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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Demolición

Dos películas españolas en la cartelera tratan vertientes distintas de la decadencia

David Trueba

Hay dos películas españolas en la cartelera que tratan vertientes distintas de la decadencia. En una de ella, Anochece en la India, un hombre se enfrenta a sus demonios personales camino de la muerte, cuando ya fallan las fuerzas y todo lo que hay por delante es desierto. Le acompaña, ya no un familiar, sino la asistenta rumana. Pese a lo luminoso del paisaje, la idea de viaje final tiene algo de aquella mítica Balada de Narayama,que es una leyenda rural, pero que sigue hablando del incómodo lugar que se reserva para quienes ya no son productivos. De una manera cada vez menos sutil, el arrinconamiento y la fatiga ante los que no tienen nada que ofrecer, se hace evidente en cada gesto político, en cada valla publicitaria y en cada pomposa declaración de por dónde ha de ir el futuro. Irónica presunción esta de resolver el futuro cuando no somos capaces ni de afrontar nuestro pasado.

La otra película se llama Edificio España y es un documental pausado y observante, donde la tesis, al contrario de lo que acostumbra a ser pauta, no está martilleada en cada instante, sino que termina posándose como un desasosiego inabarcable. Cuenta el proceso de demolición interior de ese edificio emblemático que corona la plaza de España desde 1953. Habla de las tripas y de los tumores internos de una metáfora de país, con su laborioso enjambre de subempleados de demolición. Después de vencer las reticencias de la propiedad, la cinta pudo mostrarse para ilustrar un proceso nacional generalizado, en el que toca destruir primero, triturar y demoler antes de ofrecer una perspectiva de futuro. Alborozados, las autoridades nos han comunicado que el edificio va a ser comprado por el empresario chino Wang Jianlin y podría ser un hotel y centro comercial de lujo destinado, obviamente, al turista.

Ni Chema Rodríguez ni Víctor Moreno, los directores de ambas películas, tienen la respuesta que ustedes y yo estamos esperando. Pero al menos utilizan la paciencia para mostrar los signos. Las películas sobre degradación no regocijan al público que acude a verlas. Tampoco lo pretenden. Se quedan ahí en el aire como un insecto zumbón y molesto. Pero ambas historias pueden presumir de contar en qué consiste hoy llevar ocho apellidos españoles.

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