El padre del 'corralito'
Cavallo comenzó a caer cuando ordenó la congelación de los ahorros
El declive de Domingo Cavallo se aceleró de manera irreversible a partir del 1 de diciembre pasado, cuando desde su puesto de ministro de Economía del Gobierno de Fernando de la Rúa decretó las medidas bancarias que congelaron parcialmente los depósitos bancarios y restringieron a 250 dólares semanales la cantidad de dinero en efectivo que podía retirarse de las entidades de crédito. Fue el inicio de lo que más tarde se conocería como el corralito y que le costó el puesto a Cavallo y a su presidente.
Nacido hace 54 años en la provincia de Córdoba, como De la Rúa, casado y padre de tres hijos, doctor en Economía por la Universidad de Harvard (EE UU), Cavallo admitió cuando dejó el poder el mayor fracaso de su vida. 'En realidad, hemos fracasado los argentinos en general, al caer en una crisis tan profunda, y yo personalmente, como ministro de Economía, no he tenido para nada éxito', reconoció entonces a este diario.
Llegó al Gobierno de la Alianza con la aureola de apagafuegos que cultivó en la etapa de Carlos Menem, y con una buena imagen internacional, especialmente en los sectores financieros. Cavallo fue invitado por distintos Gobiernos para que explicara su exitosa receta de la convertibilidad que puso fin a la hiperinflación.
En 1991, Menem nombró a Cavallo como superministro de Economía, desde cuyo puesto estableció la fijación del valor del peso al dólar, con los resultados ya conocidos. La política monetaria quedó severamente maniatada. Los votantes le dieron la espalda en sus distintos intentos electorales: a gobernador, presidente de la nación y jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Lo que no consiguió por la vía de las urnas lo logró gracias a un nada despreciable prestigio, por lo que su amigo De la Rúa recurrió a él cuando Argentina estaba en el tercer año consecutivo de recesión y la deuda externa y el déficit público eran inmanejables.
El Congreso le otorgó poderes especiales y ensayó distintos planes económicos. Fracasó y acabó devorado por las llamas del pavoroso incendio argentino.
La justicia le había prohibido salir de Argentina y más de uno quería verle tras las rejas. 'He trabajado tan intensamente que tengo un gran cansancio físico', dijo a este diario el pasado 27 de diciembre, antes de reconocer que su última experiencia fue tan traumática que dudaba que le quedaran arrestos para volver al ruedo de la política.
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