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El futuro del espionaje ya está aquí

La cuarta de la serie Bourne es la primera sin Matt Damon Su protagonista, alterado clínicamente para matar mejor, plantea una vuelta de tuerca al género

Toni García
El actor Jeremy Renner en 'El legado de Bourne'.
El actor Jeremy Renner en 'El legado de Bourne'.

Amnésicos, vengativos, profesionales... Sean cuales sean sus defectos o sus virtudes, este va a ser un gran verano para los agentes secretos. No dejarán en los próximos meses puerta por patear o cabeza sin golpear, y a veces hasta será incluso por motivos personales. El primero en llegar es Aaron Cross, el sucesor oficial de Jason Bourne en la saga que lleva su nombre, dispuesto a demostrar con la cuarta entrega, El legado de Bourne, que no tiene nada que envidiar a su compañero de armas. Esta vez las tortas las dará Jeremy Renner en lugar de Matt Damon, un conglomerado de fuerza bruta y talento (como ya demostró en The town) contra el recuerdo de un actor consagrado como Damon.

A continuación llegará Venganza 2, lo último de Liam Neeson, donde éste vuelve a interpretar a un agente de la CIA, ya retirado, al que no frenaría ni una docena de tanques si se trata de salvar a una familia de una red de maleantes de alto copete. Y finalmente, llegará Skyfall, la última entrega de las aventuras del legendario James Bond. Como en Casino Royale y en Quantum of solace serán Daniel Craig y sus rasgos pétreos los que defiendan una vez más a la reina de Inglaterra, como en cierta gala inaugural de los Juegos Olímpicos.

Quizás no sea algo casual que de estas sagas hiper-taquilleras Bourne sea la primera en llegar. Pocos imaginaban hace una década la ascendencia que tendría en todas las películas del género en los años venideros el señor Bourne: Venganza, Casino Royale, Indomable, las dos últimas entregas de Misión imposible o Sin salida son sólo algunos de los ejemplos de la fiera influencia de la trilogía bourniana. El mismísimo Bond, remozado por el rostro del mencionado Craig, cambió la actitud calma y burlona de sus antecesores hasta meterse en la sombra de Damon: rápido, hiperfísico, letal en todas las vertientes de su trabajo. “Una máquina de matar de 100 millones de dólares” en palabras de uno de los protagonistas de la película inaugural, que vino a sacudir los cimientos del cine de acción y supuso el inicio de una saga multimillonaria que se complementaría con El mito de Bourne y El ultimátum de Bourne.

A partir de su ejemplo, todos los espías eran tipos (y tipas) de una contundencia descomunal, poco amigos de la charleta. Se acabaron los tejemanejes en los sótanos de las embajadas y los encuentros a oscuras en ciudades de color gris. El propio Neeson confirmaba en la primera parte de Venganza ese giro brutal del género que vino del frío a un producto más duro, menos preocupado por los guiones (un esqueleto argumental más o menos sencillo era más que suficiente) y más centrado en el daño que uno puede infringir a los villanos de turno.

El último ejemplo, El legado de Bourne, lleva el asunto un poco más lejos. No es sólo que se atreva a darle al reset en la franquicia cambiando al actor principal por otro. Esto en sí mismo no resultaría demasiado sorpresivo ya que este mismo año se ha estrenado entre nosotros la nueva entrega de Spiderman, en la que Andrew Garfield debuta como hombre araña. También es un secreto a voces que Warner Brothers está impulsando un nuevo Batman, cuyo rostro aún es una incógnita, para sustituir al de la exitosa saga de Christopher Nolan.

Visto así el fenómeno conocido como reboot tiene poco de nuevo. Lo más sorprendente de El legado de Bourne es el giro que se da al propio personaje otorgándole poderes casi sobrehumanos mediante una modificación genética: “un superespía que ha sido modificado farmacológicamente para saltar más alto, pensar más rápido, pegar más fuerte, escuchar mejor y tolerar el frío extremo” tal y como contaba Hugh Hart en su influyente blog, Underwire, de la revista Wired, toda una referencia en los temas de tecnología y entretenimiento.

Hart explicaba que el nuevo Bourne (llamado Aaron Cross, al que interpreta el mencionado Renner) aún siendo un retrato de ficción no está muy lejos de lo que será en el futuro un espía de una superpotencia. Aquel suero que administraban al Capitán América para convertirle en un soldado perfecto podría no andar muy desencaminado de la realidad. Y Bourne es el primer filme en trasladar esa hipótesis a una trama convencional.

Rachel Weisz, que interpreta en la película a la científica encargada de moldear el héroe llegó a entrevistarse con expertos en el área para asesorarse y el realizador, Tony Gilroy, fue un poco más lejos, tratando de averiguar todo lo posible del programa DARPA. DARPA es la rama de investigación avanzada del Pentágono estadounidense y —tal como adelantaba el rotativo británico Sunday Express el domingo pasado— está estudiando en estos momentos como modificar los genes de los soldados para hacerles capaces de sobrevivir varios días sin dormir, comer, ni beber sin que su salud se resienta. El periodista Marco Giannangeli entrevistaba al profesor Joel Garreau, de la Universidad de Arizona, quien admitía que se habían producido ya diversos avances al respecto: “El ejercito ha probado ya una droga que anula los mecanismos del sueño. Se testó en pilotos y a los 40 horas habían mejorado su concentración sin haber dormido”. Así pues, en El legado de Bourne, la ficción del espía invencible no solo cambia de actor sino también de pelaje: bien podría ser un nuevo ejemplo de que la vida real corre mucho más deprisa que el cine o de que Bourne vuelve a sentar nuevas bases para el género: uno más inquietante y aterrador que el legendario cine de espías.

La saga de Bourne, que tiene como protagonista a un agente secreto tan poderoso y resolutivo como amnésico, interpretado por Matt Damon, llegó hace una década para hacer saltar por los aires las convenciones del cine de espías, sí, pero también el género de acción en general. Las tres primeras entregas se distribuirán con EL PAÍS a partir del domingo 26 de agosto por 2,95 euros y con periodicidad semanal.

  • El Caso Bourne, Doug Liman. (2002). Matt Damon se destapa como héroe de acción en una cinta alejada de los cánones del género. Un desmemoriado Bourne es rescatado por un pesquero y recala en Zúrich, donde descubre que alguien va tras él.
  • El Mito Bourne, de Paul Greengrass. (2004). La segunda entrega de la saga es también la primera de una frutcífera colaboración entre Damon y el director Paul Greengrass. El periplo de Bourne en su huída le lleva por parajes de India, Moscú, Berlín o Nueva York.
  • El Ultimátum de Bourne, de Paul Greengrass. (2007). La despedida del actor Matt Damon (y también de Paul Greengrass) de su personaje más célebre le lleva hasta la ciudad de Londres, donde un periodista del diario The Guardian le ofrecerá nuevos detalles sobre su verdadera identidad y por qué quieren dar con él.
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