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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por su propio peso

La responsabilidad política de Mas es tan inequívoca que la CUP no sabría digerir a un salvapatrias que ha perdido un plebiscito ni respaldar a un protomártir de la crisis que recorta

Jordi Gracia

Una hora después de votar, empezaron por el principio: el plebiscito del 27 de septiembre se perdió, tanto si Junts pel Sí quiso reconocerlo como si no. Se perdió. Pero la mayoría parlamentaria independentista se había ganado, sin sumar tramposamente los votos de Sí que es pot y sin hacer cabriolas trileras. Esa mayoría existe. Han recordado los portavoces de la CUP una segunda cosa impensable: la única condición que la coalición electoral de Junts pel Sí no ha movido resultaba ser el único punto secreto. Debe de ser tan y tan secreto que no cae por su propio peso, como alguno de los portavoces de la CUP dijo, sino que está ausente, missing, desaparecido, expectante y me imagino que abriendo una botella de cava catalán a la salud de su prosperidad política.

Nadie mencionó en la rueda de prensa de las cuatro de la tarde el nombre que una y otra vez flotaba ambientalmente en las respuestas y en las declaraciones de la CUP. Se llama Oriol Junqueras, acaba de renunciar a la alcaldía que ostentaba por los pelos y yo diría que es un candidato viable para los criterios independentistas de ERC, de la CUP y cabe suponer que también de Junts pel Sí.

Debo pertenecer al sector de los obvios, pero no supe salir de mi asombro mientras seguía la rueda de prensa y nadie preguntaba si el candidato alternativo al que aludieron una y otra vez podía ser o no ser Oriol Junqueras. Los mensajes de los cuatro portavoces fueron un fuego cruzado de honestidad y dolor: cambien al candidato, tienen siete días, la pelota está en su tejado, lo hemos dicho de mil maneras.

Abochorna hasta límites democráticamente envilecedores que ni la coalición Junts pel Sí ni el propio Artur Mas hayan querido plegarse a las leyes de la democracia

No soy ni he sido ni creo que vaya a ser votante de la CUP ni de ERC pero me saco el sombrero ante la templanza que ha mostrado la CUP ante la presión de las últimas semanas. Y me abochorna hasta límites democráticamente envilecedores que ni la coalición Junts pel Sí ni el propio Artur Mas hayan querido plegarse a las leyes de la democracia: Mas no puede ser su candidato; Junqueras sí puede.

Quien no puede investir a Mas es la CUP porque es un presidente que está en la misma debilísima posición en la que está el mismo Rajoy al que Pedro Sánchez negó la decencia: está implicado como testigo, clima y atmósfera, como secretario general de Convergència, en casos graves, indecentes, flagrantes de corrupción, además de liderar ejemplarmente los recortes sociales. Y aunque los tribunales no hayan dictado sentencia ni lo hayan imputado, la responsabilidad política es tan inequívoca que la CUP —ni el resto de la izquierda— no sabría digerir a un salvapatrias que ha perdido un plebiscito ni tampoco podría respaldar a un protomártir de la crisis que practica recortes (sin querer).

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Ni delante ni detrás del atril apareció el nombre de Junqueras. El rechazo de Junts pel Sí a cambiar a Mas por Junqueras es el mejor retrato de una sumisión de clase, monodependiente y cautiva: cobarde.

Jordi Gracia es profesor y ensayista.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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