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La rocambolesca historia de dos estaciones de autobuses

Dos décadas entre la improvisación

La incertidumbre envuelve de nuevo la construcción de un equipamiento para autocares en Vitoria La sustituta provisional funciona desde hace 18 años

Un grupo de paseantes, junto a la parcela de la plaza de Euskaltzaindia, una de las opciones de Vitoria para construir su estación de autobuses.
Un grupo de paseantes, junto a la parcela de la plaza de Euskaltzaindia, una de las opciones de Vitoria para construir su estación de autobuses.L. RICO

Vitoria, las estaciones de autobuses y los equipamientos culturales tienen una historia de amor odio, de extraños solapamientos de proyectos, que se ha convertido en una de las principales causas del desencanto de la ciudadanía hacia la clase política local. La capital vasca, en pleno año de capitalidad verde europea, vivirá otro hecho inédito en 2012, con su primera consulta popular vinculante para decidir la ubicación definitiva de una estación de autobuses que se ha hecho esperar desde hace dos décadas. O puede que no, porque, a día de hoy, y después de que se acordara celebrar la consulta en el pleno consistorial, los grupos municipales son incapaces de acordar una fecha.

La primera estación, sita en la céntrica calle Francia, fue derribada para ser reconstruida, pero en su lugar se levantó un museo de arte contemporáneo. Tras muchos debates infructuosos y no pocos cambios de opinión, la estación fue situada en otro punto de la ciudad cuya estampa actual es un enorme socavón creado por las excavadoras para construir el fallido palacio de congresos y auditorio, el BAI Center, que el equipo del actual alcalde, Javier Maroto, enterró.

El Artium, que se construyó en vez de la infraestructura, lleva abierto 10 años

Incapaces de cerrar definitivamente la ubicación de la estación, la decisión pasa ahora a los ciudadanos, si la consulta se celebra. Todo ello cuando ya daban por hecho que el equipamiento se ubicaría en la plaza Euskaltzaindia, frente a la sede del Gobierno vasco, una decisión pactada por Maroto con Bildu —quien precisamente ha dado el paso de pedir el referéndum— hace ahora un año, 500 metros más allá de la ubicación que le había dado el anterior alcalde, el socialista Patxi Lazcoz, junto al parque Arriaga.

A día de hoy parece improbable que se pueda realizar el referéndum en julio para evitar nuevos retrasos —PNV y PSE se niegan por considerarlo “precipitado” y prefieren septiembre— y hay polémica ante la intención del alcalde de que sean los concejales de la oposición, los partidarios de la consulta, quienes paguen los 135.000 euros que costará. Los socialistas han rechazado pagar alegando que es “ilegal” y se correría el riesgo de incurrir en un “delito de prevaricación”.

Las fechas

  • En 1992 se firmó la concesión a la empresa que reformaría la estación de autobuses de Vitoria.
  • En su lugar, sin embargo, finalmente se construyó el Artium. El museo celebra este año su décimo aniversario sin que Vitoria tenga aún una estación definitiva.
  • La capital alavesa se apaña desde hace 18 años una estación provisional. Si el proyecto de la nueva sigue su curso y no hay retrasos, este equipamiento cerrará sus puertas en 2015.
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A todo ello se suma la complicación implícita de celebrar la consulta, ya que todo está en el aire. Nadie aclara cómo se hará la composición de las mesas y cómo harán que sea obligatorio formar parte de ellas a quien toque, quién cederá el material necesario... Solo queda claro que el referéndum será vinculante si participa el 20% de la población mayor de 18 años, una cifra que rondaría las 37.000 personas. Todo se complica cuando el equipo de Gobierno, y el consistorio en general, han abogado por saltarse la ley que establece el procedimiento para realizar consultas populares, la Ley de Bases de Régimen Local, que obliga a solicitar el aval del Gobierno central para que sea vinculante. La consulta lo será porque lo ha decidido por mayoría el pleno consistorial, pero la normativa tendrá que ser consensuada en la junta de portavoces de un Consistorio en el que las relaciones entre grupos distan de ser buenas —más allá del lógico enfrentamiento político—.

