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veranos de la villa

Martirio de todos los colores

La coplera iconoclasta celebra sus 30 años de carrera en Hortaleza, última escala de los Veranos de la Villa

Martirio durante su actuación, el pasado martes, dentro de la programación de Veranos de la Villa.
Martirio durante su actuación, el pasado martes, dentro de la programación de Veranos de la Villa.Santi Burgos

Ahora que podemos verlo con perspectiva, 1986 fue un año de grandes alumbramientos. Morrissey y sus Smiths minaban la moral de las mentes biempensantes con The queen is dead, Peter Gabriel aunó lirismo y efervescencia sonora con So y Paul Simon reinventaba el pop y, de paso, los ritmos étnicos con aquel Graceland de remite sudafricano. Y mientras tanto, por estos andurriales ibéricos, la revolución cobraba forma de peineta y se atribuía un nombre de pasión pura. Aquella mujer se llamaba Maribel Quiñones, pero la conocimos y conoceremos siempre como Martirio. No busquen equivalencias. No existen.

Han transcurrido tres décadas desde aquel alumbramiento, un debut transgresor incluso en su título (Estoy mala), y Martirio sigue ostentando el trono en el reinado de la heterodoxia. No hay heredera a la vista, ni urge nombrarla. Lo pudieron comprobar anoche las casi 3.000 personas que se acercaron a la fresca por el Auditorio Pilar García Peña, en el distrito de Hortaleza, otro de esos casi ignotos enclaves periféricos que han puesto en el mapa estos Veranos de la Villa tan barriales. Con el graderío abarrotado, los rezagados a pie quieto frente al escenario y las barras despachando minis de cerveza con la urgencia propia de estos calores postreros.

Era la última página de la presente edición, hoy nos fumigaremos los estertores del mes de agosto, el sol ya no se consagra a la vida crápula y en cuatro telediarios regresaremos a la rutina de prisas, humos, malos humos y humaredas varias, pero con Martirio se hace improcedente el ejercicio de la nostalgia. Maribel sigue cantando tan lindo que solo invita a sentirse afortunado por su presencia. A disfrutar del preciso instante y atesorarlo en algún resquicio privilegiado de la memoria. Porque ella encarna la serenidad hermosa, pero también el inconformismo de la poesía. La solemnidad de la saeta y la guasa inimitable de un chándal con tacones, las pastillas "pa' funcionar", esos muelles del somier que ya no emiten un triste gemido, los maduritos interesantes que resultan ser un muermo integral. Casuísticas cotidianas que usted ha vivido o le han contado de primera mano. Circunstancias menores que solo una artista grande puede transformar en arte con mayúsculas.

Fueron canciones de todos los colores, pero jamás en tono sepia. Cantares "para quererse y para los que se están separando", en resumen jocoso de la oficiante. Homenajes de pelaje variado: sentidos, a Carlos Cano ("un pedazo de tío pa' comérselo"), o socarrones; a todas esas mujeres entradas en carnes que, como en 'Las mil calorías', regatean con su nutricionista cada línea de la dieta.

Tan cromática resultó la noche que Martirio combinó el radiante verde esmeralda del vestido con el violeta indisimulado del abanico, como en un capítulo de los Teletubbies. El resto de la gama arcoíris quedó para los bises y La noche es guy, otro destello de ingenio con guiño a entendidos y abrazo sin distingos a hombres y mujeres de bien. Casi todos los que se cruzará hoy en la calle. Todos los que, antes o después, se siguen emocionando con una mujer que, como el título de uno de sus discos, no ha dejado de ver color. Por mucho que Maribel resguarde sus ojazos verdes tras las gafas oscuras de Martirio.

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