Compra Tomahawk y no vendas patrulleras
En 1960, en su discurso de despedida a la nación, el presidente Eisenhower inventó la fórmula "el complejo militar-industrial" para referirse a los intereses, en su opinión amenazadores para la democracia, que iban determinando la política, interior y exterior, de Estados Unidos. Eisenhower no era un rojo, un izquierdista trasnochado, un hijo de Mayo del 68, un pacifista, un antisistema, un ecologista, un envidioso de la libertad y la prosperidad de Estados Unidos. No, era un militar protagonista de grandes batallas de la II Guerra Mundial y un republicano conservador.
Medio siglo después, los cables revelados por Wikileaks confirman que los intereses del Pentágono, los servicios secretos y la industria armamentística de Estados Unidos determinan en gran medida la acción de la diplomacia de las barras y estrellas. Veamos el caso español: la embajada de la madrileña calle Serrano está muy preocupada por cosas como que España no le venda armamento propio a Venezuela y, en cambio, le compre armamento a Estados Unidos.
En sus discusiones con los norteamericanos contadas hoy en EL PAÍS por Miguel Jiménez, José Bono tiene más razón que un santo. En 2005 Washington, jaleado aquí por los palmeros políticos y mediáticos locales, monta un escándalo porque España pretende venderle a Venezuela unas patrulleras y unos aviones militares de transporte.
Bono, entonces ministro de Defensa, argumenta que difícilmente ese material convertirá a la Venezuela de Chávez en una gran potencia militar ofensiva, pero, en cambio, va a salvar en España unos cuantos cientos de muy necesarios puestos de trabajo. El argumento no hace la menor mella en la calle Serrano, pese a que, por cierto, el presidente colombiano Alvaro Uribe lo suscribe en la cumbre de Ciudad Guayana.
Entonces, el político manchego se ve obligado a recordar que el mismísimo Estados Unidos vende material militar mucho más sofisticado y mortífero a democracias tan notorias como Arabia Saudí o países tan estables como Pakistán. Y permítanme añadir que, por esas mismas fechas, EE UU, como recordó el propio Chávez, aseguraba el mantenimiento y los recambios de los aviones F-16 de la Fuerza Aérea de Venezuela.
No les tenemos que vender material escasamente ofensivo a terceros en el punto de mira de Estados Unidos, pero, eso sí, tenemos que comprarle al imperio misiles de largo alcance. Y así la ministra Chacón es tildada en los cables que EL PAÍS dio a conocer el lunes de "joven e inexperta" -sí, claro, cuando llegó a Defensa no tenía experiencia en el cargo, como no la tenían Clinton, Bush y Obama en la Casa Blanca cuando la ocuparon por primera vez- y, pásmense, poco preocupada por cuestiones de armamento.
¿Y esto último por qué? Porque no quiso comprarle a EE UU 24 misiles de largo alcance Tomahawk y prefirió gastarse el dinero en reforzar la seguridad de los blindados utilizados por las tropas españolas presentes en Afganistán.
No estoy tan seguro de que los políticos españoles que salen bien parados en los cables de la embajada de EE UU en Madrid tengan que estar muy contentos. En unos casos, la calle Serrano puede alabar, ciertamente, cualidades objetivas suyas; en otros, el nivel de elogio puede corresponder al nivel de servilismo. No olvidemos que esos papeles los escriben gente dedicada en cuerpo y alma a los intereses de su propio país, en gran medida los del "complejo militar-industrial" denunciado por Eisenhower. ¿Y soy "rara avis" si digo que España tiene intereses nacionales propios que a veces coinciden con los del aliado norteamericano y a veces, véase la guerra de Irak, piénsese en América Latina, no?
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