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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Terra Pírrica

El saqueo a la ciudadanía ha ido acompañado de fracasos estrepitosos en todos los casos de proyectos emblemáticos auspiciados por la derecha

Puede asegurarse sin exagerar que fue Eduardo Zaplana el que empezó a arruinar esta pobre comunidad, con el concurso nada desinteresado de Juan Cotino, Rafael Blasco y otros cuantos más de su calaña. Y también que cuando se empezó a construir Terra Mítica cerca de Benidorm ya era muy fuerte la sospecha de que semejante engendro iba a terminar mal, muy mal, tanto o más que sus felices promotores, pero cuando se confirmó el desastre anunciado Zaplana ya era ministro ¡de trabajo! y lejos estaba la hora de echarle un galgo o un podenco.

Creo recordar que lo primero que hizo el héroe de Cartagena como ministro es hacer llegar una carta personal a los contribuyentes avisándoles del coste real de los servicios médicos y medicamentosos que recibían por la gracia del PP, como si se tratara de un excelente gestor que advierte de la que no a mucho a tardar nos iba a caer encima por esos y otros conceptos más o menos cochambrosos. Lo cierto es que desde entonces todo ha ido a peor por aquí, y la que se anunciaba como pronta California valenciana ha devenido una pesadilla insoportable con cientos de sus representantes políticos haciendo cola para echar una mano a los jueces que se disponen a procesarlos por sus múltiples correrías. En otros términos: lo de Terra Mítica no era cierto, la ayuda a Nicaragua comandada por Blasco era mentira, la participación de Cotino en la visita del Papa no contribuyó a ganarse el cielo sino a desenmascararle como lo que es, y así todo lo demás, hasta llegar por su propia lógica destructiva a cargarse muy a las malas un ente de tanto postín como el de RTVV, previamente reconvertido en un apestoso club de amigachos. Algunos de sus miembros todavía escriben artículos de prensa en defensa de la libertad y de los buenos modales.

Por todo eso y por mucho más, un listado un tanto lisiado que ahora ahorramos al lector, bien se puede afirmar que esta terra se ha convertido, más que en mítica, en pírrica, en el sentido en que los grandes eventos que habían de darle relevancia mundial han sido más costosos para todos que los beneficios obtenidos a cambio, que vienen a ser ninguno. También la alicantina Ciudad de la Luz ha quedado totalmente entre tinieblas y bajo sospecha, circunstancia también anunciada desde el principio de los principios, ya que, en efecto, no abundan en el mundo los estudios de cine dispuestos a financiar a los cineastas que los utilicen en sus rodajes: ocurre precisamente al revés, así que se trataba de nuevo de conseguir la entrada de esta engañada Comunidad en el mundo mundial del arte cinematográfico a costa de los contribuyentes, otra engañifa que cayó por su propio peso después de ser muy bien recibida por nuestros presuntos cineastas en ciernes.

Lo cierto es que el saqueo a la ciudadanía ha ido acompañado de fracasos estrepitosos en todos los casos de proyectos emblemáticos auspiciados por la derecha desde su asiento en los poderes públicos, según una espiral de desasosiego que parece tocar a su fin. Mientras tanto, muchos se han enriquecido a cambio de sus embustes y de sus múltiples chanchullos, y eso hasta el punto de que el valenciano común ya no confía para nada en la gran música o la gran pintura, en las artes escénicas autóctonas o en el todavía inexistente cine valenciano. ¿Y a santo de qué habrían de hacerlo?

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