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De flamenco y japonés

La bailaora, que actúa este sábado en el Festival de la Granja, revive algunos recuerdos en la Latina y desvela su pasión por la cocina saliendo a comprar a su mercado de referencia

La bailaora Sara Baras.
La bailaora Sara Baras. Álvaro García

1. El Madrid de los Austrias. Me gustan todos y cada uno de sus rincones. Me transportan a las primeras clases, los primeros ensayos y el inicio de mi compañía. Fue justo cuando nos metimos en esa aventura, en 1998, cuando me vine a vivir al barrio y aquí me quedé muchos años. 

2. Taberna El Bonanno. El sitio siempre está rodeado de arte, tiene muy buen ambiente, tapitas deliciosas y las cañas bien tirás. Pero lo que lo hace especial para mí es que fue aquí donde conocí a mi marido y al padre de mis hijos. Le entrevisté para interpretar a Felipe el Hermoso en la obra que estaba montando, Juana la Loca, y el destino nos llevó a estar juntos (Plaza del Humilladero, 4).

Una madrileña del sur

Sara Baras (Cádiz, 1971) se define como gaditana-madrileña: un poco de allí y un poco de aquí. "Cuando estoy en el sur me entra la nostalgia de Madrid y al revés", dice la bailaora, coreógrafa y directora. Ahora está de gira con su espectáculo Medusa.

3. Mercado La Paz. Es una belleza. Un mercado de abastos de toda la vida que está abierto desde 1882 y que ofrece una calidad excelente. La fruta, la carne el pescado… ¡todo se me antoja! Es porque me gusta mucho cocinar y venir aquí es como entrar en el paraíso (Ayala, 28).

4. Restaurante Janatomo. En Chueca viví otros cinco años e hice amistad con los dueños. La comida es muy parecida a la que he comido cuando he visitado Japón. Los flamencos tenemos una relación especial con el país nipón. Recomiendo el lame, una sopa como nuestro puchero, y el sashimi de atún rojo (La Reina, 27).

5. Teatro Real. Imprescindible en mi vida y en mi historia personal. Las cosas que he vivido aquí son impresionantes, tanto actuando como observando. El último recuerdo que tengo es del concierto que dio Paco de Lucía, un maestro que ya no está (Plaza Isabel II s/n).

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6. Colegio de Médicos. La primera edición del festival de flamenco A Corazón Abierto se celebró en este espacio. Y no fue la única. Lo que me resulta más alucinante es que se bailaba y se actuaba donde Ramón y Cajal daba sus clases. El artista está pegado al público y eso crea una atmósfera muy especial. Tengo muy buenos recuerdos como bailaora y también como espectadora (Santa Isabel, 51).

7. Los teatros de la Gran Vía. El Compac, el Lope de Vega, el Coliseum. Todos son especiales. En todos he actuado con mi compañía. En todos he tenido suerte.

8. Cibeles y los edificios que la rodean. El Palacio, la fuente, el Museo Naval, la Casa de América… Cada cual tiene su propia historia. Recuerdo cuando vi esta zona por primera vez. Era solo una niña. Cuando me hice mayor fui descubriendo sus rincones poco a poco. El destino me llevó a bailar muchos años después con Paco de Lucía, como teloneros, claro. Fue en 2004 en la plaza de Cibeles, cuando pasó la llama olímpica de camino a Barcelona. Para mí fue un sueño, un regalo.

9. El Corral de la Morería. Blanca, la dueña, es una maestra. La adoramos. Ha logrado que se mantenga la esencia del baile y del cante flamenco. No es un tablao solo para turistas, tiene un público muy entendido. Lo conozco desde niña y nunca he dejado de ir (Morería, 17).

10. Tienda El Flamenco Vive. Alberto y Silvia son unos enamorados del flamenco. Con su entrega y su pasión abrieron este negocio dedicado exclusivamente a la comercialización de todo tipo de artículos relacionados con este estilo (Conde de Lemos, 7).

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