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‘Borgen’ reivindica la política

La serie danesa protagonizada por una primera ministra llega a Canal + Series tras triunfar en 60 países

Guillermo Altares
Sidse Babett Knudsen, junto a su familia, en Borgen.
Sidse Babett Knudsen, junto a su familia, en Borgen.

Un ensayo reciente, Dying every day (Muriendo cada día), estudia el papel del filósofo Séneca en la corte de Nerón y su autor, James Romm, vuelve una y otra vez a una cuestión crucial: ¿Se puede salir indemne del poder? ¿Se puede ejercer el mando sin quedar moralmente tocado por las decisiones que se deben tomar? Hay pocas cosas tan alejadas de la Dinamarca contemporánea, uno de los países más transparentes, igualitarios, verdes y democráticos del mundo, como el cruel y enloquecido mundo de la dinastía Julio-Claudia. Sin embargo, esa cuestión se encuentra en el centro de la magnífica serie que Canal + Series estrenará hoy (22.30) después de pasar por 60 países: Borgen, que relata la historia de los problemas políticos y cotidianos de una primera ministra danesa que, por encima de cualquier otra cosa, trata de ser decente y no traicionar ni sus principios ni los de sus votantes.

“Es un drama de primera división en cualquier lengua”, señala Stephen King

La primera temporada de Borgen —nombre con el que se conoce el castillo de Christiansborg donde se encuentran los tres poderes del estado danés— relata a lo largo de diez episodios cómo Birgitte Nyborg, una política centrista interpretada por Sidse Babett Knudsen, se convierte en jefa de Gobierno, apoyada por una compleja coalición (más bien cogida con pinzas). La serie está más cerca de El ala oeste de la Casa Blanca, por la forma en que muestra las interioridades del poder y la relación con asesores y ministros, que de cualquiera de las dos versiones de House of cards, donde la maldad y el poder van siempre de la mano . Sin embargo, no ofrece una visión clemente o idealista de lo que ocurre entre bambalinas.

"Me había prometido no mentir en mis primeros 100 días", afirma Nyborg cuando se encuentra ante su primera crisis seria. La jefa de Gobierno tiene que lidiar con el realismo político —"Usted vende mis políticas, pero yo las hago", le dice a su jefe de prensa cuando trata de influir en una de sus decisiones—, con intereses económicos que tratan de frenar sus reformas, con su propia conciencia y con la conciliación familiar. La prensa representa una auténtica subtrama de la serie a través de dos coprotagonistas, la periodista de televisión Katrine Fonsmark (Birgitte Hjort Sorensen) y el asesor de comunicación, Kasper Juul (Pilou Asbaek).

La serie, producida por la televisión pública danesa y estrenada en 2010, va por la tercera temporada y ha logrado picos de audiencia en su país equivalentes al 40% de la población. Logra ser muy danesa pero también universal. De hecho trata temas, como el espionaje, que acabarían en los titulares de medio mundo. Cuando se estrenó en EE UU, el novelista Stephen King escribió en la revista Entertainment Weekly que era lo mejor que había visto ese año. "No se tarda mucho en entender que la política danesa no es muy diferente de la estadounidense. En la televisión de EE UU, cuando la familia y la ambición se encuentran suele triunfar (de forma muy poco realista) la familia. Aquí no se endulzan las cosas. Hay una cosa que tengo muy clara: es un drama de primera división en cualquier lengua".

El creador de Borgen, Adam Price, de 46 años, mitad británico y que también es el chef televisivo, explicó a The Guardian la génesis de la serie: "Me pareció muy interesante el hecho de que en nuestras autosuficientes democracias occidentales no queramos molestarnos en defender la democracia. Quizás ni siquiera votamos. Y es un dilema interesante: ¿Cómo podemos defender la democracia siendo a la vez tan cínicos sobre ella?".

La serie es ante todo una reivindicación del papel de la política, sin cinismo pero sin almíbar. Y es la historia de una mujer que, desde el poder, trata de llevar a cabo una serie de reformas que cree sinceramente que pueden mejorar su país, a la vez que se enfrenta a la crisis que genera en su hogar, dos hijos pequeños y un marido profesor de economía, su desaparición de la vida cotidiana. Algunos capítulos están encabezados por citas de Maquiavelo. Dinamarca no es, desde luego, la Florencia de los Médici, ni la Roma de Nerón pero los problemas y dilemas a los que se enfrenta el príncipe —la princesa en este caso— flotan por encima de cualquier tiempo y espacio.

Más allá de las coincidencias

CONCHA BOO, Copenhague

Cuando en el otoño de 2010, fecha de emisión en Dinamarca de la primera temporada de Borgen, su protagonista Birgitte Nyborg llegó inesperadamente al cargo de primera ministra, Helle Throning-Schmidt, actual jefa del gobierno, no contaba con llegar al cargo exactamente un año después (3 de octubre de 2011) y mucho menos con hacerlo de la misma manera que su homóloga en la ficción, gracias a una coalición de partidos.

Quizás esas coincidencias expliquen que el 83% de los daneses piensen, según una encuesta de Gallup para Berlingske, que la serie retrata fielmente la realidad política de su país. Siete de cada diez daneses aseguran que su éxito se debe a la humanización que han hecho de los políticos. Hablan de sus problemas, de sus remordimientos, etc. Pero según, Adam Price, productor y guionista de la serie, más que hacer una mera radiografía de la realidad “lo que pretendíamos era generar debate sobre asuntos como el liderazgo, los costes de la energía, la prostitución o la ética en la producción de carne de cerdo” (Dinamarca es el principal productor de carne de cerdo de la Unión Europea). A juzgar por las audiencias su estrategia ha funcionado en Dinamarca y otros 60 países más.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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