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El hombre que se tiró a los leones, historia de un desamparo

Justo José M. P sufre trastorno bipolar y dormía al raso en el municipio de Gelida

Dani Cordero
Justo José M. P. itentó entrar en el palacio de la Generalitat vestido de militar el pasado 4 de noviembre.
Justo José M. P. itentó entrar en el palacio de la Generalitat vestido de militar el pasado 4 de noviembre. carles ribas

"Hola. Buenos días”. Esas fueron las palabras que Puri intercambió hace unos días en Gelida con Jujo, el hombre que el pasado domingo se arrojó al foso de los leones del Zoo de Barcelona. Era primera hora de la mañana y la vecina se iba a caminar por los bosques de Gelida (Alt Penedès), como hace habitualmente. Él, Justo José M. P., iba vestido con un traje militar de camuflaje, como ya se había convertido en una costumbre en los últimos tiempos. Y esta vez cargaba unas cuerdas al hombro. Probablemente había pasado otra vez la noche al raso. En el último año era habitual que lo hiciera. A veces dormía en un banco en la plaza del Triangle. Algunas noches le acogía algún amigo en casa. Dicen en este pueblo de 7.100 habitantes que sus excompañeros de trabajo en el Ayuntamiento le ayudaban: desde lavarle la ropa hasta facilitarle comida.

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Era lo que él había hecho en otras épocas: cuando mantenía su trabajo como policía municipal de Gelida. Entonces se extralimitaba en sus funciones de guardia urbano y si tenía que echar una mano a alguien se la echaba. “Era una buena persona. Muy-bue-na-per-so-na”, recalcaba ayer un vecino de la calle de Anoia del municipio, zona en la que Jujo últimamente se dejaba ver. “Algunas veces había invitado a alguien que lo necesitaba a comer en Cal Boter; el lo pagaba”, explica. Otro vecino recuerda cómo años atrás le dio a una mujer necesitada un sobre con cien euros en el bar Can Nitus.

No hay recuerdos negativos sobre este hombre que llegó a Gelida como agente de la Guardia Civil y que luego se hizo con una plaza de policía municipal. Pero las sonrisas se hielan cuando toca hablar del presente. Le recuerdan con el traje militar, su bicicleta a juego y algunos días incluso con el casco puesto y sin olvidar las sombras pintadas bajo los ojos. Le encantaba proyectar la imagen de superviviente.

Se afeitaba a navaja en la fuente de la plaza del Triangle. Un 11 de septiembre se presentó en el monumento a Rafael Casanova de Barcelona y quemó una estelada. El 23 de noviembre colgó en la fachada de la Pedrera unas banderas con una esvástica con un mensaje en el que se leía: “Aborto asesino”. El día 4 del mismo mes ya había intentado entrar en el Palau de la Generalitat para denunciar los sobornos de los políticos.

Su última aparición pública, la más trágica, la protagonizó el domingo cuando, después de saltar las protecciones, acabó en el foso de los leones del Zoo de Barcelona, atacado por tres ejemplares. Tras ser rescatado por empleados del Zoo, de los Bomberos y de la Guardia Urbana, fue trasladado al hospital del Vall d'Hebron, donde permanece en la unidad de cuidados intensivos. Su estado es crítico pero estable.

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No está claro el recorrido que Jujo ha hecho en los últimos años. Los vecinos descartan que tenga fuertes convicciones políticas. Quemó una estelada, pero en su bici llevaba inscrito un “Catalonia Army”. Tiene, eso sí, profundas convicciones religiosas. Se desconoce qué hilos han movido las administraciones para intentar sacarlo de la espiral que ha vivido en los últimos años. Diferentes fuentes aseguran que padece un trastorno bipolar y que se negaba a tomar la medicación que le habían recetado. “Yo pasé una depresión muy fuerte, pero es por la medicación que me daban; por eso la dejé de tomar”, explicaba J. J. en una entrevista publicada en el blog Faxsintinta.

Hay quien explica que su enfermedad se agravó cuando se divorció, perdió la custodia de su hijo y murió su madre. Desde entonces apenas mantenía contacto con su exmujer y su hijo, de la misma forma que no tenía mucho contacto con su padre y su hermano, que viven en la provincia de Alicante. Tras diferentes bajas y altas, y después de que fuera retirado del servicio en las calles, hace cosa de un año y medio, Justo José cogió una excedencia voluntaria. Y quedó medio desamparado por el sistema, aunque vecinos de la ciudad aseguran que los servicios sociales del Ayuntamiento de Gelida conocían el caso y hacían lo que podían.

Fuentes del Ayuntamiento de Gelida señalaron ayer que Justo se había negado a recibir ayuda, al considerar que era él quien debe ayudar a otra gente. “Si no hay argumentos médicos para darle la incapacidad por larga enfermedad se le da trabajo y nosotros no tenemos mecanismos ni potestad para decidir sobre él”, señalaron las mismas fuentes. El Consistorio está reuniendo información para el momento en que concluya la excedencia y poder decidir sobre su reingreso.

“¿Quién tenía que hacerse cargo del caso?”, se preguntaba ayer Jaume Rius, que había charlado en alguna ocasión con Justo y le había recomendado que, en su estado, se medicara. “Quizás debería tener una asistencia sanitaria forzosa”, agregaba. Rius, tras ver las imágenes de la Diada, con la quema de la bandera, lanzó un grito de alarma en Twitter: “Este hombre necesita ayuda ya hace días. En @salutcat (Departamento de Salud) o @mossoscat deberían tener información”. Han pasado los meses y pese a los diferentes sucesos ocurridos, las administraciones no extremaron su control sobre Justo.

El último incidente protagonizado por Jujo ha obligado al Zoo de Barcelona a plantearse si debe cambiar las medidas de seguridad del recinto.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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