La habitual fotonovela de Masó
Fiel a su cita de estos últimos años llega puntualmente a nuestras pantallas la habitual fotonovela de Pedro Masó. Para aquéllos que gustan de historias como Lucecita, Adios Gorrión o Simplemente María, este nuevo título quizás venga a llenar un vacío de sueños y lágrimas. Esta vez se trata de una adolescente, hija de negociante brasileño que, naturalmente, no se entiende con su mujer, por lo que, naturalmente, tiene una amante de la que aquella, naturalmente también, intenta separarle obligándole a venir a España. Como se trata de una coprodución con Brasil, por supuesto aparece el Carnaval de Río, en el que pasa unas jornadas la adolescente sin que su moral ni su epidermis sufran ultraje alguno, no obstante tratarse, como todo el mundo sabe, de una de las fiestas populares con mayor índice en el mundo de atentados físicos, violaciones y demás experiencias.Es preciso que la menor venga a España para que en el breve espacio de unos días sea asaltada, maltratada y violada por un grupo de jóvenes, que capitanea un adonis vecino de colonia, pluriempleado, quien, además de estudiar, tocar el piano para su madre y prepararse para jinete olímpico, aún tiene tiempo en sus ratos libres para asaltar gasolineras.
La menor
Argumento y guión de Pedro Masó, Santiago Moncada, R. Abella y Antonio Vich. Fotografía, Jorge Herrero. Música, Waldo de los Ríos. Decorados, Gil Parrondo. Dirección, Pedro Masó. Intérpretes: Bozena Fedorczyk, Marc Gimpera, May Heatherly, Jardel Fhilo, Pep Munne, Teresa Gimpera, Conrado San Martín, Eliana Pittman, David Rocha y Suzhy Assumpcao. Color. España. Melodrama. 1976. Local de estreno. Callao.
Quizás la vida en nuestro país no resulte demasiado tranquila, ni las clases altas derrochen virtudes a su paso, pero esta historia absurda, con su epílogo de cárcel, droga y lesbianas, para que nada falte, va más allá de cualquier realidad en lo que a nuestra sociedad se refiere y en su afán de generalizar, para caer de lleno en la pura ficción sexy-cateta.
Como viene siendo habitual en tal tipo de empeños, se ha traído para protagonizar éste a una actriz extranjera. A la vista de los resultados sigue sin entenderse tal elección. Esta Bozena Feclorczyk, carente de todo atractivo físico, resulta aquí una actriz mediocre a la que no se sabe con qué criterio particular se la ha doblado con una voz a lo Heidi, que si no le hace parecer más niña, desde luego la hace aún más tonta de lo que requiere el personaje.
Realizada con la torpeza habitual y un montaje trasnochado que apenas deja ver Brasilia o el Carnaval de Río, mucho más que los documentales al uso o los spots publicitarios que se proyectan en salas vecinas, esta trillada historia de final feliz, arropada por la música topiquera de Waldo de los Ríos, no merecería ni siquiera un comentario salvo por sus valores de alienación de un público que antaño buscaba alivio de la realidad cotidiana, no cerrando los ojos, sino abriéndolos a cierto tipo de literatura que llegaba modesta y furtivamente por debajo de las puertas. El hecho de que ahora venga a servirse bajo fórmulas pretendidamente internacionales, ambientes de lujo y envolturas más o menos avanzadas, no cambia en nada sus premisas artísticas o morales, ni enriquece este relato en el que sólo se salva la excelente fotografía de Jorge Herrero.
Babelia
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