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Una de tebeos... de ayer

Calvin y Hobbes se hacen adultos

El creador de la célebre tira cómica vuelve tras 19 años de silencio

Cartel de Bill Watterson para la película Stripped.
Cartel de Bill Watterson para la película Stripped.

Bill Watterson publicó la última tira de Calvin y Hobbes el 25 de diciembre de 1995. Aquellas cuatro viñetas, en color, en el formato dominical, son una de las grandes obras maestras del cómic: Calvin y su tigre se despiertan y descubren un paisaje completamente nevado. "Es un mundo mágico, Hobbes, viejo amigo. ¡Vamos a explorarlo!", exclama el niño antes de lanzarse a la aventura. Con estas palabras se cerró una década de dibujos que lograron una conexión insólita con los lectores y terminaron de demostrar que las tiras cómicas de los diarios no eran sólo para niños. Tras aquellos dibujos, Watterson desapareció de la vida pública, se convirtió en una especie de Thomas Pynchon de los tebeos, aunque nunca adoptó una actitud huraña a lo J. D. Salinger.

Sólo existe una fotografía suya, sonriendo ante su mesa de trabajo. No ha permitido ningún tipo de comercialización de sus personajes (cualquier camiseta o peluche de sus personajes es un producto pirata), pudo haber ganado millones, pero renunció: defendió con una coherencia insólita la pureza del cómic sin querer convertirlo en una industria. "Siempre es mejor irse pronto de la fiesta. Creo que la razón principal por la que Calvin y Hobbes todavía encuentra su público es porque elegí no quemarlo. Nunca me he arrepentido de parar cuando lo hice", declaró por correo electrónico en la única entrevista que concedió durante su largo periodo de silencio. El periódico elegido era toda una declaración de principios: el Plain Dealer, de Ohio, porque vive en un municipio de este Estado, Chagrin Falls, situado en los alrededores de Cleveland. Cumplió su promesa y no volvió a publicar. Hasta ahora: 19 años después de aquella mítica tira, Watterson ha vuelto.

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Se trata de un regreso a la altura del personaje: discreto, humilde, con mucho sentido del humor. Watterson no ha intentado competir contra sí mismo con un proyecto muy ambicioso o resucitando a Calvin; sino que ha mostrado el mismo amor por el dibujo que ha marcado toda su obra. Volvió a los diarios de una forma insólita: coló tres tiras en The Washington Post, pero nadie supo que eran suyas hasta después de su publicación, ya que pidió prestado el espacio a otro dibujante, Pastis, e imitó su estilo con cierta ironía (el diario que reveló el Watergate se encontró con la exclusiva más extraña de su larga existencia porque ni siquiera sabía que la llevaba en sus páginas).

Una década de Calvin

Calvin y Hobbes se publicó en periódicos de todo el mundo durante diez años, entre 1985 y 1995.

Sus protagonistas son un niño de imaginación desatada y poco sentido de la autoridad y su tigre de peluche, que cobra vida cuando están los dos solos.

En 1995, Bill Watterson dejó de dibujar las tiras cómicas y nunca ha permitido ningún tipo de comercialización de sus personajes.

Ha creado también el póster de una película sobre dibujantes de tiras cómicas, Stripped, un documental en el que además ofrece una entrevista, y ha aceptado dibujar el cartel del próximo Festival de Angulema, que albergará también una exposición, después de que le concediese este año el Gran Premio. Eso sí, no tiene previsto desplazarse hasta la ciudad francesa que acoge el más conocido certamen de cómics del mundo. Hasta se ha estrenado un documental sobre él, Dear Mr. Watterson, que puede verse en España en la plataforma Filmin.

"Es el secreto que más me ha costado mantener en toda mi vida porque sabía que tenía algo muy importante y raro, como haber visto al Yeti", escribió Pastis en su blog tras revelar que recibió un mail de Watterson en el que se ofrecía a dibujar tres tiras de Pearls before Swine (Margaritas para los cerdos) sin que nadie se enterase. "Es como si Jimmy Hendrix me hubiese dicho que tenía un nuevo riff de guitarra. Y, sí, soy consciente de que Hendrix está muerto".

La única imagen de Bill Watterson.
La única imagen de Bill Watterson.

En cuanto al cartel de la película, Watterson aseguró que le pareció un reto y por eso aceptó: realizó una viñeta muy divertida, en la que mostraba a un dibujante que saltaba disparado y desnudo de sus ropas, espantado tras leer un titular: "¡Adiós periódicos!". La obra de Watterson siempre ha estado ligada a la prensa y siempre ha querido que su espacio sean los periódicos: su genialidad reside en eso, en ser capaz de contar historias infinitas en un formato muy reducido, en crear personajes complejos en cuatro viñetas.

"Las tiras cómicas son creadas bajo la presión de un cierre diario inflexible y tenemos muy poco espacio para escribir o dibujar", explicaba Watterson en uno de sus escasos textos, publicado en The Calvin and Hobbes. Tenth aniversary book, un libro estupendo en el que el autor comenta muchos dibujos y ofrece una mina de información sobre su trabajo. La descripción de su trabajo es a la vez un homenaje al arte de hacer periódicos, pero también a los tebeos y a sus personajes. Explica que el nombre de Calvin es una referencia a Calvino y confiesa que lo que dice y hace este niño de imaginación desbordante y escaso sentido de la autoridad es un reflejo del autor: "Sus pensamientos son los míos, me refleja a mí como adulto, no como niño". Hobbes, el tigre de peluche que cobra vida cuando está con el niño, es un homenaje al filósofo inglés --"El hombre es un tigre para el hombre"-- y está inspirado en los gatos que tuvo Watterson. También describe a todos los secundarios: los padres, Suzie, la canguro ("Probablemente la única persona a la que Calvin tiene miedo"), la maestra, el abusón Moe... Viñeta a viñeta, tira a tira, presionado por los cierres y los condicionantes de tiempo y espacio de la prensa, Watterson logró construir un universo que nunca se acaba, seguramente porque decidió cerrarlo a tiempo.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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