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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

9-N

Ana Pastor hizo un servicio al país logrando entrevistar a Artur Mas en directo el domingo noche. El día anterior había comparecido en TV-3

David Trueba

La España televisiva tiene una cita importante el 9 de noviembre. Es el cumpleaños de Belén Esteban, y basta conocer a los programadores para saber que será asunto estrella de plató. La convocatoria de la consulta para ese día por parte del Parlamento catalán ha seguido unos pasos absolutamente previsibles. Incluida la anulación cautelar por parte del Tribunal Constitucional no hay nada que escapara al guion trazado por los protagonistas. En aras del espectáculo, lo curioso sería que el alto tribunal dijera que adelante, que hagan el referendum, pero entonces el problema lo tendrían los catalanes, atados para siempre a una pregunta calculada con tendenciosa aritmética electoral.

Ana Pastor hizo un servicio al país logrando entrevistar a Artur Mas en directo el domingo noche. El día anterior había comparecido en TV-3 para someterse a las preguntas de Mònica Terribas, pero de no pasar por un canal de ámbito nacional habríamos contribuido a agrandar la abrumadora diferencia de información entre España y Cataluña. Esa especie de vidas paralelas en lo mediático que causa que los estados de opinión sean contrapuestos. La igualdad de los ciudadanos de uno y otro lado está sacrificada en aras de la agenda mediática mayoritaria en cada lugar y aunque parezca un daño lateral, con el paso de los meses se ha convertido en fundamental. Porque la idea del voto popular se ha impuesto en un lugar como máxima representación democrática, mientras en el otro rincón se establece la legalidad como única supervivencia de un sistema de libertades individuales.

Mientras en Cataluña la entrevista con Mas gozó del liderazgo de audiencia, su encuentro con Ana Pastor ni siquiera batió a la entrevista de Risto Mejide con el líder de Podemos. Sería estúpido sacar conclusiones por un dato de audiencia, pero quizá alumbra esa divergencia de la que hablábamos antes. Artur Mas ha decidido echarle la calle catalana encima al gobierno nacional. Mientras la agenda la marcaban los cálculos políticos de uno y otro, sabíamos con mucha antelación cada paso de este culebrón de aprobaciones de leyes y recursos interpuestos. Pero como en las peleas de gallitos en el cole, lo imprevisible llega cuando se citan en la calle, fuera del amparo de los muros escolares y la vigilancia de los maestros.

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