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Chile, laboratorio mundial de los neuroderechos

El país sudamericano es el primero del mundo que impulsa una legislación frente a los riesgos de la neurotecnología, como la pérdida de privacidad mental

Rocío Montes
El neurocientífico madrileño Rafael Yuste.
El neurocientífico madrileño Rafael Yuste.N. J.

Chile será la punta de lanza de los neuroderechos en el mundo. El Senado del país sudamericano ha presentado una legislación pionera a nivel internacional para hacer frente a los riesgos de la neurotecnología, como la pérdida de la privacidad mental. Es una excepción en medio de un polarizado clima político: senadores de todos los sectores, arropados por organismos de distintos sectores y el mundo académico y científico, han promovido la propuesta, que contó con el apoyo de Rafael Yuste, investigador español, catedrático de la Universidad de Columbia (EE UU) e impulsor del mayor proyecto mundial para conocer los secretos del cerebro, la iniciativa Brain. El senador Guido Girardi, que preside la comisión Desafíos del Futuro del Senado, confía en que el Parlamento chileno aprobará este año las nuevas leyes.

“No podemos cometer los errores del pasado y usar los avances de la ciencia para producir daño a los seres humanos y a nuestro planeta, como lo fue la bomba atómica, la generación de plástico y los pesticidas”, ha advertido la científica Cecilia Hidalgo, presidenta de la Academia de Ciencias de Chile, durante la presentación de los proyectos legislativos. En el encuentro, donde participaron los rectores de las dos principales universidades del país –la Universidad de Chile y la Universidad Católica–, tanto Yuste como Miguel Ángel Moratinos, el Alto Representante de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, hablaron del “paso histórico que está dando Chile”. Darío Gil, director de investigación de IBM, indicó que “los aspectos éticos y sociales de la tecnología, neurotecnología e inteligencia artificial deberían ser discutidos en todos los parlamentos”.

El Congreso chileno comenzará a debatir dos proyectos. Primero, una enmienda a la Constitución que define por primera vez en la historia la identidad mental como un derecho que no es manipulable y que cualquier intervención, por motivos de salud, debe estar regulada legalmente. En segundo lugar, un proyecto de ley que recoge los cinco principios fundamentales que ha trabajado el Grupo Morningside, coordinado por Yuste y compuesto por 25 especialistas internacionales en neurociencia, derecho y ética. Este equipo reclama a los Gobiernos la creación de nuevas leyes frente a los riesgos de la neurotecnología.

Identidad, libertad y privacidad

El proyecto de ley chileno resguarda los derechos a la identidad personal, al libre albedrío, a la privacidad mental, al acceso equitativo a las tecnologías que logren aumentar las capacidades humanas y el derecho a la protección contra sesgos y discriminación. “Se fuerza a la educación de la ciudadanía con respecto a las consecuencias de la tecnología”, afirmó Yuste. “Chile, de aprobar ambos proyectos, será pionero en el mundo, un modelo a seguir. Lo mira con lupa la OCDE, la Unesco, Naciones Unidas y las propias compañías tecnológicas”, agregó el científico, que opina que Chile puede llevar la delantera porque tiene un sistema jurídico ágil y, aunque se trata de un país relativamente pequeño (17 millones de habitantes), posee un alto desarrollo de sus instituciones.

Demasiado tarde para las redes sociales

“Actualmente tenemos que convivir con las consecuencias negativas de las redes sociales, pero es demasiado tarde para volver al comienzo”, señaló Yuste desde Nueva York. No quiere que suceda lo mismo en su campo, la neurociencia, “que es todavía más importante que las redes sociales, porque se refiere a la lectura y manipulación de la actividad cerebral, que es la base física y científica de la mente humana”.

Explicó que la neurociencia comienza a acceder al concepto esencial del ser humano: pensamientos, percepciones, emociones, memoria, es decir, lo que somos los Homo sapiens. “Por lo tanto”, indicó, “es importante ser precavidos y poner guardarraíles a la tecnología, antes de que sea demasiado tarde”. Lo considera un asunto que se debe regular con prisa: “Hay gente que dice que es demasiado pronto y otras dicen que es demasiado tarde. Pero que las compañías tecnológicas se hayan incorporado con miles de millones de dólares en el último año a la carrera neurotecnológica, es un motivo de urgencia”.

Las máquinas ya han comenzado a leer los pensamientos, aunque en forma primitiva. El propio Yuste, cuyo proyecto Brain contempla financiación por unos 6.000 millones de dólares, consiguió en 2019 manipular el comportamiento de unos ratones apuntando a determinadas neuronas. En Columbia, un colega suyo desarrolló una prótesis visual inalámbrica para invidentes con un millón de electrodos que permite conectar a una persona a la red. La agencia de investigación del Ejército de Estados Unidos financió un aparato que podría crear soldados con supercapacidades, al estimular hasta 100.000 neuronas.

Proyectos en marcha

Las compañías tecnológicas trabajan a contrarreloj porque apuestan a que el nuevo Iphone será una interfaz cerebro-computadora no invasiva. Facebook ha invertido unos mil millones de dólares en una compañía que comunica el cerebro con los ordenadores y Microsoft, la misma cantidad en la iniciativa de inteligencia artificial de Elon Musk, que pretende ayudar a pacientes con parálisis o extremidades amputadas a controlar su expresión y movimiento o a ver y oír solo con el cerebro. No ha ocultado, sin embargo, que el objetivo final es el de conectarnos directamente con las máquinas para mejorarnos con inteligencia artificial. El proyecto chino –tres veces más grande que el estadounidense– ha permitido avances que posibilitan, por ejemplo, medir el nivel de concentración o el estrés de los conductores públicos.

Pese a las regulaciones que son necesarias, en la presentación virtual del plan legislativo, organizada ayer desde la capital chilena, hubo consenso sobre las bondades de la neurotecnología. Para el senador Girardi, impulsor del Congreso del Futuro –un evento celebrado en Chile donde se reflexiona sobre temas de vanguardia–, “la Humanidad no podrá sobrevivir ni enfrentar los desafíos sin la ciencia y la tecnología que, a su vez, pueden destruir a los seres humanos”. Fue el parlamentario el que, bajo el cielo del despejado del desierto de Atacama, en el norte chileno, tomaba un café con Yuste cuando hace menos de dos años pensaron: “Si la regulación de la neurotecnología es uno de los desafíos centrales del futuro de la Humanidad, ¿por qué no la hacemos debutar en Chile?”.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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