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CRÍTICA | LA OVEJA SHAUN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Excelencia hecha a mano

Un fotograma de 'La oveja Shaun'.
Un fotograma de 'La oveja Shaun'.

En el denso mapamundi de la animación, las instalaciones de Aardman Studios en Bristol tienen algo de la numantina tozudería y la perdurable nobleza de la aldea gala de Astérix: una unidad de resistencia frente a la hegemonía industrial y estética de la animación digital y, también, un feliz anacronismo consagrado a perpetuar, con no pocas dosis de romanticismo, la belleza artesanal de la animación fotograma a fotograma con figuras de plastilina.

LA OVEJA SHAUN

Dirección: Richard Starzak y Mark Burton.

Animación.

Género: comedia. Gran Bretaña, 2015.

Duración: 85 minutos.

Ocasionalmente, los responsables de Aardman han dado su brazo a torcer (levemente) respecto al orden imperante y han lanzado sus propios experimentos de animación de síntesis sin traicionar del todo su identidad estética, con películas como Ratónpolis (2006) y Arthur Christmas (2011), pero su corazón, y sus mayores logros, están en el ámbito de la stop-motion. Su poética no habla el lenguaje de la globalización, sino que despliega con orgullo una sensibilidad inconfundiblemente británica y reivindica una suerte de excéntrica domesticidad. En su popular personaje de la oveja Shaun, que protagoniza su primer largo tras una vida de 130 episodios televisivos de siete minutos de duración, parecen sublimarse las esencias de la factoría.

Nacida como presencia secundaria, pero sobrecargada de carisma, en el oscarizado corto de Wallace y Gromit—otros iconos de la casa— Un afeitado apurado (1995), Shaun es ahora el alma keatoniana de este largo sin palabras que amplía territorio —de la granja se pasa a una delirante aventura urbana—, demuestra que el humor blanquísimo aún posee capacidad de sorpresa, aporta varias lecciones magistrales de caracterización precisa con elementos mínimos —las maneras rufianescas del pato, la miopía del granjero— y alcanza una excelencia en el tempo del gag digna de los clásicos de la comedia silente. Con sus rótulos traducidos al castellano con mimo de miniaturista, La oveja Shaun es un triunfo de las manualidades trascendidas.

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