La niña
En el taller literario de los miércoles alguien propuso que comentáramos La niña de Rajoy para desentrañar si se trataba de un relato de humor o de terror, pues había quien al escucharlo se había tronchado de la risa y quien se había muerto de miedo. No hubo acuerdo. Tampoco fuimos capaces de valorar la influencia de la expresión desquiciada de Rajoy en los oyentes. El hecho de que lo leyera mirando con inquietud hacia los lados, como si le persiguieran, pero que salivara en exceso, como si le gustara que le persiguieran, no contribuyó a aclarar las cosas. Una de las participantes logró ponernos los pelos de punta al relatar que la noche del lunes había soñado que la niña de Rajoy, al hacerse mayor (y psicópata), se aparecía a la niña de Otegi (que había escrito un cuento idéntico, pero con una niña vasca), a la que susurraba en medio de la noche: "Tengo un título profesional cotizado, sé idiomas y pertenezco a una nación vieja". A lo que la niña de Otegi respondía con un baile regional andaluz, y no vasco, como cabría suponer, porque también se había vuelto loca.
Alguien propuso que nos centráramos en la construcción del personaje, pues causaba asombro que en tan sólo un minuto, y con la enumeración de apenas cuatro rasgos, el líder del PP hubiera construido una protagonista de tanto carácter. Tras estudiar el asunto, estuvimos de acuerdo en que la niña, pese a tener todo lo que su creador había imaginado para ella (casa, familia, orgullo español, etcétera), era profundamente desdichada, otra contradicción enormemente eficaz desde el punto de vista narrativo. El miércoles próximo estudiaremos el porqué de su infelicidad, que en principio podría deberse al consumo de fármacos, al hecho de que sus padres cenen los viernes con Zaplana, a que sean del Opus o a la combinación diabólica de todas esas posibilidades.
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