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La exposición que sucumbió ante el independentismo más de derechas

Barcelona retiró una instalación artística de una plaza simbólica tras cinco horas de acoso en Twitter

Imagen de la instalación en el Fossar, antes de la campaña en su contra.Vídeo: SILVIA ARENAS | Quality

Una campaña en Twitter orquestada por personas del sector más radical de la derecha independentista, vinculados al Partit Demòcrata Europeu Català (PDECat, la antigua Convergència), logró en apenas cinco horas que el Ayuntamiento de Barcelona retirara la semana pasada una exposición artística del Fossar de les Moreres, una céntrica plaza que acoge el memorial por los caídos en la defensa de la ciudad frente a las tropas de Felipe V en 1714.

La obra, de estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona e incluida en el festival Llum BCN, pretendía rendir un homenaje a los sin techo con una instalación en la que los carros de supermercado y el fuego simbolizaban el calor del hogar ausente. Para este sector — minoritario, pero muy influyente y que logró arrastrar a buena parte del independentismo—, la muestra constituía una grave afrenta a la memoria de los fallecidos y acusaron a la alcaldesa, Ada Colau, de denigrar uno de los símbolos de la nación catalana. Ante el riesgo de incidentes, el Ayuntamiento acabó por desmontar la obra. Durante décadas, y hasta este episodio, el Fossar de les Moreres ha compatibilizado sin problemas su doble faceta de espacio simbólico y la de plaza de barrio con sus actividades lúdicas, culturales y económicas.

Una investigación basada en los datos de tráfico en la red, hecha por una empresa especializada, revela cómo solo tres personas —apoyadas por una docena cuentas anónimas (conocidas como trolls), algunos militantes del partido e influyentes opinadores— pusieron en marcha una tormenta perfecta que acabó por mover 19.000 mensajes en la red y lograr más de 39 millones de impactos potenciales (veces que los usuarios de esta red social pudieron ver un mensaje sobre el tema). La cifra real fue en realidad mucho mayor, ya que el estudio solo tiene en cuenta los mensajes que contienen la palabra "Fossar". Algunos miembros de ERC y la CUP también se sumaron a las quejas.

La obra fue instalada en el Fossar en la tarde del jueves día 9 y fue vista por decenas de miles de personas —la zona es muy concurrida— hasta el sábado a las 12.32, cuando arrancó la campaña. En Twitter no hay rastro de queja alguna en esos dos días. En una red social en la que cada día se vuelcan protestas de todo tipo en cualquier ciudad –por el ruido, el retraso de los trenes, la comida de un restaurante, la actualidad política…— el silencio total sobre el tema resulta atronador.

A nivel institucional, la obra tampoco había provocado reacción alguna pese a que el programa de Llum BCN era público desde hacía semanas. Inicialmente tenía que ser instalada en el convento de Sant Agustí, pero unas obras obligaron a buscar un nuevo emplazamiento. La elección del Fossar fue hecha por técnicos del Instituto de Cultura de Barcelona y comisarios del festival por “criterios artísticos y de paisaje urbano”, afirman sus responsables. Se trata de un equipo que lleva cinco años trabajando y que "en ningún momento" pensó que "la obra pudiera molestar a nadie".

Pese a que Colau fue el blanco de casi todos los ataques, en realidad el responsable del área de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona es el socialista Jaume Collboni. “Cuando recibí el programa no le vi nada especial. Son decisiones de los técnicos y comisarios. Los políticos no entramos en eso”, explica. Desde el PDECat y ERC tampoco prestaron atención al asunto: “La oferta del festival es muy amplia y no reparamos en ese punto ni en las repercusiones que podía tener”, admiten sus portavoces.

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El inicio de la campaña fue muy virulento. A las 12.32 del sábado, Mark Serra, militante convergente conocido por su agresiva defensa de las posiciones más a la derecha del independentismo, colgó el siguiente mensaje: “Y la Colau sigue haciendo montajes artísticos que degradan los santuarios del independentismo. Cuando echamos a esta okupa botiflera [traidora]?”.

A las 12.50, Joan Maria Piqué, responsable de comunicación con medios internacionales de la Generalitat, lanzó su primer tuit: “Esto es un cementerio. Aquí hay patriotas enterrados. Es nuestra tumba del Soldado Desconocido. Vergüenza! Basta!”. Tres minutos más tarde entraba en escena Francesc Abad, otro conocido defensor de las tesis más derechistas del independentismo y que en mayo pasado tuvo que dimitir del secretariado de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) tras llamar “chusma” a la CUP. “Colau profana el Fossar de les Moreres y la memoria de los mártires de 1714. Ni olvido ni perdón, ¡sinvergüenza!”. Minutos más tarde añadió: “¡Esto requiere respuesta inmediata! Qué se han creído esta banda de hijos de puta”.

