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La presión social libera a Reboredo

El toxicómano rehabilitado dormirá en un centro de reinserción mientras espera un segundo indulto. “Por momentos, me sentí superado”, confiesa

Tres meses y trece días después David Reboredo salió de prisión. Pálido, con la cabeza afeitada y sin aquella barba roja que lucía a su ingreso en A Lama. El gesto adusto de entonces lo cambió ayer por una sonrisa de oreja a oreja mientras atendía a los periodistas en una especie de rueda de prensa ante la Escuela de Idiomas de Vigo, situada muy cerca del hogar paterno, rodeado de sus familiares y amigos. David deja la cárcel con una sensación de júbilo tan grande “que no se puede explicar”.

Apareció vestido con una sudadera celeste de capucha, estampada con la estrella roja y la leyenda “Galiza” en letras mayúsculas, bajo un abrigo abierto, también azul. Liliana, su pareja, se abrazaba a él y apenas le soltaba. “Es el primer milagro del nuevo Papa”, bromeaba con su acento argentino Lois Pérez, uno de los miembros de la coordinadora que se organizó en su apoyo cuando el pasado noviembre el Gobierno denegó inicialmente el indulto.

Entre risas y palmadas en la espalda, Reboredo relató que solo a última hora del domingo le dijeron que saldría libre. La concesión del indulto para el primero de los delitos que le habían enviado a prisión, anunciada el viernes, permitió aplicarle régimen de internamiento mixto, a medio camino entre el segundo y el tercer grado, con el que podrá participar en sus actividades en la fundación Érguete y la unidad de atención a drogodependientes del Ayuntamiento de Vigo, Cedro. De momento tendrá que dormir en el Centro de Inserción Social Carmen Avendaño, también en Vigo, pero un fin de semana de cada dos lo podrá pasar en casa.

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Aunque su familia había ido a visitarlo el domingo, como David no recibió el anuncio oficial hasta muy tarde sus parientes pasaron la noche en casa sin tener idea de la buena nueva. El teléfono sonó pasadas las ocho cuando Edmundo, su padre, exprofesor de instituto ya jubilado, octogenario e invidente, descolgó. El viejo maestro maldecía estos últimos meses que justo cuando su hijo parecía dejar atrás una vida de adicción a la heroína había venido el sistema a enterrarlo. “David es mis ojos”, explicaba entonces. Al recibir el aviso salió a escape, sin tiempo para desayunar. “Tuvimos un poco de lío a ver en cuántos coches íbamos a recogerlo”, rió. “Se ha conseguido. Aunque la jaula todavía no es de oro, podemos estar aquí contemplando el cielo; no sé si esta azul o triste, pero para mí, es muy azul y muy alegre”, comentaba. Los nuevos acontecimientos le permitirán bajar un poco el ritmo de las movilizaciones que hasta el cambio de planes incluía para hoy un viaje a Madrid. Edmundo tenía pensado presentarse en la capital para buscar atención mediática en el día del padre y proclamar lo “orgulloso” que está de su vástago.

Reboredo tuvo palabras de agradecimiento para quienes en los últimos tiempos se han movilizado en su favor, que a la vez le abrumaron y le sirvieron de consuelo en los momentos de flaqueza. “Por momentos me ha superado. Cuando entré vine con mucha fuerza, pero después te da un poco el bajón, sobre todo en navidades”. Desde los más de 200.000 firmantes que pidieron al Gobierno que reconsiderase el indulto hasta el escritor Willy Uribe, que inició una huelga de hambre para reclamar la medida de gracia, o a la propia atención mediática, para él todos cuentan. Sobre este trimestre a la sombra, recuerda su temor inicial. “Fue un trance muy difícil. No había entrado allí desde los noventa. Después de tantos años rehabilitado me parecía el fin, meterme en el peor sitio posible”.

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Ahora que se ve fuera, reclama sensibilidad para los casos como el suyo. “Lo importante es que esto sirva para que se cambie la ley. Un toxicómano ya tiene un problema muy importante como para que si le cogen con una papelina en la calle le conlleve cuatro años de pena. Me parece un disparate, imposible que por una cantidad tan nimia pasaran estas cosas, y esperemos que esto sea un paso para cambiarlo”, pidió. En cuanto a él, su situación depende ahora de que la petición de indulto para la segunda de sus penas tenga una respuesta favorable. Su abogado, Guillermo Presa, es optimista al respecto. David también: “Ya tengo un pie fuera”.

La situación jurídica de Reboredo cambió drásticamente desde noviembre. Entonces la pena total a la que se enfrentaba era de siete años de cárcel tras ser detenido en 2006 y 2009 con sendas papelinas de heroína. A pesar de que en total no le habían encontrado más que 0,4 gramos de sustancia sin cortar, el hecho de que la segunda pena llegase cuando estaba a prueba por la primera jugó en su contra. Antes del indulto, el Tribunal Supremo restó un año y medio de la primera condena, porque entendía que no hacerlo implicaba castigarlo dos veces por la misma cuestión.

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