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Muere Francisco Nieva, el teatro como vida alucinada

El dramaturgo, escenógrafo y director de escena fallece a los 91 años

Francisco Nieva en su casa de Madrid en 2015.Vídeo: Santi Burgos / EFE
Marcos Ordóñez

Imposible resumir en pocas líneas la vastísima trayectoria de un personaje tan tentacular como Francisco Nieva (Valdepeñas, Ciudad Real, 1924 - Madrid, 2016), dramaturgo, escenógrafo, director de escena (de ópera, zarzuela y ballet), narrador, ensayista y dibujante, fallecido este jueves a los 91 años. Precocísimo, escribió desde niño relatos y breves piezas dramáticas que recopilaría en Centón de teatro (1996). En la España de posguerra estudió pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) y formó parte del Postismo, movimiento de vanguardia liderado por sus amigos los poetas Carlos Edmundo de Ory y Eduardo Chicharro. Entre 1948 y 1963 vivió en París, donde trabajó como pintor y dibujante. Tras otro año en Venecia, volvió a Madrid en 1964. Trabajó como escenógrafo para José Luis Alonso y Adolfo Marsillach, realizando decorados para espectáculos como El zapato de raso, El rey se muere, Después de la caída y su celebradísima labor en Marat-Sade.

Como dramaturgo no consigue publicar hasta 1971 (Es bueno no tener cabeza, publicada en la revista Primer Acto, que se representa en la Escuela de Arte Dramático de Madrid) y se da a conocer en 1976 con El combate de Opalos y Tasia y La carroza de plomo candente, que dirige José Luis Alonso en el Fígaro, en programa doble, y suponen un revulsivo en la escena española de la transición.

Adiós en el María Guerrero

La capilla ardiente de Francisco Nieva está instalada y abierta al público este viernes en Madrid hasta las seis de la tarde en el Teatro María Guerrero, según ha informado la Real Academia Española (RAE). Allí estarán los familiares y acudirá el director de la RAE, Darío Villanueva, quien ha destacado la "generosidad" del dramaturgo y académico Francisco Nieva, así como la vigencia de las "palabras de su teatro que sigue diciendo cosas a los españoles y a los europeos", aunque su producción dramática "venga de los años cincuenta".

Como prueba de la vigencia de esas palabras, Villanueva ha recordado el último artículo publicado por Nieva el pasado domingo en el que criticaba la "cultura de la superchería, de la mentira, para movilizar a la gente y las masas sobre un fundamento de engaño". Para el director de la Academia, Nieva en este artículo "estaba poniendo el dedo en la llaga en una etapa muy convulsa".

En opinión de Villanueva, con el fallecimiento de Nieva "puede entenderse" que ha muerto el teatro por la capacidad del autor de abordar todas las facetas del arte dramático. "Fue director de escena figurinista, decorador, hizo montajes de ópera, nada de lo relacionado con el teatro le era ajeno y cuando escribía se le notaba todo ese poso enorme de experiencias teatrales acumuladas", ha explicado el director de la RAE en una entrevista en TVE recogida por Europa Press. /AGENCIAS

En la década que va desde entonces a finales de los ochenta, Nieva estrena el grueso de su obra, que llevaba escribiendo desde 20 años atrás. Además de las citadas, hay que destacar en ese periodo piezas como Sombra y quimera de Larra (1976), Delirio de amor hostil (1978), El rayo colgado, y Malditas sean Coronada y sus hijas, ambas de 1980. De los ochenta en adelante, estrenará, entre otras, La señora Tártara (1980); Coronada y el toro (1982), que dirige con gran éxito en el María Guerrero; Corazón de arpía (1989), que también pone en escena, en la sala Olimpia. Seguirán, entre otras, Los españoles bajo tierra (1992), en Bilbao, Expo de Sevilla y Madrid; las piezas cortas No es verdad y Te quiero zorra (1988), en el Círculo de Bellas Artes; El baile de los ardientes (1990), de la que es figurinista, director y productor, en el Albéniz; Aquelarre y sombra roja de Nosferatu (1993), dirigida por Guillermo Heras en la sala Olimpia; Pelo de tormenta (1997), escrita 30 años antes, y la más censurada, estrenada al fin en el María Guerrero, y Tórtolas, crepúsculo… y telón, escrita en 1972 y que dirige en el teatro Valle-Inclán en 2011. Su último estreno fue Salvator Rosa, de 1988, presentada en el María Guerrero en marzo de 2015, a las órdenes de Guillermo Heras.

Su teatro, que definió como “vida alucinada, jubiloso furor sin tregua”, nace con voluntad transgresora y alegórica, con el choque de la religión y el sexo como uno de sus ejes, y se caracteriza por un lenguaje muy rico, repleto de imágenes sorprendentes, en el que combina con gran brillantez las improntas del barroco, el romanticismo y la vanguardia, tamizadas por un humor grotesco y esperpéntico. Valle-Inclán, por supuesto, está a la cabeza de su estilo, pero también el castellano arnichesco. Las influencias se multiplican: dramaturgos tan dispares como Brecht, Artaud, Genet y Ghelderode, junto a ensayistas como Bataille o pintores como Solana.

En su Teatro completo, que publica en 1991 y amplía en 2007 en sus Obras completas, clasifica sus piezas en seis categorías: “Centón de teatro” (doce obras cortas), “Teatro furioso”, “Teatro de farsa y calamidad”, “Teatro de crónica y estampa”, “Tres versiones libres” y “Varia teatral”. Entre sus adaptaciones destacan Las aventuras de Tirante el Blanco, sobre la novela caballeresca de Joanot Martorell, estrenada en el Festival de Mérida de 1987, y los primeros episodios de El manuscrito encontrado en Zaragoza, según la novela episódica de Jan Potocki, que estrena en 1994 y dirige en 2002, con notable acogida de la crítica.

Entre su faceta narrativa y memorialística hay que destacar las novelas El viaje a Pantaélica (1994), La llama vestida de negro (1995), Granada de las mil noches (1995), Oceánida (1996) y Carne de murciélago (1998), así como su autobiografía Las cosas como fueron, que aparece en 2002.

En 1990 ingresó en la Real Academia Española, ocupando el sillón J. Ganó dos veces el Premio Nacional de Teatro, en 1980 y 1992. Ese mismo año se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. En 2011 obtuvo el premio Valle-Inclán por la escritura y dirección de Tórtolas, crepúsculo y… telón.

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