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LA PELÍCULA DE LA SEMANA | EL VIAJE DE ARLO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más Disney que Pixar

Vídeo: WALT DISNEY STUDIOS
Carlos Boyero

En el programa de radio La ventana del último miércoles llamó una oyente describiendo uno de los recuerdos más gozosos e imborrables de su infancia. Consistió en ver en Beta un día sí y el siguiente también, durante varios años seguidos, la película de Walt Disney Los tres caballeros. Y no porque fuera la única película de su videoteca (los críos del orfanato en la preciosa Las normas de la casa de la sidra veían todas las semanas King Kong, pero su asombro y su fascinación ante la única que habían conocido en su existencia permanecían intactas) sino porque seguía haciéndola feliz.

Conozco a muchas personas cuya memoria de la niñez le agradecerá eternamente a Disney el placer que les otorgó. En mi caso, como siempre debo de haber sido rarito, no recuerdo con especial embeleso el cine de dibujos animados. Me gustaban las de piratas y espadachines, indios y vaqueros, las aventuras de gente de carne y hueso. Cuando me hice presuntamente adulto solo era espectador de dibujos animados si acompañaba a niños. Y disfrutaba con su deleite, pero en general, yo me aburría bastante. Me ocurrió hasta que hace veinte años volcaron su talento y su sensibilidad en este género un grupo de artistas, poetas, humoristas, técnicos asombrosos que fundaron la productora Pixar. Y sé que los niños lo pasan bien con sus ofertas pero sospecho que los mayores aun mejor, que las emociones y los sentimientos que describen y las historias que cuentan le afectan a un público masivo y de cualquier edad.

Consecuentemente, mis expectativas ante El viaje de Arlo son muy grandes. Y su estética es grandiosa. Nunca he visto en el cine de animación semejante despliegue artístico recreando los colores de la naturaleza. Montañas y valles, tormentas y ríos, bosques y barrancos, praderas y árboles, amaneceres y ocasos, están creados con un sentido de la belleza y una perfección pictórica que provoca hipnosis. Debe de haber exigido tanto esfuerzo como imaginación, tanto dinero como inventiva.

Pero esta belleza estilista no está acompañada de las señas de identidad de Pixar. Durante todo el metraje tengo la sensación de déjà vu. Y en algún ligero bostezo llego a la conclusión de que lo que me están contando se atiene fielmente a las viejas fórmulas de Disney, que tiene mucho más que ver con una narrativa y una forma de tratar los sentimientos que pertenece al pasado, a lo tradicional, pero que el toque, el tratamiento, el retrato de personajes y situaciones, la inmensa gracia que imprime Pixar a sus películas están casi desaparecidas aquí.

Todo me resulta previsible y sé fatigosamente lo que va a ocurrir en el desarrollo de esta historia, la del dinosaurito que a diferencia de sus fogosos hermanos ha nacido con mínimo sentido de la supervivencia en un mundo muy duro, una criatura llena de miedos e incertidumbres, también intuyo el destino de su protector y preocupado padre, su desamparo en medio de una intemperie para la que no está preparado y los entrañables amigos y peligrosos enemigos que va a encontrarse en su problemático regreso a casa. Me suenan excesivamente los diálogos, me molesta el abuso del ternurismo y la sensiblería, la machacona presencia de la música subrayando los sentimientos, la blandenguería amable como recurso infalible para manejar las emociones del receptor.

Y entiendo que aquel señor tan meritorio, o genial según sus múltiples y justificados admiradores, llamado Walt Disney, le hubiera otorgado su bendición a El viaje de Arlo. E incluso adivinado su taquillaje con un mínimo margen de error. Imagino que la van a disfrutar enormemente los niños. Todo ello me parece lógico y venturoso. Mi problema es que siempre espero algo mágico de Pixar. Y aquí veo escasas huellas de la creatividad de John Lasseter, padre y máximo responsable de los nuevos y brillantes tiempos del cine de animación.

Es la primera película que dirige Peter Sohn, señor que antes había hecho de todo y al parecer extraordinariamente en la filmografía de Pixar. Me enseñan un vídeo en el que le entrevista un amigo mío y siento inmediato afecto por su persona. Y entiendo en quién se inspiraron físicamente los creadores de esa preciosidad titulada Up para parir al niño explorador. Es idéntico a Peter Sohn, con treinta años menos. Y alguien me revela algo tan evidente como que el anciano de Up es igual que Spencer Tracy. Y es que con demasiada frecuencia, no me entero de nada.

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