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Reportaje

Metafísica de la raza y de la guerra

El filósofo camerunés Achille Mbembe analiza las “políticas de la enemistad”, el racismo que se instala como políticas de estado

Achille Mbembe.
Achille Mbembe.Manuel Braun

En estos momentos en que tenemos más preguntas que respuestas al problema del racismo que se instala como políticas de estado en ciertas partes del planeta, que pone en duda los principios fundamentales de la democracia, la hospitalidad y la continuidad de la vida, toca interrogarnos sobre estas “políticas de la enemistad”, como las llama Achille Mbembe, filósofo camerunés (1957), autor fundamental en los estudios de post-colonialismo o descolonialidad, como se prefiere llamar a estas nuevas escrituras del continente africano que intentan dibujar un mapa de la dominación y la exclusión.

Politiques de l’enemitié, Achille Mbembe, La découverte, Paris, 2016. 179 p.
Politiques de l’enemitié, Achille Mbembe, La découverte, Paris, 2016. 179 p.

No solo se trata de comprender cómo se forman ciertos métodos del pensamiento occidental, que se manifiesta en muchos casos como “un patrimonio común”, sino poner al desnudo las estructuras ocultas tras una línea divisoria, una herida, una escisión o zonificación en “zonas de ser y no ser”, población excedente que, en pleno neoliberalismo, es invisible, vive en una pobreza abyecta y está condenada a desaparecer. No se trata tampoco de de-construir tanto como de encontrarle una razón a esa separación neurótica, casi esquizofrénica, que nos inspira esta división. ¿Es posible que hayamos dividido el mundo en una parte solar y otra nocturna? Para Achille Mbembe la idea de raza que subyace en el concepto de “negritud” propuestos por Aimé Césaire y Léopold Senghor, es una operación de la imaginación, un lugar de encuentro con la parte de sombra y la región oscura de nuestro inconsciente. A este concepto de “negritud”, como esencia y como ontología (una psique), Mbembe opone una teoría de la similitud, de lo común, más que dejarse encerrar en la idea de la diferencia como una inmanencia.

Discours sur le colonialisme, seguido de Discours sur la négritude, Aimé Césaire, Presence africaine, Paris 2004. 92.p.
Discours sur le colonialisme, seguido de Discours sur la négritude, Aimé Césaire, Presence africaine, Paris 2004. 92.p.

No podemos seguir pensando nuestro presente dejando de la lado a toda la población africana que busca unirse a la marcha del mundo, ni ofrecer a la guerra otra forma más cruel de dominación, bajo el concepto de democracia y defensa de derechos humanos que, a manera de purga, sigue interpretando con los instrumentos clásicos de la razón occidental y donde el racismo es el ingrediente más corrosivo de esta forma de la subjetividad europea. La guerra se ha convertido en una política del “subsuelo colonial”, una manera de preservación viril, porque es justo ahí, cuando Mbembe habla de la “colonialidad” como un refuerzo de la virilidad del hombre europeo, que se hace interesante e inicia una especie de “afrocentrismo epistemológico”, por llamarlo de alguna manera. En lugar de pensar en pequeñas comunidades autistas, tendríamos que tender puentes, iniciar lo que sería la “cura” propuesta en el análisis clínico que hizo Frantz Fanon de la política, y bajo la mirada del cual Mbembe escribe su Políticas de la enemistad. Esta cura serviría para terminar con esa brecha psíquica que nos separa los unos a los otros, hundiéndonos en el nihilismo y la lógica destructora de la guerra. ¿Cómo entonces instaurar una nueva matriz histórica que, sin ignorar la tradición africana, impida esa fragmentación del cuerpo negro? Mbembe hizo una crítica sobre los cimientos de la razón occidental que se remonta a la época grecolatina, y a la pretensión de “razón pura” de Kant que cuestiona al decirnos que todos somos “seres de frontera”, en contacto con otros rostros que nos exigen mirar y envolver a ese “otro” en la mirada.

Piel negra, máscaras blancas, Frantz Fanon, Akal, Madrid, 2009. 383.p.
Piel negra, máscaras blancas, Frantz Fanon, Akal, Madrid, 2009. 383.p.

Esa fue otra idea fundamental de Frantz Fanon en su libro Piel negra máscaras blancas, en el cual plantea este elemento neurótico de razón apasionada que se parece a algunas sicosis, y a través del cual una cultura se inventa un enemigo, una lógica del deseo y la fobia. Lo propio del racismo, continúa Mbembe, es inventar un doble, un sustituto, un equivalente , una máscara, un simulacro. Ante esta “biologización del cuerpo negro urge una nueva subjetividad que facilitaría una revolución en el lenguaje de la percepción para un devenir nuevo, aceptando la exposición a ese Otro, integrándolo como parte constitutiva. De esa manera renunciar a la estructura violenta de nuestro pensamiento, hecho de evasiones, de neurosis sociales construidas sobre la denigración de un semejante como objeto fetiche y potencia fálica, experiencia abismal de la subjetividad europea.

Critique a la raison nègre, Achille Mbembe, La découverte, París 2013. 257 p.
Critique a la raison nègre, Achille Mbembe, La découverte, París 2013. 257 p.

La pregunta clave de esta razón occidental estaría estigmatizada por la pregunta: ¿por qué no es como yo? Reescribir la historia tendría que pasar por tener en cuenta esas voces sometidas, expulsadas, no reveladas a nuestra conciencia, en el cuarto oscuro de la representación. Si bien una reparación (o cura) total no será posible (la huella en la memoria ha sido traumática), se trata de una escritura que deje de inscribirse en la lógica de amos y esclavos, este último, como conjunto de pulsiones irracionales y como peligro. Salir del servilismo hacia la libertad exige un trabajo sutil de memoria y de narración, a través de otros dispositivos en una sensibilidad marcada por el colonialismo. La raza, dice Mbembe, entendida también como dispositivo económico, construye un cuerpo anónimo, como combustible, un doble de la naturaleza, que a través del trabajo se convierte en reserva natural. Quizás la reparación empieza por dejar de detestar lo que tenemos de sensual y de instinto en el cuerpo, empezar por dejar que esa parte, a la que renunciamos con una idea de civilización, deje surgir una nueva manera de relacionarnos, un nuevo equilibro de nuestras “reservas de vida”, que darían lugar a una verdadera equidad y una comunidad de semejantes y no de desiguales.

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