Fallece Ruiz-Giménez, el líder democristiano excluido de la Transición
Intentó que el franquismo evolucionase hacia la democracia y abogó por los derechos humanos
La muerte de Joaquín Ruiz-Giménez Cortés, a los 96 años, plantea la desaparición de un hombre esencialmente bueno que fracasó en la política española igual que la democracia cristiana, de la que fue líder natural, por su condición de creyente tanto en la democracia como en la Iglesia católica. Ruiz-Giménez se retiró de la política al no conseguir un escaño en las elecciones del 15 de junio de 1977 por Izquierda Democrática, dentro de la Federación de la Democracia Cristiana. Su elección, en diciembre de 1982, como primer defensor del Pueblo de la democracia, a propuesta socialista, pero con el consenso de gran parte de la oposición, fue la gran compensación a su derrota electoral.
Tuvo la ingenuidad de confiar en la evolución hacia la democracia del régimen dictatorial franquista, en el que participó, entre otros cargos, como director del Instituto de Cultura Hispánica, de 1946 a 1948, y como ministro de Educación Nacional, de 1951 a 1956. Pero cuando comprobó que no era así, no se conformó, actuó críticamente y predicó el respeto a los derechos humanos y la necesidad de la transformación del sistema. Como buen abogado, se opuso a la creación del Tribunal de Orden Público.
La fundación, en 1963, de la revista Cuadernos para el Diálogo fue una de sus más importantes aportaciones a la implantación de la democracia. El primer consejo de redacción de la revista, bajo la presidencia de Ruiz-Giménez, estuvo formado por Gregorio Peces-Barba, Elías Díaz, Javier Rupérez, Ignacio Camuñas, Juan Luis Cebrián, Mariano Aguilar Navarro, Francisco Sintes y Pedro Altares.
En una entrevista que le hice en enero de 1972 para la revista Criba, Ruiz-Giménez calificó al régimen de "esencialmente autocrático", pero para cambiarlo disintió de "la ruptura cruenta" y se apuntó a "una evolución" desde dentro, mediante "una toma de conciencia democrática de distintos sectores de nuestro pueblo (no sólo intelectuales y obreros, sino también profesionales liberales y clases medias)".
Tras haber participado en la elaboración del Concordato con la Santa Sede de 1953, después de su presencia en Roma como embajador español en el Vaticano entre 1948 y 1951, Ruiz-Giménez se inclinó en esa entrevista "inequívocamente hacia la derogación del Concordato (...) y a la formulación de un estatuto o ley general para todas las iglesias y confesiones", sin "carácter de privilegio respecto a los demás ciudadanos".
La vida pública de Ruiz-Giménez tuvo una dedicación preferente a la Universidad, como catedrático de Filosofía del Derecho y Derecho Natural. En 1960, en la Universidad Complutense de Madrid, se encontró con alumnos críticos con el régimen, que le acompañaron en sus actuaciones posteriores a favor de los derechos humanos y la democracia: Gregorio Peces-Barba, Leopoldo Torres, Liborio Hierro, Tomás de la Quadra-Salcedo, Óscar Alzaga y Javier Rupérez.
El inolvidable Francisco Tomás y Valiente, dos días antes de ser asesinado por ETA en febrero de 1996, dedicaba en este periódico a Ruiz-Giménez un artículo titulado Don Joaquín, en el que como catedrático de Historia del Derecho pedía, para que la historia de la Transición se escribiera con rigor, que Ruiz-Giménez diera a conocer "lo mucho que él sabe del franquismo desde dentro y desde enfrente".
En la obra La fuerza del diálogo, de Teresa Rodríguez de Lecea y publicada en 1997, figura una entrevista en la que Ruiz-Giménez afirma sobre la Transición: "Logramos superar la fractura de vencedores y vencidos. La superamos a través de la reconciliación, a través del diálogo, a través de modos de incorporar la Constitución. Nosotros no estuvimos
[en la elaboración de la Constitución], pero estuvieron gentes nuestras o próximas a nosotros en el debate constitucional. No se llegó a un Estado Federal, pero a medida que se transfieren competencias, se aproxima a una estructura similar".
Tras su mandato como primer Defensor del Pueblo, Ruiz-Giménez fue elegido en 1988 presidente del Comité Español de UNICEF, organización de las Naciones Unidas para la protección y desarrollo de la infancia en el mundo, puesto que compatibilizó con el de vicepresidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). En congruencia con los objetivos respectivos de ambas instituciones, pidió la elaboración urgente de una nueva Ley de Protección del Menor, de 1948, y la modificación de la antigua Ley de Extranjería. En 1994 integró el Comité de Honor de la Campaña Europea contra el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia.
En noviembre de 2008, la Mutua Pelayo premió al "político, catedrático y abogado" Ruiz-Giménez -quien no pudo recoger el galardón en persona por su avanzada edad- como jurista de reconocido prestigio. Su esposa, Mercedes Aguilar, dijo de él que ha tenido siempre como lema "el diálogo" con el que lideró Cuadernos, "simiente de la nueva etapa democrática". Juan Luis Cebrián, consejero delegado de PRISA, grupo editor de EL PAÍS y miembro del jurado que otorgó el premio, definió a Ruiz-Giménez como "ejemplo de coherencia y honestidad política" y "hombre de pensamiento, diálogo y acción".
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