¿Qué tal si recapitulamos?
Todavía hay quien lo discute pero doy por sentado que los inicios de esta crisis económica global y devastadora han tenido su origen en el sector financiero y en las hipotecas sub-prime. Las asimetrías informacionales y la falta de regulación propiciaron una asunción de riesgo excesivo por gran parte del sector financiero estadounidense. La burbuja inmobiliaria subsiguiente y la insostenibilidad geométrica de un esquema a lo Ponzi condujeron a la economía al borde del abismo y la crisis se propagó a Europa. La intervención de las autoridades públicas impidió que el colapso del sistema y la falta de liquidez se transformaran en una depresión que bastantes dieron por segura hace solo un par de años.
Reformas olvidadas en la expansión van a tener que ser abordadas ahora
En la actualidad muchas de las economías europeas han salido de la recesión, aunque éste no es el caso de la economía española. En 2008 se pensaba que estábamos a resguardo, que el sector financiero, bien regulado por el Banco de España, no tendría problemas y que la crisis sería más leve que la que pudiera sufrir una economía como la del Reino Unido. De entonces a ahora la situación ha cambiado. La zona euro ha experimentado la máxima tensión desde su creación y la economía española se ha encontrado en el punto de mira de los especuladores.
La tasa de paro, el déficit público, el endeudamiento así como las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria se consideran, a juicio de los mercados, excesivos. Y lo son. El paro constituye uno de los mayores fracasos del mercado. Tener a jóvenes sin oportunidades y a trabajadores bien formados inactivos constituye una enorme pérdida de recursos y una fuente de problemas sociales. El déficit y el endeudamiento, consecuencia de las inevitables políticas keynesianas emprendidas para frenar el colapso de la demanda agregada (consumo, inversión, exportaciones), son fuente de problemas y ahora que la recuperación, aunque débil, ha comenzado Europa exige planes creíbles, propuestas que consigan que el déficit disminuya y el endeudamiento público se controle. Conseguirlo cuando hay paro, cuando la actividad económica está muy debilitada y los ingresos fiscales se contraen es muy doloroso. Tan doloroso y crucial que lo primero que tendríamos que hacer es preocuparnos por la generación de empleo. Y sin embargo todavía no hemos comenzado a actuar en este sentido con suficiente determinación. Y no será porque no haya habido consejos y recomendaciones o porque no seamos conscientes de que el modelo productivo está obsoleto, que la escasa productividad es un problema y que al no poder recurrir a la devaluación, las reformas estructurales eran y son imprescindibles. Todo esto era y es conocido pero no ha servido. Reformas que dejamos olvidadas en la expansión van a tener que ser abordadas en recesión. Los años de políticas expansivas de demanda han terminado.
Algunas de las medidas que hay que adoptar son casi idénticas a las que se aconsejaban hace dos décadas: formación, cobertura del desempleo que no desincentive la búsqueda de trabajo, flexibilidad en las horas trabajadas para evitar situaciones de todo o nada, negociaciones salariales más pegadas al nivel de empresa. Otras se desprenden de la tremenda dualidad del mercado; más contratos indefinidos que permitan aprovechar el capital humano específico de los trabajadores, mayores facilidades para generar nuevas oportunidades de negocio y en general crear un ambiente propicio para la innovación y la creación de nuevas actividades productivas.
Pocas novedades pero difíciles de poner en práctica sin un consenso entre agentes sociales y entre Gobierno y oposición. Es en el mercado de trabajo y en la creación de empleo donde encuentro sumamente urgente actuar y es en el sector de las finanzas donde considero vital obtener y diseminar información que, todavía hoy, es escasa. El stock de viviendas acumuladas por las instituciones financieras no es un activo tóxico pero sí que dificulta su eficaz actuación en aquello que constituye su razón de ser: servir de intermediario entre el ahorro y la inversión. El ahorro no está bien canalizado y, sí es preciso, habrá que poner las condiciones y exigencias para que esta ineficiencia se corrija.
La crisis financiera y la económica vienen, además, acompañadas de una crisis biofísica cuyo ejemplo paradigmático es el cambio climático. Se nos ha olvidado pero hace sólo unos meses constituía, una prioridad en Europa y en España. Lo urgente no debe arrinconar lo importante. En la resolución de este problema, la energía, los avances tecnológicos, la innovación juega un papel fundamental. Los sectores y proyectos que pueden frenar el daño al clima de la tierra no deberían ser considerados ni perjudiciales ni sustitutivos para el crecimiento. Son sectores con futuro donde la investigación y la innovación tienen un papel relevante. Si la apuesta es por una economía basada en el conocimiento, abordar la crisis biofísica es un movimiento en la dirección correcta. A fin de cuentas, cambiar el paradigma de la energía basada en la quema de combustibles fósiles constituye en sí mismo abordar una nueva revolución en el modelo productivo y una seria apuesta por la innovación. ¿No es esto lo que estamos buscando?
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