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Mel Gibson: “Hay días en que me miro al espejo y veo a un viejo. Y ese es un día bueno”

El actor protagoniza ‘Blood father’, tras años marginado en Hollywood, y lleva a Venecia su nuevo trabajo como director, ‘Hacksaw Ridge’

Gregorio Belinchón
Mel Gibson, en un fotograma de ''Blood Father'.
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Palais des Festivals. Cannes. Quinta planta. Una de sus inmensas salas reconvertidas en zona de entrevistas por mor de unos sofás de diseño alberga la promoción de Blood Father. El sol exterior, fruto del mediodía de una calurosa mañana de mayo en el festival, es combatido por un poderoso aire acondicionado. Mel Gibson (Nueva York, 1956), traje elegante, barba mesiánica, gafas de sol incrustadas en un rostro marcado por innumerables arrugas, mira su móvil en uno de los sillones. Espera a que acabe las entrevistas de televisión el director del thriller, el francés Jean-François Richet. De repente, la mano cuelga. El actor se está echando la siesta. Una asistente le avisa de que en breve llegará Richet y comenzarán las entrevistas con la prensa internacional. Gibson pide un descanso para ir al baño. A la vuelta bromea con el director –que casi no habla inglés y necesita un traductor a su lado- y empieza la charla. El actor deviene en una montaña rusa de gestos. Se mesa la barba, se toca la nariz, se revuelve en el sofá. Su voz resuena como el rugido de un oso y al quitarse las gafas, uno descubre que la mirada acero azul, aquella invención de Zoolander, es propiedad en la vida real de Gibson.

Antes del encuentro una agente de prensa advierte: solo hablará de Blood Father, que se estrena el próximo viernes 9 en España, en la que encarna a un padre que ha sufrido un descenso a los infiernos de la delincuencia mientras desaparecía su hija adolescente. Cuando por fin reconstruye su vida, ella reaparece perseguida por el cabecilla de un cartel de la droga. También charlará sobre Hacksaw Ridge, el drama bélico que presenta hoy en el festival de Venecia, su vuelta a la dirección una década después de Apocalypto. Pero Gibson, incontrolable, volcánico, habla de lo que él quiere. Una historia con padre redimido se parece demasiado a su vida como para dejar pasar la ocasión. Con sus problemas lingüísticos, Richet se convierte en un convidado de piedra de un estupendo tira y afloja entre un grupo de periodistas y una de las estrellas del cine de los ochenta y noventa.

Gibson acababa de estar en España de vacaciones. “Me encantó Granada, y el edificio ese antiguo… Ah, no me acuerdo de su nombre”. ¿La Alhambra? “Sí, muy molón”. Sobre su personaje en Blood Father, confiesa su atracción por sus diversas caras: “Ha sido criminal, motero, probablemente mató a alguien en prisión, vendió drogas, fue un mal padre…”. ¿Se acordó de Mad Max cuando montó en la moto? “No. Algo. Sí. Preguntadle a Jean-François”, y con otro extraño gesto facial señala al realizador. ¿No cree que vivimos un resurgimiento cinematográfico de los ochenta? “Fueron agradables los ochenta… ¿Qué por qué llaman tanto la atención esos años? No tengo ni idea. Bueno, si ves películas de superhéroes, todas iguales, lo entiendes. Antes el negocio estaba en invertir en guiones con historias que importaban a la gente”. Hoy el cine ha cambiado. “Y hay buenos libretos por ahí, pero los estudios solo hacen fotocopias de ‘A todo gas’. Falta sustancia”. Y él lucha por ello: cambió el final de Blood Father, pidió tres días más de nuevas tomas. ¿Qué pasó? “No me acuerdo mucho”. ¿Es usted nostálgico, añora su pasado? “¿Yo? No recuerdo décadas de mi vida, y casi es mejor así”. Una publicista pasa a su espalda con un cartel de la película. Tarde, Gibson ha entrado en barrena. “Hay días enque me miro en el espejo y veo a un viejo… y ese es uno de los días buenos. He estado 10 años en una lista negra en Hollywood. Ha sido injusto. Un consejo: no conduzcas borracho”.

Un personaje así, ¿le suena a Gibson como alguien cercano? “Nunca he estado en prisión, solo me han detenido… Ah, sí, estuve una noche en una celda. No es igual de duro, claro. Al menos en Los Ángeles, que en México es otra cosa”. Con el comentario bromea en referencia a su película ‘Vacaciones en el infierno; aun así una frase tan donaldtrumpiana no le hace gracia a una periodista mexicana. El actor le mira: “Es que en México…”. ¿Y lo de mal padre? “Está claro que el hombre se esfuerza por mejorar”. Es decir, casi podría hacerlo con los ojos cerrados. “No, sí, no tengo respuesta. Aprendí, para imitarle en el filme, del tatuador [hace un extraño ruido de taladro], que quiso al final hacerme uno. Ya le dije: ‘Adónde vas, tío’. En cuanto a los momentos de borrachera en pantalla, reconozco que estoy familiarizado con la situación”.

Gibson ha pasado una larga travesía por la lista negra. “Ahora ya he dirigido mi nueva película, Hacksaw Ridge, en Australia. He vuelto a disfrutar, a filmar algo grande y épico sobre la II Guerra Mundial, con uno de esos dramas que casi nadie quiere contar”. ¿Y siente que ya levanta cabeza? “No tengo respuesta”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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