"La península Antártica es un punto caliente del cambio climático"
Chris Rapley conocía ya la Antártida -vista con los ojos de los satélites de observación de la Tierra con los que trabajaba- cuando la pisó por primera vez, en 1994. "Era una visita de un día desde Punta Arenas, en Chile, y fuimos en avión", recuerda. Como físico se había dedicado hasta entonces a diseñar equipos astronómicos y luego instrumentos para medir desde el espacio los océanos, las nieves y los hielos terrestres, en misiones estadounidenses y europeas. Ahora ya suma más de una docena de viajes al continente blanco y pocas cosas que sucedan allí se le escapan: es el director del Servicio Británico de Exploración Antártica, un programa científico con un presupuesto anual de 67 millones de euros y varias bases, aviones y buques de investigación. En una visita a Madrid, Rapley participó en el ciclo Las regiones polares, remotas pero cruciales, organizado en Cosmocaixa, donde impartió una conferencia sobre La Antártida y el cambio climático.
"En el ámbito del Tratado Antártico, varios países son partidarios de limitar el número de turistas al año en la zona, se está negociando"
"Los polos parecen zonas remotas, pero son el patio de nuestra casa, así que la ciencia que se hace allí es importante para todos"
Pregunta. Según el último informe científico del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC), parece que los científicos no tienen muy claro cuáles son los efectos del calentamiento global en la Antártida. ¿Por qué?
Respuesta. Es cierto que en el informe del IPCC, las manifestaciones del cambio climático son mucho más obvias en el Ártico, donde se pierden nieves, se derriten hielos... Pero en la península Antártica, por ejemplo, el calentamiento es muy fuerte, ya, de hecho, es más rápido que en ningún otro lugar de la Tierra. Y no sólo se manifiesta el efecto en la superficie, sabemos también que se está produciendo el correspondiente enfriamiento en la alta atmósfera. Estamos presenciando la retirada de los glaciares, el colapso de bloques de hielo, la disminución de las poblaciones de pingüinos en la zona... La península Antártica es un punto caliente del cambio climático del planeta inducido por la acción humana.
P. ¿Entonces, por qué el informe no es tan contundente como en las conclusiones sobre el resto del planeta?
R. El IPCC está obligado a recoger sólo datos que son muy consistentes para evitar dudas y controversias. Además, para el último informe había una fecha límite de publicación de las investigaciones que ha recogido. Y no hay que olvidar, además, que las conclusiones abordan toda la Antártida en su conjunto, sin especificar la península. Pero está emergiendo muy recientemente un nuevo y más profundo nivel de comprensión científica del cambio climático allí. Por ejemplo, se ha constatado que, pese a que hay menos registros de temperatura del interior del continente blanco que de otras regiones del mundo, la atmósfera a media altura sobre la Antártida en invierno se ha calentado más que en ningún otro lugar del planeta, aunque no es así cerca del suelo. Esto se ha medido con globos desde varias bases y los resultados no han estado a tiempo para entrar en el informe del IPCC. En la Antártida occidental hay tres zonas donde se acumulan nieves que forman lenguas de hielo que colapsan en el mar. Pues bien, los satélites han medido el vertido de masas de hielo en dichas zonas, lo que puede suponer ya el 10% del aumento del nivel del mar medido. Aunque todavía no hay resultados definitivos, la hipótesis de los científicos es que el calentamiento global está acelerando el colapso de esos glaciares hacia el mar, y es muy preocupante.
P. ¿Qué cree que pasará?
R. La opinión general de los científicos era que una atmósfera global más templada acumularía más humedad, nevaría más y se acumularía más nieve en la Antártida y en Groenlandia, retirando mucha agua de los océanos. Por otro lado, se está midiendo cómo se funden los glaciares y cómo colapsan los bloques de hielo en la costa. La cuestión es cuál de las dos tendencias se impondrá y los datos que están emergiendo, aunque aún no son suficientemente sólidos, indican que el crecimiento de los glaciares por acumulación de nieve es pequeño en comparación con el ritmo de pérdida de glaciares.
P. ¿Participa usted en el Año Polar Internacional?
R. Sí, presidí el grupo de planificación. Se han aprobado unos 170 programas científicos, participan 50.000 personas de 61 países. Quizás esté algo sesgado hacia el Ártico pero se debe a que se incluyen programas de ciencias sociales, que se ocupan de las poblaciones de esas regiones.
P. ¿Espera un cambio cualitativo en el conocimiento de las regiones polares como consecuencia de esta iniciativa?
R. El Año Polar va a suponer una aceleración del conocimiento y, además, cubre todas las áreas, incluida la astronomía, la vida marina, las pesquerías..., al final tendremos un conocimiento mucho más profundo y no sólo de los polos, porque muchos procesos y fenómenos de las altas latitudes afectan a todo el planeta, así que incluso el conocimiento de las regiones ecuatoriales se beneficiará. Parecen zonas remotas, pero en realidad los polos son el patio de nuestra casa, así que la ciencia que se haga allí es importante para todos.
P. Si nos centramos en el continente blanco: ¿se está cumpliendo el Tratado Antártico de preservación de ese territorio para la ciencia?
R. Sí, el nivel de cumplimiento es sorprendentemente alto. Hay inspecciones constantes que puede hacer cualquier miembro del tratado en cualquiera de las bases. Toda la actividad en la Antártida está muy regulada y vigilada.
P. ¿Cuántas bases hay allí?
R. En torno a un centenar, 45 de ellas permanentes, de invierno y verano.
P. ¿Y no plantean problemas medioambientales?
R. Toda actividad allí esta muy controlada y tiene que ser muy cuidadosa con el medio ambiente. Por ejemplo, nosotros llevamos operando nuestra base de Rothera unos 20 años, y en verano hay allí unas 300 personas, vuelan aviones y operan distintos vehículos; hemos hecho estudios de calidad del aire alrededor, del agua, de líquenes, de sistemas microbianos, etcétera, y hemos comprobado que no hay rastro detectable de la presencia humana fuera de un área de tres kilómetros cuadrados. Si se compara la enormidad de la Antártida con los ligerísimos efectos en estos pocos puntos que son las bases científicas, pues estamos satisfechos.
P. ¿Y qué pasa con el turismo? Este año ha habido dos incidentes de barcos cerca de la isla Decepción, uno con vertido de combustible.
R. La Organización Internacional de Turismo Antártico está obligada a cumplir el Tratado y su Protocolo de Madrid y los pasajeros suelen ser muy conscientes de lo que está en juego en la región que visitan. El miedo que tenemos es que se produzca un accidente serio, porque están viajando ya barcos muy grandes y algunos usan combustible pesado. Creo que, en el ámbito del Tratado, varios países son partidarios de establecer límites al número de turistas al año, pero se está negociando. En cuanto a los dos accidentes de este verano... es cierto que hubo un vertido de uno de ellos, pero por suerte fue pequeño y era combustible muy ligero que se dispersa fácilmente.
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