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Amor a primera vista

La editora del sello Gallo Nero se presenta a la ‘rentrée’ con un título inédito de Pasolini

La editora Donatella Lannuzzi en La Piola.
La editora Donatella Lannuzzi en La Piola.Samuel Sánchez

1. La Piola. Me encanta. Cuando vivía por el barrio, aquí citaba a mis colaboradores para pequeñas reuniones. Hay una mesa especial al lado de la ventana, decorada con flores frescas. Es el mirador perfecto para contemplar la frenética actividad de la calle. Sus cañitas se acompañan de unas patatas de fábrica riquísimas y Marina, su dueña, es encantadora. (León, 9).

2. Bodegas Alfaro. Clásica taberna madrileña con encimera de aluminio, los sábados, después de hacer la compra, no hay nada que me guste más que sentarme en su terraza y tomar una caña leyendo el periódico. (Ave María, 10).

3. El jardín del ángel. Una tienda que vende plantas y flores y que se parece más a un caótico jardín privado que a un vivero. Me sorprende que todavía no se haya especulado con este apetitoso solar. Se puede entrar solo para pasear o sentarse en una de sus sillas colocadas aleatoriamente. El invernadero de estilo francés es una joya. (Calla de las Huertas, 2)

4. Gelateria Angelo. Unas de las pocas heladerías que me recuerdan a la leche y nata de los helados italianos. Angelo existe (no es el nombre de una cadena que intenta parecer italiana). Hace poco se mudó a un local más grande pero su sabor sigue intacto. (Paseo de las Yeserías, 41).

5. Cock. Me cautiva su estética de club inglés de caballeros. Me imagino sentados alrededor de la chimenea a hombres trajeados envueltos en una gran nube de humo. Me encanta su daiquiri. Entré por primera vez en una fiesta y, bajo los efectos de los margaritas, intenté sin éxito fotografiar en los baños al agente literario más famoso del mundo. (Calle de la Reina, 16).

Oda al oficio

Del fundamental Einaudi a Calvino. El taller que ha diseñado Donatella Iannuzzi (Matera, 1977) empieza el 6 de octubre en La Central. En pocos años esta joven editora italiana ha levantado un catálogo exquisito, con rarezas y autores incuestionables.

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6. Pequeño cine estudio. Siempre proyectó cine clásico en versión original, propuesta que ha ampliado con películas independientes y de bajo presupuesto. Escondida en un patio de manzanas, desprende un fuerte olor a lejía que recuerda al de las salas X. Entrar me hace sentir parte de un selecto y misterioso club. Fue amor a primera vista. (Calle de Magallanes, 1).

7. Unión Bolsera. Aquí compro los sobres. Siempre hay cola y no importa: es un deleite descubrir en sus altas paredes los artículos más variados y coloridos: contenedores de aluminios para pollos asados, envases para hamburguesas… objetos de los que nunca nos preguntamos su procedencia. (Plaza de Tirso de Molina, 2)

8. La huerta de Almería. Son unos chicos de Almería que venden productos de su tierra además de salmorejo y gazpacho caseros al peso. El local está decorado con mucho cariño. Entré atraída por dos olivos que presiden la entrada. (Calle de la Magdalena, 25).

9. Bodegas Rosell. Antiguo despacho de vinos transformado en casa de comidas. Lleva allí casi un siglo. Es el sitio en el que pienso cuando tengo antojo de croquetas y salmorejo. En su interior se esconden unas baldosas de suelo antiguas que no puedo parar de mirar. (General Lacy, 14).

10. Campo de fútbol de Vallecas. Soy muy futbolera, tengo un pasado juventino y un presente blaugrana, pero cuando entré por primera vez en el estadio del Rayo Vallecano sentí algo especial, todo es pasión y anarquía: la gente, los gritos, los bocadillos, las pipas… Se me pusieron los pelos de punta. (Calle del Payaso Fofó).

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