_
_
_
_
_

Pocos que en el mundo han sido

Alberto Blecua se jubila con una lección magistral sobre ‘El Quijote’

Alberto Blecua, el pasado jueves en la que fue su última lección en las aulas. El tema, claro, 'El Quijote' de Cervantes.
Alberto Blecua, el pasado jueves en la que fue su última lección en las aulas. El tema, claro, 'El Quijote' de Cervantes.JEAN MARIE FRITZ

Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Matinales del jueves. Última clase del profesor Alberto Blecua (Zaragoza, 1941). El aula está repleta de profes y alumnos, unos 80. Entra el profesor. Aplausos. Presenta su última disertación de su asignatura Literatura española. Siglo de Oro en una universidad en la que debutó como enseñante en 1971 y en la que 10 años después ya era catedrático. La clase: Forma y sentido de la Primera Parte del Quijote. Lo que le lleva a presentar, a su vez, ese título. Está relacionado con los títulos que Joaquín Casalduero ponía a sus artículos —“un hombre muy listo, que se inventó el estructuralismo”—. Esta clase consistirá, de hecho, en deconstruir la primera parte de El Quijotey luego construirla. Zas. Al volver a montar el invento, “sale una cosa muy buena”, que como antiguo usuario de Blecua, sé que aparecerá en los dos últimos minutos de clase.

Blecua empieza. Se inicia el festival de explosiones intelectuales que, snif, antaño caracterizaron al departamento de filología de la UAB, esa inteligencia macarra y cool que empezó a formularse en el claustro de Sant Cugat del Vallès a finales de los sesenta, a partir de profesores raros, como Gabriel Ferrater, y alumnos que en breve serían profesores, dispuestos a una ruptura académica que se produjo pronto.

Durante décadas, este departamento de filología —o como se llame ahora tras lo de Bolonia, esa cosa que ha dejado la universidad que no la reconoce ni su madre—, ha sido el mejor del mundo mundial. Con profesores como el ya fallecido Sergio Beser, Francisco Rico, que también se jubila este año, y los hermanos Blecua. La contribución de Alberto ha sido darle un tute a la Edad Media y al Siglo de Oro. Y normalizar filológicamente el viejo Sur con su Manual de Crítica Textual, que supuso la conexión de las filologías peninsulares con las grandes filologías europeas, que se dice rápido.

En palabras de Rafael Ramos, compañero de pupitre en las clases de Blecua hace chorrocientos años y ahora profesor en la Universidad de Girona y compañero de pupitre en la clase de hoy, “aquel manual hizo sonreír de satisfacción a la calavera de Dante en su tumba”. Es decir, evitó que Dante volviera como zombia vengarse.

La clase avanza. Blecua sigue deconstruyendo. De vez en cuando, aparecen puntos de vista no esperados y no sujetos a ninguna escuela formal. Como un comentario sobre la sangre de murciélago —“en la época, muy recomendada para depilar el vello de las señoras”—, u otro sobre una errata textual de la primera edición de El Quijote que se fue colando en las posteriores —“lo malo de los conservadores es que lo conservan todo”. Es, en fin, la alta cultura, esa cosa que se está jubilando. Lo que viene tras ella es, estadísticamente, algo sin calor ni color, una universidad poco sexy, que gestiona la desproblematización de la cultura y la realidad desde la Universidad. Lo que viene, en parte, es lo que se intuye en la polémica Jordi Llovet —la alta cultura—, y Jordi Gracia —la CT, alias cultura de la transición—.

Faltan dos minutos para que finalice la clase. “...Y de todo ello se deduce que Cervantes quería hacer una novelita que durara un par de horas. Pero se aburrió de esa estructura”. Aplausos. Antiguos alumnos entregan a Blecua el volumen de homenaje La senda escondida. Fin del acto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_