"Me pegaban con palos y con una correa de perro"
La mujer secuestrada durante 45 días relata el cautiverio
"¡Papá, ayúdame! Que venga alguien, que venga mi hermana Miguela, que alguien me salve". Eran los gritos de desesperación de Dolores Ortiz Gorreta, la chica de 19 años que ha vivido un calvario de seis semanas secuestrada en una caseta de un transformador de electricidad, cerca del cementerio de Centelles, a 56 kilómetros de Barcelona.
Los Mossos d'Esquadra la liberaron de su penoso cautiverio el pasado día 4, pero ayer era más que evidente el sufrimiento físico que ha pasado: la cabeza rapada, hematomas por la cara y todo el cuerpo y heridas de arma blanca que aún supuraban. Con todo, fue dada de alta en el hospital de Manresa y a la salida explicó su drama.
La joven declara a la policía que su ex novio la violó en varias ocasiones
Las heridas de navaja aún supuran y tiene varios hematomas
El móvil del secuestro, dijo, no ha sido otro que rechazar la relación con Pascual Esquirol, de 20 años, uno de sus secuestradores y hermano del que había sido su novio durante unas semanas. Ambos pertenecen a la familia gitana de los Esquirol y al clan de los Gorreta.
En este tiempo, explica que ha recibido toda clase de golpes y que apenas le daban de comer. Incluso ha permanecido atada de manos y piernas, con una cadena de las empleadas para sujetar a los perros. "Me pegaban con la correa, con palos, me daban puñetazos y guantazos", relató la chica. Pero el peor trato se lo dispensó Pascual Esquirol, que le clavó una navaja por todo el cuerpo y la violó en diversas ocasiones, según ha declarado a la policía autonómica. Era el final de una relación turbia, que de no haber sido por una denuncia anónima tenía el perfil de un final trágico.
La relación se inició el pasado 29 de abril, pero duró muy poco. Juan Esquirol, de 25 años, con un amplio expediente policial, había abandonado la prisión después de año y medio de internamiento (una prima de la víctima ya tuvo una relación con Juan, le denunció y por ese motivo el hombre permaneció entre rejas), y le propuso mantener la relación sentimental con su hermano Pascual a la que inicialmente ella accedió.
Pocas semanas después, empezó a pegarle. Ella decidió romper y entonces él quiso forzar una relación con Pascual, su hermano. "Pero yo no le quería", asegura la mujer, que es madre de un niño de un año de una relación anterior.
El calvario se inició el pasado 23 de mayo, cuando recibió "las primeras palizas" en la casa del clan familiar. Después la ataron y la dejaron con vigilancia permanente en la caseta, donde también dormían algunos de los miembros del clan, que se alternaban en la observación. Así, la golpearon en la cara para dejarle marcas, le cortaron su larga melena rizada, para castigarla, y se lo acabaron rasurando el 1 de julio, al intentar escaparse.
Juan tenía cierto dominio del grupo y enviaba a Jésica, otra de las detenidas y su actual pareja, para que le pegara. Las agresiones coincidían con la ingesta de alcohol. "A mí sólo me daban algo de comer de vez en cuando y agua". .
Ahora se siente "amenazada" porque le han jurado que harían daño a su hija. Está convencida que si el pasado día 4 los Mossos no llegan a entrar en la caseta abandonada, no estaría con vida. "Había un agujero en el centro y me lo enseñaban, me decían que me querían meter allí dentro". La liberación se produjo después de que los Mossos d'Esquadra fuesen alertados por una llamada anónima. Los agentes encontraron a la mujer cubierta con una manta y detuvieron a un total de cinco personas, tres hombres de entre 18 y 25 años, otra joven de 19 y una mujer de 49.
El Juzgado de Instrucción número 1 de Vic acabó ayer de tomar declaración a los cinco arrestados y hoy resolverá sobre su situación. La policía autonómica les acusa a todos ellos de detención ilegal, lesiones, omisión del deber de socorro, trato degradante, amenazas y coacciones
A Pascual Esquirol se le imputa, además, un delito de agresión sexual. Algunos de ellos tenían antecedentes por delitos menores y eran muy conocidos en la zona.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.