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DANCE Fangoria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hedonismo reiterado

Alaska y Nacho Canut, con cuatro noches de llenos en el Teatro Barceló, se instalan en el Día de la Marmota y el más plano de los inmovilismos

Fangoria.
Fangoria.FERNANDO NEIRA

No vamos a descubrir a Fangoria a estas alturas. Tampoco el predicamento del que siguen gozando Olvido Gara y Nacho Canut, que en su dimensión numérica se antoja tan indiscutible como asombroso: este martes se dirimía en el Teatro Barceló el segundo llenazo de los cuatro consecutivos para saludar la publicación de Canciones Para Robots Románticos, un último álbum que exprimieron generosamente con la seguridad de que en la platea se sabían ya mejor las letras que los propios oficiantes. Fangoria es un valor seguro porque pasan los años, los discos, las monsergas, y todo permanece igual. Alaska & Co. se cuidan muy mucho de ser ellos mismos, para lo cual no hay nada mejor que seguir haciendo, una y mil veces, exactamente lo mismo. Y así durante 96 minutos en otra de esas noches con las que Bill Murray y las marmotas habrían estado en su salsa.

Abre boca uno de los estrenos, Delirios de un Androide Cardado, que esconde bajo su título despepitado no solo la primera ráfaga maquinera y machacona, sino también una confesión de dolorosa veracidad: “Si las máquinas no piensan, por qué voy a pensar yo”. El concepto de pensamiento incluye, sin duda, el desarrollo de una mínima diligencia musical. Gara no abandonará ya su letanía entre monocorde y robótica. Y tampoco se desprenderá ni un solo segundo del respaldo vocal del abnegado Rafa Spunky, que escolta a la gran dama, nota por nota y sílaba a sílaba, durante todo el santo concierto. Una nueva y revolucionaria dimensión, imaginamos, para el mundo de la composición y los arreglos.

El contraste con el estilismo gótico y prieto de Olvido lo aporta una vez más (porque todo acontece, insistimos, una y mil veces más) el hierático Canut, trasunto de un científico aseado que ha colgado la bata en el laboratorio para acudir de traje a algún congreso. Y si los congresistas nunca se caracterizaron por una agenda de trabajo extenuante, él se aplica el mismo criterio: música pregrabada y a vivir. Así, durante 19 piezas concebidas bajo un patrón idéntico de compás binario, ritmo martilleante, entonación hierática y estribillos ascendentes. Para que nadie se despiste ni una pizquinina, hasta el más reciente jitazo de la banda, Geometría Polisentimental, muestra similitudes evidentes con Cómo Pudiste Hacerme Esto a Mí, una canción de hace 32 años. Cosas de la retroalimentación, un término que, como buen polisílabo, bien podría servir de título para algún futuro disco de Fangoria.

Solo surgen destellos de diversidad en la brillante letra de Manual de Decoración para Personas Abandonadas, que redimensiona el consabido melodrama con citas a Le Corbusier, o en las tímidas disonancias de ¿Por Qué A Mí Me Cuesta Tanto Olvidarte?, penúltima píldora de la velada antes de la única novedad en el listado de canciones, una revisión de Quiero Ser Santa. El resto son los despechos, soponcios, celos, puñaladas, consuelos nocturnos y nubecitas de amor de siempre. El cancionero se repite, los argumentos se repiten, las coreografías se repiten; esta vez, con dos mulatos de cuerpos lozanos y muchas horas de pelu en Juan Por Dios (como mínimo). Fangoria son los reyes del hedonismo reiterado y reiterativo. Del hedonismo a piñón fijo. De sota, caballo y rey. O, más bien, solo de sota. Una vez superada la euforia inicial podremos seguir bailando y abrazándonos, pero nada distingue ya un subidón del anterior o el siguiente. A lo mejor resulta que esa pobreza de espíritu que denuncian en Disco Sally, primer bis y apertura del nuevo álbum, queda mucho, mucho más cerca de lo que pretenden dar a entender.

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