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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

ETA, pero sin nombre

La quema de autobuses de Loiu es muy grave porque ha sido acompañado por un comunicado reivindicativo de muy dudosa justificación

Un grupo de jóvenes —supongo que serán jóvenes— quemaron cinco autobuses que descansaban de madrugada en sus aparcamientos y cocheras correspondientes, ubicadas en Loiu. Las primeras conclusiones al respecto más bien parecieron especulaciones, pues desde que ETA anunció su alto el fuego, la tranquilidad había retornado a nuestras vidas y solamente se habían producido algunos actos violentos, de tan escasa enjundia, que cabían en el apartado de las fechorías o de los escarceos. Pero esta quema de autobuses es mucho más grave porque ha sido reivindicada por un grupo, aún sin nombre, que procede de la vieja izquierda abertzale.

Es muy grave porque ha sido acompañado por un comunicado reivindicativo de muy dudosa justificación. Hubiera bastado que en alguno de los autobuses se hubiera quedado algún despistado (como ocurrió en el atentado de Barajas en que un ecuatoriano estaba “echando una cabezada” en su coche mientras esperaba), para que ya tuviéramos un asesinato sobre la mesa. ¿A quién habría que imputársele? ¿A quién hay que imputar la quema de los cinco autobuses? ETA aún no se ha pronunciado al respecto, incluso el grupo de verificadores de su desarme podía haberse posicionado, pero no, sólo sabemos que hay un grupo crítico con el abandono de la violencia, que ahora intenta justificar el atentado con la disculpa de que los presos enfermos de cierta gravedad no son bien atendidos en las cárceles. Han expresado por escrito que los presos enfermos “en la medida en que son militantes, (su castigo) supone castigar a todo un movimiento político”. No firmaron el comunicado, pero utilizaron como firma un eslogan que era idéntico al que había divulgado algunos días antes la izquierda abertzale: “Presos enfermos, a casa”.

Lo más grave ha sido la respuesta surgida desde Etxerat y Sare, pertenecientes ambas a la izquierda abertzale: “Rechaza absolutamente” la quema de los autobuses, y piensa que el episodio está “fuera de su estrategia política y democrática”. Sortu también se ha expresado en ese sentido, pero ha opinado sobre la exhortación del Gobierno vasco para que condenen el atentado: “El discurso del Ejecutivo vasco va orientado a apuntar y criminalizar a sectores populares de este país que trabajan en la defensa de los derechos humanos”. Si así es, ¿por qué no condenan sin paliativos este atentado? Más bien se han quedado en una especie de subterfugio, como si dijeran que este tipo de actos no son convenientes en este momento. Bien, pero parece que hay un grupúsculo, aún innombrable y quizás desconocido para la dirección de la izquierda abertzale, que juzga que sí es conveniente para defender la causa de los presos de ETA enfermos. Estamos otra vez ante el terrible dilema: ¿puede ser útil el terrorismo, sí o no? Tiene poco mérito que yo (y la gran mayoría que piensan como yo) diga “no”, más aún, que considere que el terrorismo es una cruel aberración que a nada bueno conduce, y que debe ser combatido hasta que los terroristas sean encarcelados, con todos los medios a nuestro alcance. Lo que importa es que estos “tibios” (de mentirijillas) que dirigen Sortu también lo digan, que vayan más allá del rechazo porque, de no hacerlo, volverán a ser cómplices del terror.

Como colofón, dos datos especialmente delatores y significativos que nos deben alertar. Según el Observatorio Vasco de la Juventud, uno de cada cuatro jóvenes vascos (el 26%) es partidario del uso de la violencia para obtener fines políticos o de otro tipo. En el año 2008 solo era partidario de eso un 15%. Y otro dato, el número de jóvenes que están a favor de la pena de muerte, que era en el año 2008 el 9%, es ahora el 16%, cifra que aumenta peligrosamente en el conjunto del Estado hasta algo más del 40%. Hace ya 49 años que no se ejecuta ninguna pena de muerte en España, así que estas cifras resultan sobrecogedoras. Si esto, —lo de las encuestas y lo de los autobuses de Loiu—, no son secuelas de una “enfermedad”, ¿qué son?

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