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Reportaje:

"Hola, venimos a inspeccionar su 'sex shop"

El Ayuntamiento lanza una campaña de controles en tiendas de objetos sexuales

-Mire, un pene anal es igual que un pene vaginal. ¿Entiende que es muy difícil dar unas instrucciones diferentes?

-Sí, pero lo que quiero decirle es que hay que particularizar.

-Ya.

Alejandro muestra al inspector de consumo del Ayuntamiento el modelo de instrucciones universales que ha hecho para todos los artículos que vende. Sirve para vibradores, muñecas hinchables y vaginas de goma. "Estamos muy orgullosos. La competencia no tiene nada así", señala blandiendo la pequeña hoja de normas básicas.

Sex Tienda es un paraíso del látex, las fustas y los DVD. Y como tal, entra dentro de la campaña que ha lanzado el Ayuntamiento para inspeccionar 25 tiendas de este tipo en Madrid. El año pasado ya lo hizo y se encontraron infracciones del calibre de "presencia de imágenes que pueden herir la sensibilidad (36%) -se entiende que la sensibilidad del inspector de turno-, ausencia de precio (21,7%), defectos en el etiquetado (16,8% en productos industriales y 25,3% en textil) o ausencia de composición". Habrá inspecciones durante todo abril.

Alejandro y el inspector siguen con el "procedimiento". Del armario de sado el funcionario saca una fusta con un pene violeta de unos 25 centímetros acoplado en la punta que desafía todas las normas del diseño moderno. Alejandro recuerda que no hace mucho vino la Policía Municipal y se llevó todo ese armario. "Me dijeron que con eso se podía hacer daño alguien. Pero lo mismo se puede hacer con un palo de escoba". Pocos días más tarde, el Ayuntamiento le devolvió todo el material requisado.

A Alejandro, que lleva 25 años en la calle de la Montera, lo de la inspección le parece bien. Lo tiene todo en regla. La licencia, los precios, las instrucciones... Lo que no le acaba de convencer es la campaña que el alcalde de Madrid ha comenzado contra las tiendas como la suya. "Es que esto empezó con lo de 'quite la luz', luego 'quite el escaparate' y finalmente, que ya se le ha visto el latón, 'quite usted su tienda".

En el piso de abajo, Alejandro tiene todo un extenso catálogo de vibradores y dildos. El propietario de la tienda enseña cómo funciona uno de ocho velocidades y tres cabezas. Un monstruo tecnológico del onanismo. Y en plena función, aparece un invitado inesperado.

-Hombre, qué tal.

-Bien, aquí, haciendo una inspección.

El recién llegado también es inspector. Pero está en el local de compras. Para una despedida de soltero, asegura.

-Bueno, me voy que las chicas me están esperando fuera -y se va mientras el monstruo de tres cabezas sigue rugiendo.

También dispone Alejandro de varias cabinas con 64 canales de porno ininterrumpido. Para todos los gustos. El inspector comprueba que los precios de las cabinas por las que decenas de hombres desfilan a diario están bien indicados. Un euro, cuatro minutos y medio de evasión.

En el apoyabrazos de los asientos de cada cabina, Alejandro deja tres caramelos cada vez que limpia el espacio. "Cuando sale cada cliente, entramos, lo limpiamos y dejamos los caramelos". El inspector cree que alguien los ha dejado olvidados.

Poco más queda por revisar. Las facturas, bien. La licencia, suficientemente visible. El procedimiento de devolución, crea debate:

-Hombre, si el cliente encuentra un vicio oculto (se entiende que en el aparato que compra), puede devolverlos, ¿no?

-Sí, claro. Pero nosotros lo probamos con ellos antes de que se vayan -responde Alejandro, seguro de la calidad de su servicio.

Y poco más. "Bueno, yo lo veo bien", dice el inspector echando mano de la revisión que hicieron sus compañeros en la tienda en noviembre de 2006. Y adiós. Luego, Alejandro, que 30 años atrás comenzó con este negocio en un puestecito en el rastro, se confiesa:

-Son muy educados. Y se pueden aprender cosas, a hacerlo todo mejor. Nada que ver con las inspecciones de la Policía Municipal.

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