El primo Poldo
La vida larga y fructífera de mi primo Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo ha sido el resultado, por un lado, de la historia de España que le tocó vivir y, por otro, de su gran inteligencia. Una inteligencia excepcional que no brilló tanto en política, quizá porque la mucha agudeza mental y el consiguiente espíritu crítico no siempre son buenos en la vida pública, pero sobre todo porque cuando llegó a la presidencia de Gobierno la posición que él ocupaba entonces, de centro derecha, tenía los días contados.
Antes de evolucionar hacia el centro, nunca fue franquista acérrimo ni persona intransigente, pero sí claramente de derechas. Recuerdo oírle decir en los años cuarenta que los principios del 18 de julio eran intocables. Fue juanista, de los de don Juan de Borbón, y un buen día llegó a casa de mis padres donde almorzaba todos los domingos con las gafas rotas tras una pelea con falangistas.
No haber sido un presidente más longevo le dejó cierto sinsabor
Su adolescencia no fue fácil al morir en 1932 su padre, brillante Letrado del Consejo de Estado y hermano del que luego sería el "protomártir", dejando en poca holgada posición a una familia numerosa de la que él era el único varón. Nuestro común abuelo Ramón Bustelo, banquero y político liberal, se arruinó durante la guerra y poca cosa dejó salvo la casa solariega de Ribadeo. Estimulado y ayudado por mi padre, que era de esa profesión, eligió la larga y difícil carrera de ingeniero de caminos, en cuya escuela ingresó con el número uno, entonces toda una hazaña, y en la que acabó también con el número uno. Me llevaba poco más de seis años y como conviví con él largas temporadas, le profesé la mucha admiración que se tiene hacia un hermano mayor fuera de lo común. No sólo fue un estudiante muy destacado sino también gran aficionado a la lectura, la poesía y el piano. Gracias a él leí a Machado y aprendí a apreciar a Brahms. Como ha reconocido el hijo de Adolfo Suárez, ha sido el presidente de la democracia intelectualmente más preparado y, añado yo, con mucho, el más culto. Ahora me vienen a la memoria minucias que lo acreditan. Una vez, ayudándome en los deberes escolares, me dibujó de memoria en el mapa de España el trazado exacto del río Tiétar, lo que hoy todavía me deja impresionado.
Luego la política nos separó y en la Transición se me achacó la frase, que si la dije, siento haberlo hecho, por ser del todo inexacta, de que "Ahora que es demócrata, se puede hablar con el primo Poldo". A decir verdad, siempre se pudo hablar con él.
Se ha dicho que era altanero, lo que le restaba simpatías, pero no lo era en el trato familiar y cercano. Irónico sí lo era y mucho, a veces acerbo, y quizá eso no le hizo muy popular. Sólo en una ocasión me disgusté con él, aunque no por cuestiones ideológicas, por las que siempre discrepamos y nunca reñimos; fue cuando en su libro Pláticas de familia criticó, a mi entender de modo injusto, a mi madre, "la tía Carlota", en un tiempo inmerecidamente famosa por sus supuestas influencias en la vida política y económica.
En perspectiva histórica, Leopoldo Calvo-Sotelo quedará como una de las personas principales de aquella UCD que contribuyó a que llegara la democracia, sacrificándose incluso en el empeño. Pudo haber sido un empresario de pro, pero le picó el gusanillo de la política, cualidad o defecto frecuente en las familias Calvo-Sotelo y Bustelo. Tenía la satisfacción de haber hecho historia y algo de sinsabor por no haber sido un presidente de Gobierno más longevo y por las críticas que se le hicieron entonces y después, inevitables como son en política, tanto más si no se figura entre los grandes triunfadores.
Cuando llega el momento de la despedida, no sólo familiares y amigos le lloran. Todos los demócratas, incluidos los de izquierda, debemos manifestar nuestro agradecimiento.
Francisco Bustelo ha sido dirigente del PSOE y de Izquierda Unida.
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