A partir de este momento, una decena de cuentas anónimas empezaron a trabajar para extender la polémica por la red, cuyos mensajes tuvieron eco entre un reducido pero activo número de militantes convergentes. Se crearon varios hastags –etiquetas que agrupan los tuits por temas—y fotomontajes, e incluso se observa un reparto de papeles. Mientras unas cuentas elevaban el tono emocional e histórico de la ofensa, otros ponían a Colau y su partido en el foco de las acusaciones, mientras un tercer grupo buscaba la complicidad de políticos, medios de comunicación y opinadores mencionándolos en sus mensajes.

A las 13.32, una hora más tarde del primer tuit, empezaron a informar del caso los medios más afines al independentismo. En todos los casos incluyeron un dato erróneo que aumentaba la intensidad de la supuesta afrenta: que los vecinos se habían topado con la instalación al despertarse esa mañana, cuando en realidad esta llevaba casi dos días en la calle.

El papel de entidades como Memorial 1714, erigiéndose como defensores de la esencia del Fossar y denunciando la instalación, adquirió gran relevancia. La tarde anterior, sin embargo, sus responsables habían participado en una fiesta popular de carácter netamente independentista en la zona sin mostrar reparo alguno a la presencia de los carros. Uno de ellos incluso llegó a colgar fotos en Twitter donde puede verse la obra.

La irrupción de los medios arrastró a su vez a los cargos políticos, lo que dio pase a la institucionalización de la polémica. En esta fase los mensajes, hasta entonces llenos de insultos, se suavizan y el debate se ancla alrededor de una idea: Colau ha cometido una afrenta al independentismo (o, en el mejor de los casos, un error) al poner en el Fossar una obra que podía haberse instalado en cualquier otro sitio.

Uno de los primeros en intervenir fue el portavoz municipal de ERC, Jordi Coronas, que a las 14.26 calificó de “vergonzosa” la exposición y exigió “respeto” para “un espacio de memoria”. El PDECat tardó más en entrar, aunque lo hizo de forma más amplia y contundente. Varios concejales cargaron contra la alcaldesa por “maltratar” el Fossar y el partido publicó un comunicado en el que criticaba “la nula sensibilidad y desprecio de Colau hacia los símbolos catalanes”.

Medios de comunicación aparte, la cuenta que más contribuyó a extender la polémica —más de 711.000 impactos potenciales— fue la de la periodista Pilar Rahola. A las 14.52 escribió: “Sra Ada Colau, nos puede explicar qué obsesión enfermiza tiene con los símbolos nacionales. 1ero el Born y ahora el Fossar. ¡Deje en paz la memoria!”. El mensaje incluía un fotomontaje puesto en circulación minutos antes por Mark Serra convocando a sus seguidores a “defender el Fossar”.

Este llamamiento encendió las alarmas incluso en filas convergentes. Si la llamada tenía éxito, con los ánimos exaltados y 15 carros cargados de escombros y decenas de litros de alcohol de quemar, la polémica podía convertirse en un problema de orden público. Discretamente y por un momento, las diferencias políticas quedaron de lado. El concejal convergente Jaume Ciurana alertó al Collboni y este, tras hablar con los responsables del festival, decidió retirar la instalación.

Esto, sin embargo, no evitó algunos momentos de tensión en el Fossar, donde llegaron a reunirse una veintena de personas. Los autores de la instalación vieron cómo esta era desmontada mientras algunos les gritaban “traidores” e “id a poned carros de supermercado a la tumbas de vuestros abuelos”. Varios de los cinco estudiantes son abiertamente independentistas. “Los pobres chavales han recibido la lección más injusta de su vida”, reflexiona una docente de la Facultad de Bellas Artes.

La retirada de la instalación, sin embargo, no calmó los ánimos en Twitter, convertido durante unas horas más —la polémica se prolongó hasta el domingo— en una monumental bronca entre defensores y detractores de la obra que ganaron por goleada los segundos. Pero incluso en ese ambiente, hubo muchas personas abiertamente independentistas que se volcaron en defender la instalación y a sus autores Una de las más relevantes fue el teniente de alcalde de Badalona, Oriol Lladó (ERC): “El Fossar es un espacio vivo; por eso tiene valor: es presente, no ‘pasado’. Bienvenidas siempre provocaciones, interpretaciones y… homenajes”. El tuit fue rápidamente contestado por Joan Maria Piqué: “Te creeré cuando vea que aceptas sin inmutarte que se rían y maltraten lo que tengas por más sagrado #estupendismo #burrada”. Otro alto cargo del Gobierno catalán, Jaume Clotet —director general de Comunicación de la Generalitat—, terció en el debate a través de su cuenta personal en Twitter: "Quién crea que poner una estatua de Franco en el Born y carros de la compra en el Fossar no tiene intencionalidad política vive en la luna".

