.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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