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Esta parte de Texas

El periodo iniciático del joven Mason tiene lugar en un Estado mítico pero empecinadamente monótono. Richard Linklater evita todos los clichés sobre ese territorio

Fotograma de la película 'Boyhood' de Richard Linklater, rodada a lo largo de más de una década en el Estado de Texas.
Fotograma de la película 'Boyhood' de Richard Linklater, rodada a lo largo de más de una década en el Estado de Texas.

Texas no es un Estado, ni siquiera un territorio; sino un concepto construido en el imaginario internacional a partir del mito, la cinematografía y la particular versión de la historia. Texas, el segundo Estado más extenso de la unión americana, forma parte de la idiosincrasia estadounidense a raíz de su pasada condición de república independiente y por su calidad de frontera con el otro: México y el resto de Latino­américa. Desde 1836 a la fecha, el río Bravo (Río Grande de acuerdo con su nomenclatura) marca una frontera de más de 1.500 kilómetros de longitud entre el insumiso Estado texano y el extenso y maltratado territorio al sur de sus orillas. Su extensión (695.624 km2) resulta tan importante como su historia. En Texas cabrían varios países y desde el siglo XVI han ondeado, cada una en su momento y con diferente fortuna, cinco banderas nacionales: las de España, de México, la República de Texas, la Confederada y la de Estados Unidos.

No resulta fácil representar a Texas en un libro, mucho menos en una película. Y no resulta sencillo porque a pesar de su extensión, Texas es cabal y empecinadamente monótono

No resulta fácil representar a Texas en un libro, mucho menos en una película. Y no resulta sencillo porque a pesar de su extensión, Texas es cabal y empecinadamente monótono, parecido a muchas otras partes: planicies polvorientas, verdes secos y la aridez de un desierto que desacredita cualquier vocación hospitalaria. En sus estepas, los repentinos sobresaltos del paisaje convocan al misticismo y a la aventura; a reflexionar acerca de ese azar repentino que implica descubrir lo bello en lo inesperado. No ocurre lo mismo con los centros urbanos. Salvadas las obligatorias excepciones, despuntan sobre el gris horizontal por su repentina presencia más que por su arquitectura.

Por estas, y quizás otras razones, Texas significa muchas cosas; pero sobre todo, ese particular concepto de la individualidad, justo en el país de los individuales; de rebeldía, precisamente en el país de los rebeldes (The land of the free and the home of the braves, reza el estribillo de uno de sus himnos nacionales). Texas significa identidad, idiosincrasia, certeza ontológica y etcéteras similares y concomitantes gracias, entre otras aportaciones, a la pluma de Cormac McCarthy (Blood Meridian, All The Pretty Horses) y la lente de John Houston, no por nada arropado con el mismo apellido del primer presidente de la naciente república texana: Samuel Houston. En ninguna parte Texas es un hecho aislado; tampoco una categoría sumisa a la definición o a la representación. Mucho depende del sitio donde se nazca, se viva, se le filme y, por supuesto, del momento en que se haga todo o algo de lo anterior.

Trailer de 'Boyhood'

Al margen de esta engorrosa pero, a mi juicio, necesaria introducción, dudo que representar a Texas haya sido la intención de Boyhood y, por lo mismo, resulta difícil descubrir sus huellas en el filme. Desde el título, queda evidente el interés del director por retratar el periodo iniciático de un jovencito anglosajón que por azares del destino nació y creció en una región particular de Texas; la ubicada en la parte centro-oriental de su territorio y poblado, en su mayoría, por anglosajones. Texas aparece por defecto; es una circunstancia, un accidente impuesto por el exiguo presupuesto y la cercanía con las oficinas de la producción. Su territorio no juega ningún papel ni como personaje, concepto significativo o recurso que respalde y hasta simbolice el tránsito de la infancia a la joven adultez del protagonista.

El viaje de Mason por el tiempo no aparece representado en los cambios de residencia: Houston-San Marcos-Austin (poblaciones situadas muy cerca una de la otra, aun tomando en cuenta el ingente territorio texano). El aprendizaje de Mason bien pudo ocurrir en Idaho o Vermont. Texas aparece como alusión y referencia, mas no como presencia fílmicamente significativa.

