Judíos y musulmanes critican a Benedicto XVI
El presidente del Parlamento israelí reprocha al Papa su pasado durante el nazismo - El muftí de Jerusalén le exige que defienda a los palestinos
La política toma el relevo a la religión. El Vaticano había medido al milímetro cada palabra y cada gesto, pero no ha podido evitar que el milenario recelo entre el judaísmo y la Iglesia católica aflorara ayer para convertir la visita del papa Benedicto XVI a Tierra Santa en un avispero. Aunque algunos rabinos elogiaron el discurso de Joseph Ratzinger en el Memorial del Holocausto, lugar sagrado para las víctimas del genocidio, el influyente diario israelí Haaretz criticó su "indiferencia verbal y banalidad", y el presidente del Parlamento, Reuven Rivlin, afirmó que el Papa perdió la ocasión, "como alemán vinculado en su juventud al nazismo", de zanjar la polémica. Por su parte, el muftí de Jerusalén, Mohamed Husein, exigió al Papa que "trabaje activamente" para detener la represión israelí contra los palestinos.
El 'Haaretz' objeta la frialdad del Papa en el Memorial del Holocausto
Los palestinos aún esperan un discurso más duro contra la ocupación
Historiadores, rabinos y víctimas de la Shoah (Holocausto) lanzaron críticas de distinto tenor al discurso del Papa en Yad Vashem (Memorial del Holocausto). Dijo "muertos" y no "asesinados", no hizo mención al número exacto de víctimas, no habló como alemán y testigo directo del régimen nazi; no reconoció que el antisemitismo cristiano prefiguró la Shoah, y no pidió perdón por levantar la excomunión a los obispos lefebvrianos, entre ellos el negacionista Williamson. Y no dijo nada de eso en el sitio y momento más simbólico.
El portavoz vaticano, Federico Lombardi, replicó que Benedicto XVI ha condenado en su viaje de forma explícita el genocidio y el antisemitismo, y explicó que al hablar en el Memorial "trató de identificarse profunda y espiritualmente con el lugar que visitaba". "No tiene que repetir cada vez, en cada discurso, todas las afirmaciones que ha hecho sobre el Holocausto", afirmó el portavoz. "Mucha gente que no le ha escuchado otras veces espera que lo repita. Pero eso no es posible".
Desde una posición neutral, surgen dudas. ¿Podía hacer más el Papa para colmar la sensibilidad judía sobre el Holocausto? ¿Tienen derecho los rabinos a exigirle qué cosas, en qué tono y cuándo debe decirlas? Según Filippo di Giaccomo, sacerdote y vaticanista, "la polémica es gratuita e interesada, y tiende a hacer olvidar que llega la parte palestina del viaje. Sobre todo porque el propio director del Memorial, Avner Shalem, apuntó que el discurso fue muy importante".
Sus defensores alegan que el Papa no quiso apagar fuegos ni hacer un despliegue de relaciones públicas en un sitio tan emblemático. El analista estadounidense John Allen subraya que "la filosófica, noble y profesoral forma de escribir del Papa piensa más en los siglos que en el día siguiente. El problema es que ser muy académico en este mundo tan mediático tiene su peligro".
El Papa visitó los santos lugares de Jerusalén. Paseó por la explanada de las Mezquitas y clamó en la Cúpula de la Roca contra el "odio, la rabia y la venganza"; rezó ante el Muro de las Lamentaciones y dejó un mensaje en las grietas de las piedras que decía "Paz para Tierra Santa y para la humanidad", y ante los grandes rabinos subrayó el compromiso de proseguir la "amistad irrevocable" con los judíos.
En suelo islámico no faltaron tampoco las exigencias. El muftí Mohamed Husein pidió al Papa que "trabaje activamente" para que cese la agresión israelí contra los palestinos, y le entregó una carta en la que enumera las violaciones: construcción de asentamientos, demolición de casas, confiscación de propiedades, deterioro de la situación económica a causa del muro, limpieza étnica, anulación de los documentos de identidad y la situación de los prisioneros bajo custodia israelí.
Cerró el día la misa junto a la iglesia de Getsemaní. Por primera vez, un jerarca de la Iglesia católica, el patriarca latino de Jerusalén, Fuad Tual, denunció la "agonía del pueblo palestino, que sueña con vivir en un Estado independiente", y pronunció la palabra ocupación. El Papa hizo referencia al "dolor y el sufrimiento" que afligen a esta tierra, y se dirigió a los refugiados citando las "amargas experiencias de desplazamiento" que, señaló, "tantas de vuestras familias han sufrido y pueden -Dios no lo permita- todavía sufrir". Los palestinos esperan que hoy, en la ocupada Belén, a sólo 20 metros del muro de cemento de nueve metros de altura, el Papa sea más explícito.
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