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EL LIBRO DE LA SEMANA

Ni santo ni demonio

'Aspectos de Wagner' de Bryan Magee destaca por su "brevedad y lucidez" Se trata de un libro al alcance del lector o melómano interesado en el universo 'wagneriano'

“La defensa militante corre pareja con el desprecio militante”, argumenta Bryan Magee (Londres, 1930) en la página 43, tratando a esa animadversión que Wagner puede despertar lo mismo que en otros la adoración fanática. La primera edición de Aspectos de Wagner es de 1968; la edición revisada que inspira esta cuidada traducción al castellano es de 20 años después: 1988. En todo este tiempo, este libro no ha dejado indiferente a nadie y, a pesar del estigma de un sector purista, la balanza de los elogios es claramente favorable. La frase, muy británica, de la reseña del Times Literary Supplement lo resume: “Excelente y llamativo por dos virtudes de las que carecía Wagner: la brevedad y la lucidez”.

Estamos frente a un libro de ideas novedosas al alcance no solo de la musicología erudita sino del lector o melómano interesado en el universo wagneriano, un sistema que parece no tener fecha de caducidad y cuya influencia en las artes y la literatura es desgranado con síntesis y claridad admirables por Magee. El autor parte de una premisa tan real como de difícil encaje: “Personas que desconocen las teorías de Wagner las describen constantemente como sinsentidos”. Y es verdad. Muy pocos se adentran en la a veces farragosa prosa del compositor de Leipzig. Explica Magee que Wagner “escribe como un autodidacta, con expresiones floridas, un vocabulario pensado para impresionar, abstracciones innecesarias y estructuras gramaticales rebuscadas”. Por encima de todo eso, está el monumento de su música, donde nunca pasa lo que con su prosa “improvisada, esa verborrea carente de reflexión o disciplina; de que, cuando se embarcaba en una frase, no tenía ni idea de cómo iba a terminarla”. Wagner era extrañamente consciente de su creación musical.

Es fascinante palpar la presencia wagneriana de Elliot a Joyce, de Proust a los simbolistas

El análisis de Magee dibuja el panorama donde se cultivó y forjó la personalidad del joven Wagner y el valor que concedía a las palabras y al verso. Dice Magee: “Escuchar la música de Wagner simplemente como música, sin relación con las palabras o el drama, es perderse todo eso. Es abstraer la música de un medio de expresión mucho más amplio pero único (verbal-musical-dramático) en el que no lo es todo. La música es tan buena que es fácil hacerlo y disfrutarla perdiendo de vista lo que uno se pierde”. Esta alerta pone en la senda teórica de Magee, como analiza que, de haber una teoría primordial en Wagner, está nutrida de innumerables fuentes y teorías subordinadas; por ejemplo, Wagner habla de Beethoven con “perspicacia asombrosa”, pero es verdad que sus críticas a la estructura de la ópera tradicional (y especialmente a la ópera italiana) aunque en su momento son claramente interesadas, tienen un valor perdurable. Wagner poseía una intuición fuera de serie y Magee lo realza, con su ya temprana posición ante el mito y su importancia psíquica. En esto aventajó a la psicología y a la antropología, y como dice Magee, advirtió medio siglo antes que Freud acerca de Edipo.

En la primera parte, Magee incide en un tema que muchos de los biógrafos de Wagner, anteriores y posteriores a la primera edición de este libro, solapan o tratan poco: su juventud como “activo revolucionario”, y apunta que, esas obras teóricas wagnerianas están casi todas escritas en 12 años de exilio y tienen una notable influencia, muchos ecos, “tanto de las ideas como de la fraseología, de los escritos de Karl Marx, incluido El manifiesto comunista, que acababa de aparecer en 1848”. Es cierto que no es posible demostrar que Wagner leyera a Marx, pero Magee está convencido de ello, entre otras cosas, por su olfato despierto y su interés por todo lo nuevo. La cercana camaradería juvenil con Mijaíl Bakunin sí es historia.

Tras tocar el asunto de los judíos y el antisemitismo de Wagner (capítulo 2: ‘Judíos: No menos en la música’), en cuanto al culto al compositor y a su capacidad de influencias, los capítulos 3 y 4 de este libro son los más importantes. Fuera de toda duda sobre su síntesis y erudición, lo más significativo son las perspectivas que abre. Magee cita el diccionario Grove: “La música de Wagner está sometida a más prejuicios que la de casi cualquier otro compositor”. A partir de aquí se afana en explicarlo. Es fascinante palpar la presencia wagneriana de Elliot a Joyce, de Proust a los simbolistas. W. H. Auden escribió que Wagner fue “tal vez el mayor genio que ha existido”. Magee se sitúa en la diana, en el momento de enfrentar “al fenómeno Wagner” liberado de prejuicios y aportando una evolución crítica de “su influencia en la cultura de nuestro tiempo”.

Finaliza el libro con una severa y premonitoria advertencia a los directores de escena. Con elegancia, Bryan Magee los pone en su justo sitio, los baja de un inexplicado pedestal al que fueron ascendidos en las dos décadas posteriores a la redacción de la primera edición de su texto sobre Wagner, con lo que su apreciación tiene así un valor añadido por todo lo que vendría después.

Aspectos de Wagner de Bryan Magee. Traducción de Francisco López Martín. Acantilado. Barcelona, 2013. 128 páginas. 12 euros 

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