La gran mayoría de la treintena larga de personas entrevistadas para esta información, de todos los partidos, admiten que la polémica del Fossar les ha dejado un regusto amargo. "Fue todo un exceso", admiten incluso en filas convergentes, que tratan de tomar distancia de la campaña e inscriben el episodio en "los constantes agravios" que sufren desde el Gobierno municipal. Desde el Ayuntamiento se admite que se "ha creado un precedente peligroso". "Que sin un debate público abierto un grupo de personas logren retirar una exposición de la calle es una señal muy preocupante", añaden. Pese a ello, estas fuentes consideran "inteligente" la actuación de Colau. "Se retiró la obra por motivos de seguridad y no se libró una batalla que se iba a perder de todos modos. Al día siguiente, la alcaldesa calificó de 'menor' el episodio y en dos días el asunto ha quedado casi olvidado", explican.

Jaume Collboni, sin embargo, considera que "queda pendiente un debate abierto y a fondo sobre el uso del espacio público y la libertad de expresión". "Hay que hacerlo sin vetos y respetando a todas las partes y formas de expresión. Pero también sin conculcar los derechos de nadie", añade.

El poder de un sector minoritario

El conflicto del Fossar ilustra la influencia para marcar la agenda política y mediática que tiene el sector más radicalizado del PDECat. Un grupo que es muy minoritario dentro del independentismo —ni siquiera es mayoritario dentro del PDECat—, pero que basa su poder en la cercanía al expresidente catalán Artur Mas, el uso intensivo de las redes sociales, una agresividad que lleva a muchas personas a retirarse del debate y la complicidad de varios medios de la órbita convergente.

Su gran rival a batir es la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el espacio político que ella representa, conocido como “los comunes”. Mientras una parte del independentismo de izquierdas mantiene cierta sintonía con los comunes, desde esta derecha se ve al espacio de Colau como el gran obstáculo para alcanzar la independencia.

Un precedente del caso fue el boicot –también impulsado por sectores convergentes-- al pregón del escritor Javier Pérez Andújar, uno de los mejores cronistas de la Barcelona metropolitana y crítico con el proceso independentista. ERC no participó en esa campaña y sus concejales acudieron a la lectura del pregón.

El conflicto del Fossar, según la gran mayoría de las fuentes consultadas, es además un nuevo capítulo de otro conflicto larvado que se solapa con el debate independentista. El PDECat y ERC han apostado en los últimos años por convertir las ruinas descubiertas bajo el vecino Mercat del Born, muestra de la ciudad arrasada por las tropas de Felipe V, en el epicentro del independentismo. Una propuesta a la que el equipo de Colau ha querido imprimir un giro ampliando su espectro histórico para incluir en él la lucha antifranquista y el papel que en ella jugaron sindicatos y partidos de izquierda.

“Las dos partes llevan más de un año enfrentadas y no hay voluntad de cerrar el conflicto. Lo del Fossar ha sido un pretexto y volverá a ocurrir con cualquier otra cosa”, explica un militante de Esquerra crítico con la gestión de ambas partes.

Otro ejemplo de esta pugna fue la exposición Franco, Victòria, República que acogió el Mercat del Born el pasado octubre. Según sus organizadores, la muestra pretendía reflexionar sobre la presencia impune, aún hoy, de elementos y símbolos franquistas en el espacio público. Esta idea se llevó al extremo con la exhibición en el exterior del recinto de una estatua de Franco decapitado, lo que fue considerado una provocación y generó el rechazo, en esta ocasión casi unánime, del independentismo. La estatua también acabó siendo retirada tras sufrir varios ataques vandálicos.

El pasado sábado, tras la retirada de la obra, un reducido pero influyente grupo de personas alardearon de la victoria lograda. Una figura destacada fue quien encabezó la lista de la CUP en las pasadas elecciones catalanas, Antonio Baños, que luego dimitió como diputado por las reticencias de su formación a apoyar a Artur Mas como presidente de la Generalitat. En en artículo de opinión sobre las disputas entre comunes e independentistas, titulado Guerras culturales: 2 a 0, Baños escribió: "Un golazo por toda la escuadra en octubre y un golito de tacón ayer. Venga, hagamos las paces antes de que esto acabe en una manita, más dinero  malgastado y un sentimiento de vergüenza generalizado".

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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