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DIARIO DE UN COLECCIONISTA (SIN PRESUPUESTO)

“Muchos cambian su arte para seguir la moda”

El coleccionista argentino Jorge Pérez es uno de los 25 latinos más influyentes de Estados Unidos según la revista 'Time'

Miguel Ángel García Vega
El coleccionista Jorge Pérez.
El coleccionista Jorge Pérez.

“He gastado 340.000 euros en Arco”. Jorge Pérez (Argentina, 1949) revela, excepcionalmente, la cifra mientras desayunamos en el Hotel Palace de Madrid. El coleccionista ha comprado 11 piezas. Sin duda, la sonrisa de Carlos Urroz, director del certamen, debe ser mayor que la del gato de Alicia en el País de las Maravillas. Pérez es conocido en el mundo del arte por muchas cosas. Su pasión compradora, su riqueza (3.100 millones de dólares, según la revista Forbes), un museo que lleva su nombre (Pérez Art Museum Miami, PAMM) y una actividad profesional, la promoción inmobiliaria en Miami, que le ha situado, acorde con la publicación Time, entre los 25 latinos más influyentes de Estados Unidos.

Pregunta. Ha comprado fuerte en la feria.

Respuesta. Sí. Arco es una de las mejores ferias del mundo. Hay coleccionistas de primer nivel y resulta muy acogedora. Es mi favorita.

P. Parte de su familia es cubana. Con la nueva situación entre Cuba y Estados Unidos, ¿cómo cambia el panorama para la plástica?

R. Todo el mundo habla de la Bienal de la Habana. Antes tenías que ir medio escondido. Habrá una concurrencia inmensa. La isla se abrirá y va a mostrar su extraordinario arte. Quiero comprar más de 300 piezas y regalárselas al PAMM.

P. ¿Los grandes coleccionistas han sustituido a la crítica de arte?

R. He visto artistas, no le doy nombres, que si les compra un gran coleccionista al día siguiente pasan de costar 10.000 a 40.000 euros. El arte se ha convertido en un símbolo de estatus social.

P. La especulación afecta, incluso, a artistas veinteañeros. ¿Esa tensión en los precios le dificulta comprar obra?

R. Sí. Se convierte en una carrera. Por ejemplo, Óscar Murillo, 29 años, ni te lo vende la galería. Tienes que esperar. Lo conozco desde cuando sus cuadros no costaban casi nada. Es algo que da miedo. Murillo es un artista estupendo. Pero otros, como Gordillo, 50 años de trayectoria y en todos los museos del mundo, cuestan la tercera parte. ¿Ese valor es real o no?

P. ¿Manipulación?

R. Sí. El mercado del arte se manipula de tal forma que hay artistas que casi no pueden entrar. Actualmente si eres un creador figurativo estás jodido. Manda la instalación y lo conceptual. Y muchos cambian su arte para seguir la moda o los deseos del comisario de turno. Se vuelven como un traje de Carolina Herrera.

P. Pero nunca había existido una vinculación tan estrecha entre el lujo y la plástica.

R. Es un branding. En mis edificios no lo hacemos solo por esa razón. Pero me gasto un dineral en incorporarles obras de arte. Algunos socios me piden que les compre piezas para los inmuebles. “Tengo dos millones de dólares de presupuesto”, me dicen. Es estatus. No que les guste.

P. La culpa es suya porque es el único promotor del planeta que tiene asociados a sus edificios comisarios que deciden qué piezas se instalan.

R. No me siento mal, soy un vendedor. He ido aprendiendo. Antes no entraba en los museos en las “cosas raras”. Ahora me esfuerzo por estudiar y mirar. Hoy veo piezas que no me gustaban y digo ¡guau!

P. Asegura que su gran ilusión es descubrir al nuevo Picasso ¿Lo ha encontrado?

R. Secundino Hernández será uno de los grandes y Óscar Murillo es un artista tremendo, pero algunas veces la fama y el dinero… En lo personal, lo importante es la pasión. Tengo amigos de mi sector que ya han ganado 1.000 millones de dólares y no tienen ganas de hacer otras cosas. Yo aún mantengo la tensión de crear edificios con los mejores diseñadores.

Termina Arco. Frente al balance imposible de los números (la feria nunca da cifras de ventas) se impone el de las sensaciones. La galerista Elba Benítez está “muy contenta”. Me lo cuenta desde Toledo, donde esboza un proyecto con Cristina Iglesias y Jorge Pérez para Miami. Mientras, en Madrid, Pedro Maisterra (Maisterravalbuena) y Mira Bernabéu (espaivisor) caminan idénticos sentimientos. Y Leon Tovar, galerista neoyorkino, cuyo stand es un pequeño museo de maestros de las vanguardias latinoamericanas, ha cruzado intereses con la Judd Foundation y la Tate. La feria y las vanidades gozan de buena salud.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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