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Reportaje:

Sopa de letras argentina

Un laberinto de siglas se beneficia de los principales candidatos y confunde al votante

Aunque Cristina Fernández de Kirchner, Elisa Carrió, Roberto Lavagna o Ricardo López Murphy acaparen la atención mediática en las elecciones del próximo día 28, varios miles de argentinos más compiten por un puesto en la Administración pública.

La Casa Rosada es el premio mayor pero una alcaldía de una pequeña localidad o un escaño en un parlamento provincial pueden ser disputados con mucha mayor pasión. Y por intentarlo que no quede, aunque se sumerja al electorado en una auténtica sopa de letras.

Sólo en la provincia de Buenos Aires, que con sus 10 millones de electores representa al 40% de los argentinos con derecho a voto, hay unos 20.000 candidatos a diferentes puestos. En un sistema donde los partidos tradicionales están en crisis —sirva como ejemplo que el Partido Justicialista está intervenido judicialmente y la Unión Cívica Radical (UCR) acude a las presidenciales enmarcada en las siglas de Una Nación Avanzada (UNA) con Roberto Lavgana como abanderado— el votante debe elegir entre una pléyade de rostros y siglas que en muchos casos se parecen porque, aunque teóricos aliados, se disputan el mismo puesto.

El fenómeno tiene su propio nombre: listas colectoras y listas espejo. Es algo que sucede prácticamente en todas las formaciones. Néstor Kirchner, que reivindica el peronismo, creó el Frente Para la Victoria (FPV) con el propósito de rebosar los límites tradicionales del justicialismo y atraer votantes no peronistas, pero ni siquiera la formación en el poder y favorita al gran triunfo ha podido evitar múltiples subdivisiones.

Así en la provincia de Buenos Aires existen y acuden en diferentes listas el FPV, el FPV dos, el FPV tres, el Frente PJ y el Partido de la Victoria, entre otros. Y eso sin contar al Partido Justicialista —digamos tradicional— y sus múltiples variantes fuera del kirchnerismo. Algunos pueden utilizar el símbolo del FPV y otros el escudo peronista, unos pocos ambos o incluso ninguno. Al menos los estrategas de campaña de Kirchner le han puesto fácil al votante un rostro y un nombre: Cristina.

Lavagna por ejemplo se ha encontrado con que listas diferentes pero antagónicas apoyan su candidatura presidencial y mientras unas pueden utilizar el logo de UNA otros no están autorizados. A Lavagna le apoya la histórica UCR, que, no obstante, compite separando sus siglas al puesto de gobernador. También apoya al ex ministro de Economía Sociedad Justa, pero, como es una formación peronista, se enfrenta a la UCR para ocupar la casa de Gobierno de La Plata, capital de la provincia bonaerense.

En los casos citados se trata de las llamadas listas colectoras, es decir formaciones diferentes que se sitúan detrás de una figura para tratar de obtener votos. La variante son las listas espejo, donde un mismo grupo de candidatos se presenta bajo denominaciones diferentes. Y no se trata sólo de conseguir votos, sino también dinero, porque cada lista puede recibir financiación por separado aunque sean las mismas personas. En el recuento final se suman los votos de las listas, algo que según denuncian algunos legalistas no estaba previsto en la ley electoral.

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