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La salida del consejero más polémico

Sanidad pública, gestión privada

Güemes ha desarrollado el modelo de hospitales manejados por empresas que Aguirre quiere para Madrid - Deja a su sucesor la Ley de libre elección

Elena G. Sevillano

Asegura que no se va por desgaste. Quizá para que nadie piense que los follones que le montan cada cierto tiempo en los hospitales han hecho mella en su proverbial imperturbabilidad, curtida en decenas de tumultos de los que casi siempre ha salido con una sonrisa en los labios. Porque Juan José Güemes ha aguantado mucho en sus casi tres años como consejero de Sanidad. Eso sí, sabía en lo que se metía cuando saltó de la cartera maría de Empleo y Mujer a la de Sanidad, un hueso del que Manuel Lamela acababa de salir por la puerta de atrás a cuenta del caso Leganés.

Güemes tenía por delante el reto de transformar el modelo de sanidad pública madrileña -grandes hospitales de gestión pública directa- en una especie de mercado de la salud regido por las leyes de la oferta y la demanda. "El dinero sigue al paciente", ha dicho alguna vez a modo de síntesis. La primera asignatura ya la tenía casi aprobada. Lamela dejó los hospitales nuevos ya en pie, aunque vacíos. Moles de hormigón que daban el pego para las elecciones de mayo de 2007. Sólo había que dotarlos y ponerlos en marcha. Y eso hizo Güemes, en un maratón inaugurador -seis hospitales en tres meses- que le valió un puesto en las fotos de rigor junto a la presidenta, Esperanza Aguirre.

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El nuevo modelo empezaba a tomar forma. La administración, inquilina en sus propios hospitales, se desentendía de una parte de la gestión (la no sanitaria) y la encomendaba a empresas privadas. Las críticas arreciaron. Trabajadores del Hospital Ramón y Cajal abuchearon a Aguirre -"¡Sanidad pública!", gritaban- en mayo de 2008. "Viven sin trabajar", sentenció el consejero. Fue sólo el primer exabrupto de una larga serie: "Con el sueldo de los liberados sindicales se podría construir un hospital de 450 camas", afirmó después. Era una guerra abierta. Su consejería llegó a difundir un vídeo en el que identificaba a cuatro sindicalistas que protestaban en el Puerta de Hierro y les señalaba con una flecha roja. El asunto llegó a los tribunales.

La entrada de empresas en la sanidad pública fue acelerándose. Parecía claro por dónde iban los tiros. El primer auditorio ante el que Güemes explicó su Plan de Infraestructuras Sanitarias 2007-2011 fue un grupo de 150 empresarios del sector sanitario y de la construcción que habían pagado 1.200 euros por asistir a una jornada en el Ritz de subtítulo esclarecedor: Aproveche las oportunidades de negocio para su empresa. El folleto no mentía. La consejería empezó a encadenar anuncios que apuntaban en esa dirección. Los cuatro hospitales prometidos para esta legislatura (Collado Villalba, Móstoles, Torrejón de Ardoz y Carabanchel) iban a ser de gestión enteramente privada, como el de Valdemoro, cuya empresa gestora contrata directamente a médicos y enfermeras y alquila sus servicios a Sanidad a cambio de un canon anual.

También se externalizaron las pruebas clínicas de más de un millón de madrileños. Una UTE liderada por Ribera Salud consiguió el concurso para montar un laboratorio central en el hospital de San Sebastián de los Reyes. En el proceso, tres laboratorios públicos cerraron. Está por ver qué pasará con las citas médicas. De momento, una empresa ha ganado el concurso para crear un call center en el que operadores telefónicos harán parte del trabajo que ahora cubren los administrativos de los centros de salud.

Además de erigirse en azote de sindicalistas y enzarzarse en agrias discusiones con la oposición en la Asamblea, Güemes ha tenido que ocuparse de otros frentes. El Defensor del Pueblo abrió de oficio una investigación acerca del "grave problema" de "saturación" de las urgencias de los hospitales madrileños. Un informe de la Inspección de Trabajo descubrió centenares de problemas en los nuevos hospitales: falta de personal, escasez de material muy básico, fallos en la seguridad y la prevención de incendios... Varias sentencias han anulado los procesos de traslado de profesionales a los nuevos centros. Un proceso de reordenación muy cuestionado por los sindicatos, que siempre lo criticaron por no ser más que "vestir un santo para desvestir otro".

Cómo habrá llegado a estar de caldeado el ambiente sanitario que el Colegio de Médicos, institución poco dada a amonestar públicamente al Gobierno de Aguirre, hizo público en diciembre pasado un escrito en el que criticaba la falta de personal y amagaba incluso con una huelga. Entre los médicos, decía, cunde un "descontento generalizado". Y nunca desde que existe recuento había habido tantos pacientes en lista de espera para una operación.

Una encuesta realizada por este periódico en abril de 2009 constató que la sanidad es el servicio público peor valorado por los madrileños.

Pero la mayor patata caliente que Güemes deja en herencia al nuevo consejero es la aplicación de la Ley de libre elección y de área única, su último gran proyecto, en el que, según sus colaboradores, ha echado el resto. Una reforma sanitaria que no gusta a oposición, ni a sindicatos, ni, lo que es peor, a los profesionales que van a tener que trabajar con ella. "En Sanidad es donde mejor se lo ha pasado", decía ayer su mano derecha, la viceconsejera Ana Sánchez. ¿Quién dijo desgaste?

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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