Texas significa muchas cosas; pero sobre todo, ese particular concepto de la individualidad, justo en el país de los individuales

La cámara registra 13 años de avatares físico-faciales de Mason en 3 horas de película. No obstante lo anterior, resulta evidente que al director le interesa dejar dos cosas en claro: el sitio donde sucede la historia y el tiempo histórico en que ocurre. Texas aparece en el discurso por mención directa a las ciudades de paso, en los encuadres de un Mason niño recortando en papel el mapa de Texas y jurando lealtad a la bandera de la estrella solitaria. El tiempo histórico de la película también resulta manifiesto: es el periodo comprendido entre los avionazos contra las Torres Gemelas y la campaña presidencial disputada por Obama y McCain años más tarde. En este contexto, destaca la escena en que Mason y su hermana se enfrentan a un redneck que les impide sembrar en su jardín, cobijado por la flamante bandera confederada, una pancarta en favor de la candidatura del primer presidente negro de Estados Unidos. El mensaje es claro: si bien es cierto que Texas es un Estado predominantemente anglosajón y republicano, también es cierto que no todos los texanos son racistas ni reaccionarios.

El director evade sistemática y eficazmente los estereotipos y lugares comunes relacionados con Texas, ya sean musicales, étnicos o culturales e, insisto, relacionados con el paisaje. Deja a un lado lo que por costumbre, comodidad y hasta apego a la verosimilitud identifica al Estado. A lo largo del filme, y esto hay que celebrarlo, poco juega aquello que caracteriza, al menos en el cliché, la representación texana: no hay cactus, ni mariachis, ni tacos; mucho menos insulsos sonsonetes folclórico-mexicanos. Incluye apenas dos o tres frases en español y, de paso, superficiales referencias a la migración representada por un inmigrante que conquista el “sueño americano”. Mas creo que en eso estriba el valor de la película, en abordar desde otra perspectiva un tema reiterado en la literatura y cinematografía estadounidense (el relato de iniciación) y la reconstrucción anticonvencional de un espacio signado por el símbolo y el estereotipo. El tono del filme es austero, ajeno a todo dramatismo sentimental, aunque a ratos se cuelen algunos guiños inevitables. Resulta escueto a todos los niveles, a tal grado, que es difícil encontrar picos en la narración.

El tono del filme es austero, ajeno a todo dramatismo sentimental, aunque a ratos se cuelen guiños inevitables

Será hasta los últimos minutos de la película, cuando el director oriente la cámara para visualizar espacios representativos. El viaje hacia el sur texano, la zona semiárida próxima a la frontera con México, la toma del majestuoso cañón que estrecha al río Bravo en el Big Bend. Los místicos aunque fugaces crepúsculos sobre la rocosa aridez del desierto cobijan la epifanía propia de todo relato iniciático. Y será hasta este momento cuando el paisaje coincida con la acción. La futura novia de Mason, esa que sustituye a quien decidió no acompañarlo para quedarse “en esta parte de Texas”, lo ayuda con una certeza: “Dicen que hay que atrapar el momento, yo creo que son los momentos los que nos atrapan”. Ese momento ocurre en esa parte de Texas a la que el director aludió casi por omisión y que Mason decide abandonar.

Película de iniciación, que no de viaje, por territorios significativos, Boyhood aparece celebrada por la crítica debido al atrevimiento de haber hecho corresponder el tiempo de la filmación (13 años) con la cronología personal del protagonista. Lo que el espectador presencia es un recorrido minucioso por el tiempo personal más que por la geografía.

Atrapar la vida

Gregorio Belinchón

Desde que nació, el cine ha ansiado —entre otros sueños— atrapar la vida en pantalla… con resultados decepcionantes. Así nacieron los documentales, pero mayor verosimilitud no conlleva mayor realidad. Así nacieron el neorrealismo, la nouvelle vague, el Free Cinema… Con éxito artístico, pero sin alcanzar en muchos casos su ulterior objetivo: la vida se compone de multitud de momentos de nula trascendencia dramática y de un enorme bagaje de pequeñas sensaciones. En el siglo XXI, quienes más se han acercado han sido Terrence Malick (El árbol de la vida) y Boyhood, de Richard Linklater, una película rodada durante 13 años —en veranos correlativos— para lograr mostrar en pantalla el devenir de la vida (centrándose en un chaval que acaba yendo a la universidad), y que por orden de su director rehúye los grandes dramas: en su desarrollo anticlimático está su tesoro. Es ficción, desde luego, pero desde la ficción se puede contar mejor el día a día de quienes no estamos llamados a grandes hazañas y sí a lidiar con el paso del tiempo. 

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