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Acapulco Shore: el ‘lanchero’, la ‘gata’ y el ‘lord’

El 'reality show' Acapulco Shore pone a México ante el espejo de sus peores males: el machismo y el clasismo de un sector de la sociedad

Los integrantes del programa Acapulco Shore.
Los integrantes del programa Acapulco Shore.MTV / FACEBOOK

En uno de los lugares de México más azotados por la violencia y la pobreza, un grupo de desconocidos se embuten en testosterona y silicona y rocían sus cuerpos desnudos con champán. O tequila, o whisky o lo que haya. Pero en grandes cantidades, porque, como ellos manifiestan orgullosos: "Aquí lo que sobra es dinero". Realmente no lo hay, lo están haciendo. Su trabajo consiste en beber, bailar y copular, casi siempre en este orden. Y todo frente a las cámaras. Nada nuevo bajo el sol de los reality shows, pensarán algunos. La singularidad de esta edición mexicana es que el machismo y el clasismo se exhiben con satisfacción: con la camisa desabrochada hasta el ombligo y la cadena dorada asomando entre el pelo del pecho, siempre ligeramente empinado. Sintonízalo en prime time. Bienvenidos a Acapulco Shore.

—Dicen que no hay mujer fea, sino mujer pobre. O marido pobre.

La que hace convencida esa declaración frente a una cámara es Gaby, nueva en esta cuarta temporada que estrenó hace dos semanas la cadena estadounidense MTV. Para los que no conozcan de qué va este programa, consiste en juntar a un grupo de ocho chicos y chicas, entre 20 y 30 años, que no se conocen, dentro de una casa. Un formato inspirado en Big Brother (Gran Hermano), pero con un cóctel de todos los elementos que el programa original nunca se atrevió a incluir: alcohol, drogas, fiesta y sexo en vivo. Y que se rompan los ratings.

Las tres temporadas de Acapulco Shore han acumulado más de 50 millones de espectadores, tanto en México como en toda Latinoamérica, España e Italia. La franquicia Shore nació en 2009 en Nueva Jersey con el propósito de mostrar la tribu urbana de la nueva generación de descendientes de italianos en Estados Unidos, hijos de familias de clase trabajadora, que se comportaban perfectos para el programa: músculos, bronceado, fiesta. Ellos se autodenominaban "guido", un término despectivo hacia esa comunidad que ellos abanderaban con orgullo. El programa se exportó a Inglaterra, España, Italia, Polonia y México.

En la edición española te presentaban a un grupo de ninis de la crisis económica, locos por las raves y la electrónica de antros de carretera. Esa chica de clase media que vive en el extrarradio, amante de todo lo postizo y artificial, o ese chico de gimnasio que se vuelve loco por el tunning y sumar mujeres a su lista de conquistas. "Poligoneros" o "chonis" (nacos), se llamaron ellos mismos. "Cuando me muera, quiero que mis cenizas se esparzan por todo el Fabrik [un antro masivo de Madrid]", se convirtió en uno de los lemas del programa español. Todo era superficial y prefabricado, pero tenía algunos límites. Acapulco Shore los ha pasado todos.

Aquí se junta un grupo de niños ricos que desprecia todo lo que huela a una clase inferior, en un país con más de 50 millones de pobres. En un capítulo un tipo apodado El Potro perdió los papeles y comenzó a gritarle a una compañera: "¡Pinche gata!", le insistía, "¡súbete a tu cuarto de servicio! ¡Sácate o no te pago". Un chico bajito y moreno, a quien todos llaman Tony, tiene que aguantar como este mismo joven se pase el día llamándolo: "Pinche lanchero". Todos se ríen. Incluido él. A ellas las llaman directamente "indias". Y ahí está México, frente al espejo de sus peores males: el clasismo y racismo naturalizado de un sector de la sociedad.

El género femenino también es el blanco fácil de estos gentelman de las Lomas (barrio acomodado de la Ciudad de México). "Se ven guapas, pero a ver si son tan perras como dicen", comenta otro integrante de Acapulco Shore al entrar a una discoteca. Han popularizado un término, que ya ha trascendido la pequeña pantalla: "gargolear". Esto consiste en ir a "cazar gárgolas", o mujeres que ellos consideran feas. Lo repiten constantemente, orgullosos de la gracia de su chiste. En un país donde el machismo no provoca ningunas ganas de reír: la violencia de género se cobra siete víctimas al día.

Quizá no eran tan ricos antes de entrar a lo que ellos denominan ufanos "narcocasa". Pero una vez dentro, se sienten poderosos. Hacen orgías delante de las cámaras, las chicas se desnudan y les suplican algo de atención. Rompen todo, como si nada de lo que hubiera allí costase un peso. Porque tanto si nacieron en una familia acomodada como si no, lo cool es parecerlo: aclara tu rostro, tíñete de rubia, bebe champán, no te ligues a una chica con rasgos indígenas, que no se note que tu madre o tu padre son morenos, insulta a los que no pueden permitirse esos lujos. "Aquí lo que sobra es dinero".

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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