De hecho, no están de acuerdo ni cuando están de acuerdo. El debate en pleno sobre la consulta fue un buen ejemplo de ello. Primero, ni socialistas ni nacionalistas cedieron un concejal a Bildu para que pudiera convocar el pleno extraordinario —fue el PP, que votaría en contra, quien paradójicamente lo cedió para poder debatir—. Y después, el PNV solo dio dos votos, los necesarios para que la consulta sobre la iniciativa se aprobara por mayoría, absteniéndose el resto por la actitud de Bildu. Al enfrentamiento entre jeltzales y la coalición abertzale se suman las malas relaciones entre socialistas y populares.

Entre los precedentes, solo uno: la consulta realizada en Arriaga, el año pasado, donde hasta 2011 se iba a hacer la estación, una iniciativa popular en la que ganó el no y en la que pudieron participar hasta los menores de edad. El alcalde Lazcoz, ahora portavoz socialista en la oposición y partidario de realizar la consulta de 2012, se negó a hacer el referéndum.

La antigua estación se terminó de derruir en 1998

Es el último capítulo, aunque todo apunta a que no será el epílogo, de una historia que empezó con el derribo de la antigua estación, un emblemático edificio que se convirtió en un espacio inundado e inutilizado. En 1992, se efectuó la concesión a la empresa que iba a construir en ese mismo espacio una nueva estación con un centro comercial y un aparcamiento. Esta adjudicación generó polémica, porque el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas apreció irregularidades que el entonces alcalde, José Ángel Cuerda, reconoció.

Descartada la estación, se planteó situar allí el museo de arte contemporáneo, un equipamiento cultural, el Artium, para lo que el Ayuntamiento cedió los terrenos a la Diputación en 1999. El museo celebra este mismo año su décimo aniversario sin que la estación de autobuses se haya construido, ni tan siquiera se haya empezado a eregir, en ninguna parte de la ciudad. En el mismo año en el que comenzaban las obras del Artium —el PP también trató de cambiar el museo de sitio, pero no lo logró—, los socialistas hacían por primera vez su propuesta de situar junto al parque de Arriaga la estación. Llevar al norte de la ciudad este equipamiento va de la mano de otro de los grandes proyectos de la capital alavesa, el soterramiento del tren, con el fin de lograr la intermodalidad.

Seis años después, en 1998, se derribó finalmente la fachada de la antigua estación de autobuses con dos años de retraso y 16 millones de pesetas de pérdidas, el último vestigio de la única estación definitiva que ha tenido Vitoria.

Y es que, desde hace de 18 años, la capital cuenta con un equipamiento eternamente provisional que se ha ido parcheando para adaptarlo a las cada vez mayores necesidades de los ciudadanos y visitantes. El equipamiento se encuentra situado detrás del Artium, en el mismo emplazamiento donde años atrás estuvo la estación del antiguo tren de vía estrecha.

Todos la quieren, pero lejos

Puede ser la fuente de una importante reactivación económica de un barrio, pero también un creador de ruidos, tráfico y, en ocasiones, cierta inseguridad. La cuestión es que todos quieren una nueva estación de autobús en Vitoria, pero nadie parece desear tenerla cerca. Los últimos emplazamientos que se han planteado —el parque de Arriaga y la plaza Euskaltzaindia— han generado sendos movimientos vecinales contrarios a la construcción de este equipamiento cerca de sus casas. De hecho, el exalcalde José Ángel Cuerda alertaba la pasada semana del riesgo de que surja un conflicto vecinal.

El movimiento de Arriaga, que organizó una consulta popular en la que ganó el rechazo a situar en uno de los principales pulmones de la ciudad la estación, tuvo entre sus impulsores a Ángel Lamelas, quien fuera presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Vitoria y Álava y hoy trabaja como asesor de Participación Ciudadana en el equipo del alcalde, Javier Maroto. Lamelas es el encargado de recoger las peticiones de los habitantes de la ciudad para reunirse con el regidor.

Justo cuando esta plataforma se adormecía, a mediados de 2011, otra surgía con fuerza: la plataforma Euskaltzaindia Plaza Bizia. Desde febrero estaba tratando de impulsar un referéndum, como ya hizo el colectivo que le precedió. Ahora, ante el peligro de que el equipamiento se vuelva a trasladar al parque —hubo críticas de los ecologistas por la afección que tendría en la vegetación—, el movimiento de Arriaga parece haberse reactivado.

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