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FOLK | LA MODA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un compromiso encomiable

Los siete jóvenes burgaleses encadenan tres llenazos en El Sol con un espectáculo honesto, vitamínico, sudoroso y muy meritorio

Hubo que esperar hasta las 23.30 para que este sábado aparecieran los chicos de La Maravillosa Orquesta del Alcohol en el segundo de sus tres llenazos consecutivos en El Sol, pero las horas intempestivas le sientan muy bien al desparpajo de estos siete chavales burgaleses. “Llevamos cuatro años y más de 180 conciertos”, presumió David Ruiz, un cantante menudo pero de estupenda voz rasgada que tiene motivos para sacar pecho: durante 65 intensísimos minutos, el compromiso de estos agrestes urbanitas veinteañeros con el sudor, la cultura de garito, el festín despendolado y el ritmo de la calle fue del todo encomiable.

Puede que las camisetas blancas de tirantes no figuren entre los atuendos más sensuales que sugeriría un estilista, pero hasta en el establecimiento de este código de vestuario se percibe el empeño de La MODA por transmitir calor, empatía, vivacidad. La noche entró en calor con tres ejemplos de sus inicios anglófonos, Gipsy queen, Masters of the world y Just sing loud, hasta que a la primera inmersión en el castellano, 1932, se desató ya una frenética bacanal pagana que no remitiría en toda la sesión. El repertorio es divertido, hímnico, a veces muy brillante: como Vasos vacíos, con ese estribillo en dos tiempos que pasa del entusiasmo a la euforia.

La banda recuerda los inicios bulliciosos de Celtas Cortos o el punto crápula de The Pogues, pero la prevalencia del saxo en la estupenda Hucleberry Finn remite a Springsteen. Y no por casualidad: poco después llegaría una vitamínica versión de Atlantic City. También hubo tiempo para una ingeniosa recreación de It’s a long way to the top, de AC/DC, que no es folkie pero sí festiva. La MODA tendrá que ir ampliando su paleta, pero estos inicios son honestos y muy meritorios. Qué bien sonaba, sin ir más lejos, la guitarra de Adán Ruiz.

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