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Mas pide que el independentismo altere su estrategia tras el giro de Pedro Sánchez

El movimiento vive el nuevo escenario político y social con una mezcla de ilusión, escepticismo y sensación de desubicación

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en Lleida. En vídeo: Mas aseguró que "Sánchez no aceptará el derecho a decidir del pueblo de Cataluña"Vídeo: NANDO GALINDO (EFE)
Miquel Noguer

Si algún efecto rápido ha tenido el nuevo Gobierno del socialista Pedro Sánchez, este debe buscarse en Cataluña. El independentismo, o una parte sustancial del mismo, está descubriendo cómo se caen uno tras otro los argumentos más emocionales que han acompañado a la escalada de su discurso en los últimos años. Personas que han sido un referente del separatismo, como el expresident Artur Mas, reclaman un replanteamiento de la estrategia tras la llegada de Sánchez al poder, que ha marcado un giro hacia la moderación que, según estos dirigentes, inhabilita el discurso duro de que “España es Turquía”.

Hace apenas 15 meses el expresidente Carles Puigdemont aprovechaba una charla en la universidad de Harvard (EE UU) para dibujar una España negra, sin división de poderes y repleta de actitudes represivas que, dijo, solo podía compararse con un régimen autoritario. Ahora, con la caída de Mariano Rajoy por un escándalo de corrupción, el cuñado del Rey a las puertas de la cárcel y un barco con 630 inmigrantes rumbo a Valencia en busca de refugio, el independentismo se dispone a reinventar su discurso: incluso a estos partidos les resulta difícil sostener que España se parece a la Turquía autoritaria que describía Puigdemont.

Enrocados en la vía unilateral

No hay visos de que el independentismo abandone en bloque la idea de la vía unilateral. Y no solo por los antisistema de la CUP. En la calle, la poderosa Asamblea Nacional Catalana, sigue actuando como eficaz contrapeso de quienes abogan por vías posibilistas. La presidenta de la entidad, la economista Elisenda Paluzie, no ve motivos para rectificar el rumbo. “La cuestión de fondo no ha cambiado, para el actual gobierno la unidad de España también pasa por encima de cualquier otro valor y ello está impregnado en todas las instituciones del Estado”, dice. “Si ellos no cambian nosotros tampoco cambiaremos de estrategia: no queremos renunciar al derecho a la autodeterminación y hay que avanzar por la vía de los hechos”. La entidad independentista se agarra al nombramiento de Josep Borrell como ministro de Exteriores para justificar su enroque en la vía unilateral. “Personas como Borrell son las que crean fractura social en Cataluña, necesitan esta fractura para justificarse internacionalmente”.

El expresident Mas se pronunciaba así este viernes en conversación con EL PAÍS: “El soberanismo debe mantener el objetivo de construir un Estado para Cataluña en un ámbito europeo de soberanías compartidas, pero a la vez tiene que adaptar su estrategia a la nueva situación de Cataluña y de España”. Según el primer impulsor del proceso soberanista y hoy inhabilitado por sentencia judicial, “una estrategia debería pasar, dentro de Cataluña, por ampliar y reforzar la base soberanista, construir mejores alianzas internacionales y destacarse por su buen gobierno y las buenas prácticas”. “Y fuera de Cataluña aprovechar las ventanas de oportunidad que abre el cambio de gobierno en España y nuevas alianzas parlamentarias”, añade.

Aun así, las heridas del proceso independentista siguen bien presentes en la sociedad catalana y se visibilizan en forma de lazos amarillos por doquier y carteles a favor de los nueve dirigentes independentistas que se encuentran en prisión preventiva por rebelión, sedición y malversación de fondos. También en alguna que otra escaramuza, como las vividas en las playas entre activistas secesionistas y los contrarios a la independencia, hartos de la ocupación del espacio público con simbología separatista.

El independentismo vive, sin embargo, el nuevo escenario con una mezcla de ilusión, escepticismo y desubicación. “Es como si todos los jugadores del equipo estuvieran en el vestuario a punto de saltar al campo para librar la batalla y que, cuando salen, en lugar de un campo de futbol se encuentran con una cancha de baloncesto, con el terreno de juego cambiado y las normas modificadas”. La metáfora es del consultor Josep Martí Blanch, ex responsable de comunicación de los Gobiernos de Artur Mas. Efectivamente, el terreno de juego ha cambiado. El independentismo ya no tiene a Mariano Rajoy en el otro lado de la línea y con sentencias como la de la trama Gürtel o la de la financiación ilegal del PP valenciano ve desmoronarse su descripción de una Justicia al servicio del Gobierno.

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La nueva situación está dejando al descubierto no solo las contradicciones del movimiento independentista sino, especialmente, la creciente fractura del mismo entre los partidarios de una lucha pragmática y posibilista y un sector que cada vez se adivina más minoritario, y que defiende retomar la vía de los hechos consumados caiga quien caiga porque, a su entender, España sigue siendo “irreformable”. El primer grupo está encabezado por ERC y buena parte del PDeCAT, partido que, sin embargo, tiene que convivir dentro de la coalición Junts per Catalunya con los más acérrimos defensores de la vía unilateral que defiende Puigdemont y su entorno de diputados independientes. Los anticapitalistas de la CUP están también en esta línea dura, así como la principal organización civil independentista, la ANC. La otra gran dinamizadora del procés, Òmnium, ha optado por alinearse con posiciones menos radicales. Así las cosas, todos buscan resituarse en el tablero.

Las nuevas alianzas son más fáciles de articular una vez se ha roto el independentismo como frente. “Ha desaparecido la columna vertebral en la que el soberanismo podía tener un objetivo común. Mucha gente independentista ha dicho ‘basta’, ya no se puede continuar con la estrategia de la CUP”, resume Martí Blanch.

Intelectuales de peso del independentismo como Vicenç Villatoro, actual director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, está convencido de que se avecina un cambio de rumbo. “Que España haya vivido estas últimas semanas cambios que son percibidos como positivos, que mejoran su imagen, que presentan un rostro más dialogante, debería ser considerado desde el soberanismo como una buena noticia; excepto si se milita en el ‘cuanto peor, mejor’, que siempre es un mal negocio”, dice. En su opinión, si Sánchez consigue abrir una vía factible de diálogo “el independentismo tendrá que hacer un esfuerzo más grande para legitimar su opción y hacerse atractivo”.

El cambio de tercio se percibe también en el independentismo a pie de calle que representan las organizaciones que han movilizado a cientos de miles de catalanes. La veterana organización Òmnium encabeza este cambio, no sin olvidar el trauma que significa para ellos tener en prisión preventiva a su presidente, Jordi Cuixart. “El nuevo Gobierno tiene asuntos, como el de la ayuda a los refugiados, en el que nos sentimos cómodos, pero Sánchez no ha hecho ni un solo gesto de empatía hacia nuestro presidente”, dice Marcel Mauri, vicepresidente de la entidad cultural.

Está por ver hasta qué punto la nueva situación política y social que vive España será capaz de arrastrar al conjunto del soberanismo hacia posiciones de diálogo. Muchos de los gestos del presidente catalán, Quim Torra, no invitan al optimismo por sus constantes invectivas contra el Gobierno. Pero también es cierto que Torra gobierna desde una posición de debilidad, no solo por ser una simple correa de transmisión de Carles Puigdemont, sino porque antes tiene que levantar de nuevo el prestigio del autogobierno catalán. Torra, de momento, no tiene previsto hablar en la prestigiosa universidad de Harvard. Su primer contacto internacional será también en Estados Unidos pero como invitado de un festival de cultura popular.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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