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EL LIBRO DE LA SEMANA

Una buena muerte

Hans Küng fundamenta el derecho a la eutanasia en un ensayo que persigue un cambio de actitud en la Iglesia

Juan José Tamayo
Foto: Gary Waters (Getty).
Foto: Gary Waters (Getty).

Si algo caracteriza la larga vida y la extensa obra del teólogo suizo Hans Küng son la coherencia y la autenticidad, como ha demostrado en su conflicto con la jerarquía católica romana, que desembocó, a finales de la década de los setenta del siglo pasado, en la retirada de la licencia eclesiástica por cuestionar la infalibilidad del Papa y que su colega en Tubinga Joseph Ratzinger, al llegar al papado, no le devolvió.

A punto de cumplir 88 años, ha vuelto a demostrar coherencia y autenticidad al defender el derecho a la eutanasia, como ya adelantara en el último volumen de sus memorias: Humanidad vivida (Trotta, 2014), donde expone detalladamente cómo le gustaría morir. Tal posición no debe considerarse aisladamente. Ha de entenderse teniendo en cuenta las cuestiones antropológicas y religiosas que le han ocupado y preocupado intelectual y vitalmente: la verdad, la veracidad y la confianza básica; el problema de Dios, su existencia y su sentido; la figura de Jesús de Nazaret, sus actitudes y opciones; la existencia cristiana; la Iglesia y su necesaria reforma; el estudio de las religiones en la historia y en la actualidad; el ecumenismo, el diálogo interre­ligioso e intercultural; la esperanza y la pregunta por la vida eterna.

Quizá el programa más ambicioso de su vida es el Proyecto de una ética mundial, en torno a cuatro ámbitos vitales de la convivencia humana: compromiso a favor de una cultura de la no violencia y respeto a toda vida, de la solidaridad y de un orden económico justo, de un estilo de vida honrada y veraz, y de una cultura de la igualdad entre hombres y mujeres, y a tres principios: no hay supervivencia sin una ética global; no hay paz mundial sin paz religiosa; no hay paz religiosa sin diálogo entre religiones.

En este nuevo y esperanzador libro, Una muerte feliz, reitera y fundamenta el derecho a la eutanasia: “Me gustaría morir consciente y despedirme digna y humanamente de mis seres queridos. Morir feliz para mí significa una muerte sin nostalgia, ni dolor por la despedida, sino una muerte con una completa conformidad, una profundísima satisfacción y paz interior”. Küng quiere morir con la dignidad que ha vivido, siendo plenamente un ser humano y sin verse reducido a una existencia vegetativa. Todos tenemos una responsabilidad sobre nuestra vida. ¿Por qué vamos a renunciar a ella en la etapa final?, se pregunta.

En la consideración del principio y del final de la vida humana se está produciendo un cambio de paradigma bajo el signo de la autonomía personal. Una opción por la eutanasia no requiere apelar a la dimensión religiosa del ser humano, reconoce Küng, quien aporta, además, como argumento a favor su fe religiosa: la convicción de que no termina en la nada, sino que va hacia una última realidad, hacia la realidad más profunda donde encontrará una nueva vida. El teólogo suizo da un sí fundamentado a la vida eterna como consecuencia de su fe en Dios eternamente vivo y como confianza racional en él. Para él, el seguimiento de Jesús y eutanasia no se excluyen. La misión de las personas cristianas y de las Iglesias es luchar contra la pobreza, el hambre, el sufrimiento, las injusticias sociales, la enfermedad, la muerte.

Con su definición pública favorable a la eutanasia, lo que pretende Küng es contribuir al desarrollo de un debate permanente en torno a la cuestión, aportar la voz de un teólogo cristiano afectado existencialmente por esta problemática y conseguir el cambio de actitud de la Iglesia oficial.

La obra termina con una referencia elogiosa al libro La eutanasia, una opción cristiana, del filósofo español Antonio Monclús (GEU, Granada, 2010), recientemente fallecido, que, a través de un amplio recorrido por la historia de la Iglesia cristiana, demuestra la existencia de diferentes formas de eutanasia, sancionadas incluso con la aureola de la santidad, y ofrece numerosos ejemplos de “buena muerte”, de auténtica “conducta eutanásica”, desde los mártires, las cruzadas o las guerras de religión hasta la aplicación de principios como la guerra justa o la pena de muerte. “Los complejos temas expuestos en el libro de este filósofo español —concluye Küng— merecerían ser estudiados y debatidos con más detalle”. Yo también lo creo.

Una “buena vida” bien merece una “buena muerte” (eso significa etimológicamente “eu-tanasia”). La “humanidad vivida” con plena conciencia por Hans Küng también merece “una muerte feliz”.

Una muerte feliz. Hans Küng. Traducción de Jorge Seca. Trotta. Madrid, 2016. 108 páginas. 15 euros

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