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fotografía

Acuarelas fotográficas

Sergio Sáez despliega en el Photomuseum sus peculiares imágenes similares a cuadros El artista rinde tributo a Morandi

Una joven contempla una de las fotografías de Sergio Sáez expuestas en el Photomuseum.
Una joven contempla una de las fotografías de Sergio Sáez expuestas en el Photomuseum.jesús uriarte

A simple vista, las 21 obras que componen la serie Morandi 2011, del pintor Sergio Sáez (Bilbao, 1954), parecen acuarelas, bodegones difusos de objetos cotidianos. Pero que la muestra sea una de las propuestas que el Photomuseum de Zarautz incluye dentro de la programación con la que llena de exposiciones la localidad durante estas fechas debería hacer pensar al visitante todo lo contrario. La obra de Sáez es fotografía y, gracias a una técnica casual y depurada tras mucho insistir, según explica su propio autor, el resultado final se asemeja más a la disciplina pictórica, pero simplemente eso, parece.

Utilizo la cámara no como una cámara, sino como un pincel”, apunta el autor

“Me gusta trabajar en la frontera entre la pintura y la fotografía. Utilizo la cámara no como una cámara, sino como un pincel. La empleo como una brocha de color para crear atmósferas”, precisa Sáez, formado en ambas disciplinas. Tras una carrera de casi 30 años en el mundo de la moda en París y Milán como creativo, que el dinero conseguido le permitió dedicarse en exclusiva a su pasión: el arte. “Accidentes de la vida”, resume su currículo.

El efecto conseguido por el artista resulta fruto de la casualidad. “De una forma un poco estúpida, cuando me compré la cámara digital, hice unas cuantas fotos al aire y, una vez que las descargué en el ordenador, reparé en una serie de defectos que me llamaron mucho la atención, me parecieron muy interesantes”, recuerda. A Sáez le costó un año y medio de trabajo conseguir domar ese “error”, que no surgiera obra del azar, sino con premeditación, una técnica de la que no quiere dar muchos más detalles —“debo ser un poco celoso con mi pequeño descubrimiento”, se disculpa— y sobre la que asegura que no hay “ningún truco o trabajo de laboratorio. No hay Photoshop”, sentencia.

Sáez trabajó año y medio para poder controlar lo que nació casi de casualidad

Al hecho de haber conseguido que una cámara saque acuarelas, en lugar de fotografías, se suma que las piezas de Sáez parezcan literalmente tales acuarelas. Parece como si alguien hubiese cogido una a una cada obra y las hubiera sumergido en un barreño con agua, captando el preciso instante en el que el líquido comienza a diluir los contornos y los colores. El efecto vuelve a ser el resultado de otro proceso técnico, pero esta vez a cuenta de modificar el modo de impresión y el tipo de papel seleccionado —“hecho a mano”—.

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El trabajo de Sáez encierra además un homenaje al pintor italiano Giorgio Morandi (1890-1964). Inspirándose “en su trabajo profundo, metafísico, intelectual”, Sáez alumbró la serie de fotografías en su casa de Ibiza. “Poco importa lo que fotografío, botellas, ramas de perejil o vasos. Mi objetivo es crear un escenario, un ambiente”, aclara el autor. En resumen, capturar una sensación de vida de un bodegón, algo que por definición no la tiene, “la misma obsesión que persiguió Morandi”.

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