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El debate del agua

Las comarcas niegan agua a Barcelona

La capital se enfrenta al resto de Cataluña en otra guerra de trasvases

"Si quieren agua, que la traigan de Marte", han coreado estas semanas los manifestantes contra la gestión de la sequía. La oposición a ceder agua a Barcelona ha prendido con fuerza en el resto de Cataluña: Lleida rechaza el trasvase del Segre; Girona ha empezado a reclamar que el agua del Ter se quede en la provincia; Tarragona se opone a que se traslade incluso agua de acuíferos que no se utilizan.

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Los planes del Gobierno catalán son muy amplios: el trasvase del Segre, captaciones desde otros puntos de Lleida, transporte de agua en barco desde Marsella, Almería y Tarragona y alguna otra fórmula no confirmada. El objetivo es llegar a abril de 2009, cuando entre en funcionamiento la primera de las grandes obras acometidas en los últimos 30 años: la desaladora del Llobregat, al sur de Barcelona, que dará 60 hectómetros anuales, el equivalente a dos meses de consumo.

Mientras, cada vez son más los catalanes que perciben el área metropolitana de Barcelona como un gran núcleo que traga el agua que otros necesitan. La sequía oprime a toda Cataluña, pero el área barcelonesa, que concentra a más de la mitad de la población, tiene más sed que nadie. Los embalses que la abastecen, que también nutren a la provincia de Girona, rozan el 20% de su capacidad. Por debajo del 15% el abastecimiento es muy dudoso.

Tras 18 meses sin lluvias significativas, las necesidades de la capital no generan comprensión. Tras décadas sintiéndose excluidas del progreso de la metrópoli, de poco sirve que la Generalitat aluda a la prioridad de compartir reservas para el consumo humano. El sábado, Montilla fue muy claro: sólo hay un país y el agua es de todos. Pese a ello, quienes rechazan cualquier tipo de cesión de agua a Barcelona aducen que el área metropolitana lleva demasiado tiempo absorbiendo recursos de zonas con menos habitantes y menos inversiones. La aportación del Ter a Barcelona se ve ahora como un "expolio" sobre Girona. Desde 1959, una ley garantiza más del doble de agua para el consumo doméstico barcelonés que para las comarcas gerundenses (ocho metros cúbicos de agua por segundo frente a tres).

La gestión del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno catalán ha aumentado la desconfianza hacia una Generalitat acusada de pensar por y para Barcelona. La sequía ha desempolvado la lista de agravios. Surgen sectores críticos, como la recién creada Plataforma del Ter, que agrupa a regantes, campesinos, ecologistas y ayuntamientos, unidos para exigir el retorno del agua del río a Girona. La Diputación de Girona (encabezada por ERC) aprobó una moción exigiendo a la Generalitat que reconozca la "solidaridad histórica" del río.

Los más perjudicados dicen ser los regantes y agricultores, quienes reclaman 10 veces más agua para sus cosechas. "Vamos hacia un desastre. Nos dan para cubrir el 10% de nuestras necesidades", afirma Narcís Illa, portavoz de los regantes, que calcula en 50 millones de euros las pérdidas del sector por la sequía. No son los únicos. Los productores de manzanas y los arroceros de Pals temen que la baja producción les deje sin las subvenciones que reciben de Europa. "Unos van bien servidos mientras en Girona la agricultura, el turismo y la industria cuelgan de un hilo", afirma el presidente de la patronal gerundense, Fausto Martí. Los hoteleros temen que las imágenes de playas abrasadas por el sol junto a establecimientos con cortes de agua empujen a los operadores turísticos a otros destinos.

La capital de las Tierras del Ebro, Tortosa (gobernada por CiU y ERC), ultima una declaración de rechazo a trasvasar agua del Segre y llevar por barco agua de acuíferos tarraconenses. Los regantes del Ebro mantienen la misma postura. Y coinciden con la Plataforma en Defensa del Ebro, que encabezó un movimiento contra el Plan Hidrológico Nacional. La entidad advierte del riesgo de enfrentamiento territorial debido a la actitud de la Generalitat. Coinciden las delegaciones tarraconenses de ICV y ERC que, pese a ser partidos integrantes del tripartito, se oponen a la gestión del Gobierno catalán. Curiosamente defienden que no viaje un agua que hoy nadie aprovecha porque Tarragona y su entorno consumen agua del minitrasvase del Ebro desde 1989. Medio Ambiente ha explicado que se trata de utilizar cuatro hectómetros cúbicos sobre unas reservas de 12 y ha ofrecido que el control lo haga una entidad con el visto bueno de quienes reclaman. Ni así. Los dirigentes de la protesta aceptan los hechos mientras dura la reunión y vuelven a la guerra cuando salen a la calle.

Información elaborada por Francesc Arroyo, Ferran Balsells, Lluís Visa, Natalia Iglesias y Oriol Aymí.

EL PAÍS (Fuente: Agencia Catalana del Agua)

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